En el mar la vida es más sabrosa

El presidente Chávez ratificó una vez más su pasión por los mares cubanos. El 8 de marzo ante las cámaras de televisión en un acto en el que condecoraba a los médicos cubanos reiteró que “ El pueblo venezolano va navegando en el mismo mar del pueblo cubano” y agregó, para explicar esa felicidad “ que tengamos el mismo norte de igualdad, de felicidad, de trabajo.”

Como si eso fuera poco añadió ,olvidándose -por ahora- de Nietzsche, unas estrofas de un bolero que le cantó a Fidel Castro -por cierto muy romántico- que dice: “digan lo que digan yo te quiero”. Esto, me imagino, es para que no se nos olvide que estamos y estaremos, por mucho tiempo más en un solo carnaval de infelicidad.

Ese mar al que se refiere nuestro presidente comandante, ciertamente no es el del famoso cha cha cha de los años 50, que decía, si mal no me acuerdo, “ En el mar la vida es más sabrosa, en el mar te quiero mucho más”. Ese mar está plagado de balseros que huyen a como de lugar de esa supuesta tierra de igualdad, trabajo y felicidad .

Los logros que Cuba ha tenido en salud , educación y deportes han sido pagados muy caro en libertad, dignidad humana, y prosperidad .Si esto no es así, entonces ¿cómo se explica el alarmante cabalgar de las jineteras? ¿ Donde está entonces esa felicidad? ¿No era precisamente ésa una de las críticas que se le hacía a Batista? ¿No decía entonces Fidel que el sargento había convertido a Cuba en un sólo burdel? Pues bien, ¿que diferencia hay entre las cabareteras de ayer y las jineteras de hoy? Que las de hoy lo hacen por la desesperación, pues no hay otra manera de obtener los codiciado dólares para acceder a las tiendas dolarizadas en las que encuentran los “malignos” productos de occidente, o quién sabe, para poder pagar la balsa que les permita abandonar ese mar de “felicidad”.

El mar venezolano que nos une a Cuba está “por ahora” calmo por la gruesa capa de aceite que derrama la alta cotización del oro negro, pero podría tornarse, antes de lo que se piensa, en un mar proceloso en el que vientos huracanados se lleven la bonanza petrolera a otras costas, dejándonos con la triste opción de convertir a Venezuela en un sitio en el que también se tenga que “jinetear”.