Opinión Internacional

Incendio social en Francia

12 noches consecutivas de violencia urbana a lo largo y ancho de Francia, están sirviendo para mostrarle no solo a los franceses mismos, sino al mundo entero, de una manera frontal como desde el interior mismo de una gran potencia, hacen erupción mas de 40 años de violencia moral cotidiana, de racismo, de desigualdad instrumentalizada, de segregación social, de desempleo galopante, todo ello enmarcado dentro de un proceso de descolonización mal asumido. Elementos estos que hacen que el día a día de los millones de habitantes de la periferia de las principales ciudades galas, sea una constante pesadilla, a la cual se le suma un paisaje desesperante y unas fuerzas policiales cuyas esporádicas apariciones son de una represión insoportable. La mayoría de estos habitantes, obreros originarios de naciones del norte de Africa llegaron a Francia en los años 60, a trabajar en el proceso de reconstrucción de la post-guerra. Habiendo dejado atrás la crisis de sus respectivos países, estos inmigrantes se quedaron en Francia y creyendo en el modelo de integración galo, tuvieron hijos y nietos, los cuales a pesar de ser ciudadanos franceses, desde muy temprana edad descubrieron que en Francia integración rima con exclusión. Y como las desgracias nunca llegan solas, con el paso del tiempo en dichas periferias se fueron instalando mafias de narcotraficantes, así como también se enquistaron predicadores del Islam más radical. Ambos grupos a su manera han ido imponiendo sus normas y sus hábitos de vida, a una población que fue abandonada por políticos tanto de izquierda como de derecha. Así las cosas, los nietos – en su mayoría menores de edad – de los inmigrantes antes descritos, jóvenes franceses estos los cuales entre desesperación, ingenuidad e instrumentalización de narcotraficantes y adoctrinamiento de islamistas radicales, son los que tienen hoy a Francia ardiendo por los 4 puntos cardinales. Francia, un país donde el deporte nacional de las élites es darle lecciones de vida al resto del mundo, está en la obligación moral de respetar la dignidad humana de todos – sin excepción – aquéllos que viven dentro de sus fronteras. Las estadísticas demuestran que la precariedad – desempleo, pobreza aguda, deserción escolar – asfixia a los habitantes de las banlieus (término que hace referencia a las afueras, al extrarradio, a los municipios de cercanía de las grandes ciudades. Igualmente es un término que a menudo se asocia con problemas sociales tales como la delincuencia). Lamentablemente la violencia urbana que comenzó el pasado 27 de octubre, en lo inmediato, además de las 4 víctimas mortales, de los heridos y de los multimillonarios daños materiales, ha puesto sobre el tapete temas como toque de queda y represión. Dejando a un lado la verdadera problemática de la bochornosa cotidianidad de millones de franceses. Sin embargo, no habría que perder la esperanza que tras 30 años de demagogia, se le termine dando paso a acciones concretas y efectivas, que calmen primero la violencia y luego se logre de manera definitiva devolverle la dignidad a los habitantes de las populosas periferias francesas.

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