Hacia un derecho mundial
Sin duda alguna la comparecencia de Slobodan Milosevic ante el TPI de la Haya, el pasado 3 de Julio, es un paso enorme hacia el establecimiento de una justicia penal internacional. Las bases para un proyecto de jurisdicción universal, datan desde 1919 a través de la inculpación de Guillermo II, luego vinieron Nuremberg y Tokio, entre el 93 y el 94 se crean los TPI por Yugoslavia y Rwanda, y finalmente en 1998 la comunidad internacional aprueba la creación de la Corte Penal Internacional, en Roma. Todos estos momentos convergen en la necesidad absoluta de sancionar crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad y genocidio.
La globalización ha puesto sobre el tapete la urgencia de un derecho mundial coherente. ¿Qué derecho debe aplicarse? ¿Quién interpretaría los tratados internacionales?. La OMC, el FMI y ciertas instancias de la Unión Europea, constituyen un cierto orden económico mundial. Pero no es suficiente, la demanda de derecho es intensa y en especial la protección de los derechos humanos, quizás redescubriendo a Rousseau, podríamos escribir un contrato social mundial.
El principio de soberanía nacional obstaculiza la represión de crímenes atroces, sin embargo casos como el de Pinochet, el susto que se llevo recientemente Kissinger en París, un Ariel Sharon a última hora cancelando su viaje a Bruselas o Fidel Castro cancelando sus viajes – no precisamente por motivos de salud – entre otros ejemplos, nos muestran cuan importante es en nuestros días para la comunidad internacional la superioridad de una justicia penal por encima de las inmunidades y privilegios. La práctica corriente y una voluntad psicológica, como elementos constitutivos de lo que en derecho se conoce como costumbre, emanan de un consenso universal, sostenido por una tenaz opinión publica internacional.
Sin embargo, los procedimientos siguen siendo limitados, barricadas de soberanía, algunos estados consideran de interés nacional entravar el progreso del derecho internacional y las fronteras entre el derecho y la política siguen siendo vagas.
Un marco jurídico mundial y transversal, hoy en día es ciencia-ficción, hay tanto trabajo por delante, que pareciera difícil imaginar un futuro en donde estaría prohibido matar en toda impunidad.
