Opinión Internacional

Génova: del imperialismo de Colón a la revolución antiglobalización

(%=Image(4949002,»L»)%)En Génova nació Cristóbal Colón, el Almirante que descubriría a América para hacer poderoso al imperio español. Este, a su vez, sería el primero de una sucesión de colonialismos económicos europeos de proyección mundial, los cuales, a partir del siglo XV, propulsarían el ciclo de capitalismo internacional que ha dominado al mundo por 500 años, y cuya última expresión es el fenómeno de la globalización.

En un curioso “cierre de círculo”, Génova ha sido hoy el escenario de otro hito histórico pero de signo contrario: la escenificación de una masiva revolución internacional que amenaza con defenestrar a la globalización heredera de la gesta de Colón. Para completar las coincidencias curiosas, la gran manifestación contestataria de Génova contra la Cumbre de los mas poderosos países industrializados del mundo, parece a su vez haber consolidado un ciclo de protesta iniciado en una ciudad del noreste de Estados Unidos que lleva el nombre de un jefe indígena considerado como inspirador primigenio del movimiento ambientalista mundial, punta de lanza principal del movimiento anti-globalizador: Seattle. Seattle fue el líder indígena de aquél memorable manifiesto que consagró, 150 años atrás, la célebre frase: “La Tierra no nos pertenece, nosotros pertenecemos a la Tierra”. Seattle también pronosticó que algún día la Tierra se vengaría del hombre blanco si este insistía en contaminarla o depredarla.

(%=Image(4742185,»R»)%)No faltarán quienes pretendan descalificar la protesta de Génova como la labor de desadaptados, “fundamentalistas” o extremistas violentos; y endilgarle a dicha protesta el carácter de una minoría no representativa de la mayoría mundial. Ciertamente que entre la multitud de Génova no faltaron los desadaptados, y los extremistas ideológicos o de la violencia –estos últimos particularmente repudiables por todos los destrozos causados y por su incitación a la igualmente trágica violencia y represión policiales. Pero para los analistas que hemos seguido desde hace tiempo la creciente acumulación de efectos desfavorables y descontento del fenómeno globalizador, Génova, mas allá de todo lo anterior, ha sido algo esperable. Para estos analistas, la protesta de Génova, realizada por gente en su vasta mayoría pacífica y de razonables convicciones, ha sido fundamentalmente una respuesta social profunda y legítima, a la vez que expresión de una mayoría cada vez menos silenciosa; en contra de un orden dominante arrogante, sordo y suicida –cada vez con menos viabilidad y legitimidad.

Otras grandes incipientes revoluciones en el pasado han sido también injustamente descalificadas o incomprendidas por el orden establecido. La disidencia de Génova encarna una revolución porque tiene todas las características básicas y fuerza de tal fenómeno: se “nutre” de un orden decadente, tiene organización y manifestación de masas y como protagonistas principales a nuevos actores (unos 800 grupos organizados de la sociedad civil mundial como convocantes, doscientos mil manifestantes de todos los países del mundo), y, lo mas importante, plantea como alternativa un cambio de raíz; un cambio de valores básicos, incluyendo un cambio en los patrones de consumo, producción, y tecnológicos del actual modelo económico, hacia lo social, y el respeto a la Vida y la Naturaleza, en otras palabras un cambio de paradigma o civilización.

Aún los grandes medios de comunicación mundial, tan serviles al orden económico dominante, han tenido que reconocer que la noticia principal de Génova no ha sido la nueva Cumbre autocomplaciente o anodina del Grupo de los 7 (Hoy convertido en 8 con la adición ambivalente de Rusia), ha sido mas bien la otra “cumbre” , la cumbre protestataria, la cumbre de las calles, la cumbre contra los amurallados reductos de los jefes de estados.

