Opinión Internacional

Katrina y el poder político

Las imágenes de los terribles daños que a su paso por el sur de los Estados Unidos dejó el huracán Katrina, son de una elocuencia tan grande, que el mundo entero pudo entender inmediatamente que se trataba de una catástrofe colosal de consecuencias tanto ecológicas como sociales.

 
Ante lo ocurrido, la falta de una rauda respuesta por parte de las autoridades federales norteamericanas generó una polémica, cuyas consecuencias políticas están por determinarse. Pero al mismo tiempo, los habitantes de Nueva Orleáns, sabían lo que es un huracán y existía en la región toda una cultura de previsión, la cual permitió la evacuación de millones de personas en menos de 48 horas. Pero no todos los habitantes de esa encantadora ciudad, tienen los medios para costearse una evacuación y las autoridades locales fueron las primeras en dejar desamparados a cientos de miles de ciudadanos, situación ésta que nos mostró cuan cruel pueden ser algunos aspectos del sistema norteamericano.

 
La discusión, más allá de la demagogia de unos y la incompetencia de otros, tiene dos ejes que no hay que perder de vista; como lo son la falta de ayudas oficiales una vez dada la orden de evacuación y la lenta respuesta de las autoridades federales una vez la catástrofe consumada. Sobresaliendo el hecho que un numero importante de miembros de la Guardia Nacional se encuentran emplazados en Irak, que las autoridades civiles fueron sobrepasadas por la magnitud de la catástrofe y que los diques del Mississippi, los cuales debían proteger a la vulnerable ciudad de Nueva Orleáns fueron dejados al abandono cual autopista venezolana. La comisión de investigación que acaba de crear el Congreso norteamericano, sin duda aportará explicaciones y podremos saber, entre otras cosas, si la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA), ese gigante burocrático que la administración Bush ha transformado significativamente, le habría quitado poder a las autoridades locales. 

          De momento, es un hecho que la parálisis intelectual, y la falta de imaginación de las autoridades, antes y después del desastre, trajo como consecuencia una alarmante falta de decisiones políticas que afectó en pleno a la pirámide del poder norteamericano. Un fatal letargo, del cual debe salir lo más pronto posible la primera democracia del mundo y para ello deberá hacerle resistencia a la inescrupulosa demagogia post Katrina que sin rubor ni excepción, ejercen todos sus actores políticos. Por cuanto no se trata de decirle a la población que su seguridad está garantizada, que los riesgos están calculados, que los daños se reparan y que el imprevisto no existe; todo ello dentro de un discurso estrictamente preventivo, cuando al mismo tiempo se le está dando la espalda a la realidad.   

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