Opinión Internacional

Jaque mate a la lucha armada

El rescate de Ingrid Betancourt y el resto de rehenes secuestrados por las FARC, además de ser un desenlace ansiado por la humanidad entera, marca el cierre de toda una fase histórica de lucha en nuestro continente. Etapa iniciada a mediados de los años 50 y extendida a numerosos países de América Latina.

En los inicios de la década de los 60 la epopeya de los barbudos cubanos generó en las jóvenes generaciones de nuestros países, la ilusión del cambio a través de la lucha armada y la toma del poder por la violencia, para instaurar un sistema social justo y de redención de los pueblos. En las ciudades universitarias e instituciones de educación media oleadas de jóvenes se incorporaban a las filas de los llamados ejércitos revolucionarios, de liberación nacional. Las lecturas de Carlos Marighella, Ché Guevara, las tesis filosóficas de Mao Tse Tung, era bibliografía obligada si se pretendía estar a tono con los tiempos.

En el continente surgieron grupos guerrilleros temibles, en Brasil, Perú, Uruguay, Colombia, Ecuador, en Mexico, en toda América Central al grito guevarista de “crear un, dos, tres Vietnam”, los cuales arrastraron en la mayoría de los casos a la muerte a miles de fervorosos revolucionarios a la conquista del paraíso perdido.

Venezuela tampoco fue la excepción la lucha armada abrió números frentes en el Oriente, en el Occidente y en las zonas urbanas, la acción militar fue característica común en la de los 60. Para estos movimientos el sueño era la Gran Patria Soviética, o la idílica revolución campesina china, o la autogestionaria Yugoeslavia y finalmente el famoso canto aquel, de que Cuba era un paraíso señores.

La historia misma fue develando la farsa, cayendo uno a uno los mitos y desde mediados de los 80, con la caída de la burocracia soviética y el derrumbe de la Europa comunista del Este, se descubrió ante los ojos de la humanidad el drama y el holocausto vivido por millones de seres humanos en nombre de revoluciones o socialismos inexistentes. En resumen dictaduras militares con puños de hierro asolaron a pueblos enteros.

Esa herencia trágica de la humanidad era representada aún por las FARC, negadas a toda participación política legal e insistiendo en los cruentos métodos rechazados rotundamente por el pueblo colombiano y por los pueblos del resto de América Latina. Hoy las campanas del epílogo tocan también a sus puertas, como lo fue con las nefastas experiencias derrotadas en las etapas ya señaladas.

El duro rostro de la derrota sacude hoy al secretariado de las FARC y al mismo tiempo al gobierno venezolano y al Presidente específicamente, quien jugó a utilizarlas para implantar un proyecto bolivariano continental similar al estalinismo cubano. Por ello es risible la actitud de los arrodillados diputados de la Asamblea Nacional tratando infelizmente de justificar las tropelías del régimen.

Para los pueblos colombiano y venezolano específicamente el jaque mate no es sólo local, permitirá abrir los caminos de la paz a toda nuestra región, con el fracaso definitivo de la lucha armada como vía para solucionar los problemas económicos y sociales que vivimos en todo el continente.

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