La protesta de Génova, pues, fue tantas cosas, que es imposible ignorarla. Fue el grito de los excluidos tanto en el Norte como en el Sur. Fue el grito de los pueblos condenados, con intolerables cargas económicas, para pagar deudas contraídas por elites corruptas ante banqueros irresponsables. El grito contra las simplistas o erradas recetas del Fondo Monetario Internacional o Banco Mundial para el “ajuste económico” en los países del Sur, al tiempo que los países del Norte se resisten a apretarse su propio cinturón y siguen viviendo a expensas de diversos subsidios abiertos o disfrazados. La denuncia de una economía mundial basada en un “casino monetario especulador”, en nombre del cual se compromete peligrosamente el destino de pueblos y países. Fue el grito de la Tierra herida y sus dolientes por tanta contaminación suicida. Fue la protesta por la sobreexplotación y crueldad contra los animales, así como el desprecio por la salud de los consumidores, emblematizados en un engendro tan bochornoso de la industria agroalimentaria moderna como el de “las vacas locas”. Fue el grito de la alienación y la anomia por la sofocación de los valores espirituales y humanitarios ocasionada por el dominante materialismo egoísta. Fue el grito por los que claman dignidad y respeto para sus culturas y espacios locales avasallados por la cultura única que caracteriza al actual espacio globalizado, y porque se rescate la “lugarización” es contrapeso de la globalización. Fue la protesta contra las elites que quieren seguir haciendo grandes acuerdos internacionales de comercio o de integración a espaldas de sus pueblos y los intereses del medio ambiente. La protesta contra el yugo omnipotente de los nuevos mandarines del poder, las empresas transnacionales, y su empeño en reducir el mundo a un gran centro comercial, y a los seres humanos a “mercados” o estadísticas de consumo.

(%=Image(6389997,»L»)%)Génova ha sido la misma protesta de los que han denunciado a una empresa trasnacional de una deslumbrante marca de zapatos, por fabricarlos a costa de la explotación voraz de niños obreros del Tercer Mundo. La misma protesta que ha denunciado un conocido imperio de comida rápida, por erigirse sobre una ganadería que ha destruido masivamente bosques tropicales o sofocado sistemas agro-alimentarios locales, por su promoción de un tipo de alimentación funesta para la salud, en contra de dietas tradicionales mucha mas sanas, y recurriendo a propagandas abusivas para la captación de inocentes infantes consumidores. La misma protesta que ha desafiado antes al poder de una emblemática empresa petrolera transnacional por contaminar a los mares con el hundimiento de plataformas de perforación obsoletas, o inducir a la violación de los mas elementales derechos humanos de pueblos indígenas invadidos por una inmisericorde explotación petrolera.

En Génova los abrumados “pasajeros de tercera clase” advirtieron a los insensibles o “alegres” “pasajeros de primera” que el común buque “Titanic” en que todos navegamos “ya ha golpeado témpano”, y que se precisa iniciar sin dilación la operación de rescate y el cambio a un nuevo buque y nuevo rumbo como únicas esperanzas de salvación, antes de que sea demasiado tarde.

Génova es el clamor del regreso a la sensatez y la sabiduría, para la disipación de la “bomba de tiempo” que la violencia acumulada ha puesto en marcha, el clamor para el rescate del amor, la solidaridad; como miembros de una misma especie en un pequeño y valioso planeta en el Universo.

Génova es un llamado a la responsabilidad social y ambiental en el empresario, a la honestidad y eficacia en los gobiernos, a la responsabilidad y participación en los ciudadanos.

La protesta de Génova fue, en verdad, tantas cosas que es imposible ignorarla.

(%=Image(2280286,»R»)%)En definitiva, tanto las deliberaciones como el comunicado de la Cumbre Oficial se vieron obligados a reconocer el clima de reclamo, si bien la humildad de los Jefes de Estado para admitir sus yerros o insuficiencias fue poca manifiesta o las promesas de solución aún se quedaron cortas. El reclamo de Génova, junto con la paralela presión callejera en Bonn, seguramente también influyó en el acuerdo internacional de última hora en esa ciudad para salvar el “Protocolo de Kyoto” y, con ello, la voluntad de la comunidad internacional de seguir en forma concertada buscándole una solución al espinoso problema del cambio climático. Por otro lado, es penoso que Estados Unidos haya sido el único, entre los 180 países asistentes a la cita de Bonn, que se negara a participar en el mencionado acuerdo, por voluntad de un gobierno que navega hasta en contra de la propia opinión pública norteamericana que, por gran mayoría, quiere una pronta solución al problema del cambio climático.

Génova es un grito de una sociedad mundial que nace pero no para servir de comparsa a una globalización que pretende convertir al mundo en un gran centro comercial inescrupuloso y suicida, sino para convocar a una acción correctiva y creativa en pro de una comunidad planetaria auténtica, justa, sabia y perdurable.

Frank Bracho es autor del libro “Petróleo y Globalización: Salvación y Perdición. Reflexiones a las Puertas del Nuevo Milenio para Una Nueva Civilización”, Caracas, Vadell Hermanos, 1998.
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