Opinión Internacional

El mito de la libertad en Uruguay

(%=Image(9025479,»L»)%)Montevideo (AIPE)- En su libro “El laberinto de la soledad”, Octavio Paz plantea que, para los mexicanos, la mentira es el deporte nacional. Que esa actitud arranca con la propensión de cada individuo a mentirse a sí mi mismo y, luego, se extiende por todos los ámbitos.

El panorama por él descrito no es exclusivo de los mexicanos, sino que se repite en cada nación latinoamericana. Porque si hay un rasgo que claramente nos diferencia de Occidente es nuestra aparente incapacidad para “percibir” la realidad tal cual es.

Los uruguayos podríamos ser considerados un paradigma al respecto. Esa desvinculación con la verdad objetiva, se manifiesta nítidamente en la imagen colectiva que nos hemos construido acerca de nosotros mismos. Y aunque no resista el mínimo análisis, obstinadamente nos negamos a mirarnos en el espejo.

Por ejemplo, estamos convencidos de que el amor por la libertad es nuestra nota distintiva. Asimismo, que tenemos una democracia digna de admiración y que nuestro sistema económico es capitalista o “neoliberal”, como les gusta decir ahora.

El uruguayo medio reacciona sorprendido cuando alguien se atreve a afirmar que desde hace cien años estamos viviendo bajo gobiernos socialistas. Si un alumno lo pone en un examen, casi con seguridad que será reprobado. Por eso resulta interesante conocer cómo nos ven algunos extranjeros empapados del escenario nacional.

El historiador inglés Henry Finch es un experto en historia económica del Uruguay. Graduado en la Universidad de Oxford, obtuvo a fines de los años 60 una beca para estudiar nuestro desarrollo histórico. Luego, permaneció en nuestro país, en calidad de investigador en la Universidad de la República.

En su libro “La economía política del Uruguay contemporánea, 1870-2000” expresa elocuentemente que “ser uruguayo casi implica un Estado que protege”. Pero al aclarar qué significa en la práctica un “Estado que protege”, explica que es el tradicional “reparto de patronazgo” ejercido “a discreción”.

El autor toma nota de la expansión de la burocracia estatal y de los privilegios políticos –prebendas, reparto de cargos, tratos preferenciales en trámites públicos y fidelidades partidarias antes que nacionales- que condujeron a lo que clasifica como “doctrina de parálisis social”. Destaca el enorme lastre que ha significado para la economía de los ciudadanos esa burocracia y el vasto clientelismo, desde la instalación del Uruguay “batllista” en 1903, independientemente del partido que nos ha gobernado.

Ese mismo espectro político y burocrático se ha adueñado de la instrucción pública como forma de mantener sus privilegios de manera pacífica y perpetuarse en el poder. Por lo tanto, no debe sorprender que Finch compruebe la existencia de “una tendencia popular de considerar al Estado como fuente de soluciones y protección económica y social”. Y recalca el carácter “dependiente” del ciudadano uruguayo.

Por otra parte, el historiador Marcos Cantera Carlomagno publicó la obra “Todos contra todos. Imagen del Uruguay en Suecia (1828-1973)”. El texto es una recopilación sistematizada de los informes y análisis elaborados por la representación diplomática sueca en nuestro país, desde el inicio del siglo XX hasta el golpe militar de 1973.

A través de esos documentos sabemos que, en 1911, un diplomático sueco informaba a su Cancillería que en Uruguay “el Estado comenzó a intervenir en la vida económica eliminando de esta manera la iniciativa privada en ciertos sectores”. En 1933, se señala que el país “se ha convertido en los últimos años en un campo de experimentos para reformas sociales, las cuales por su carácter ultra radicales están bastante emparentadas con el comunismo”. Y en 1961, que los graves problemas económicos “no son insolucionables”, pero que “las ambiciones políticas de cada grupo son más importantes que el bien de todo el país”. A principios de los años 70, en un informe se estampa: “Uno se pregunta cuán bajo puede caer un país antes de que toque fondo (…) Ninguna nación se merece una burocracia que ha desbordado todos los límites pensables”.

Cuando en el plano económico estamos sometidos a tal dictadura político-burocrática, tan solo es un mito seguir hablando de “libertad”.

(*): Analista política uruguaya.

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