Opinión Internacional

La barracuda de Alaska

Sarah Palin se ha convertido en una «celebridad instantánea» no sólo por su sorpresiva nominación como candidata a vicepresidenta en el ticket Republicano de John McCain, sino por su discurso de aceptación en la Convención de St. Paul, Minnesota.

Cerca de 37 millones de estadounidenses siguieron su intervención por televisión, en una suerte de anticlímax político dada la ola de rumores y críticas que siguieron al anuncio de su escogencia como compañera de fórmula del senador de Arizona. Su estreno televisivo a nivel nacional tuvo una audiencia mayor que la ceremonia de inauguración de las Olimpiadas de Beijing, y considerablemente superior al discurso de su homólogo del partido Demócrata, Joe Biden.

Pero, ¿quién es Sarah Louise Heath Palin? La undécima gobernadora de Alaska es una periodista y lideresa conservadora que no tiene pepitas en la lengua y merecida fama de pugnaz y testaruda. Nació hace 44 años en Sandpoint, Idaho, y se crió en Wasilla, Alaska, donde empezó su carrera política en 1992 como concejal, alcaldesa, candidata a vicegobernadora y finalmente jefa del gobierno estadal al ganar las elecciones del 2006, cuando, por cierto, el partido Demócrata recuperó el control del Congreso Federal.

«Sarah who», se preguntaron los reporteros al no más McCain anunciarla como su segunda. Todas las apuestas se vinieron al suelo, y de inmediato se detonó la bomba mediática sobre el personaje y su familia. La prensa gringa más que agresiva es inquisitorial, y las campañas políticas se han convertido en verdaderas pruebas de supervivencia para los aspirantes. Al parecer, la señora Palin está sorteando los primeros misiles con apreciable destreza.

Dos obvias observaciones vienen al caso: la primera es que el «fenómeno Palin» le ha inyectado vigor y efervescencia a la causa Republicana, en una coyuntura desfavorable por el rechazo a la Guerra de Irak y las crecientes dificultades de la economía norteamericana. La segunda, es que después que baje la espuma de su espectacular debut, su conservatismo beligerante puede ocasionar serios problemas con ese electorado centrista que debe ser conquistado para a su vez conquistar la Casa Blanca.

Faltaría agregar que ya Barack Obama no es el protagonista estelar en el escenario opinático de la campaña del 2008. Ahora deberá compartir el estrellato con Sarah Palin, una de cuyas misiones hasta la fecha comicial del 4 de noviembre será, precisamente, atacar como un pitbull al candidato Demócrata, mientras McCain se esfuerza en convencer a los votantes que es él quien representa el cambio en Washington; tarea desafiante, si las hay.

La barracuda que vino de Alaska, llamada así no por sus procederes políticos sino por su talante competitivo desde la escuela secundaria, se las trae y si se lo permiten, también se las lleva. Con todo y pico de plata, Joe Biden no debe sentirse muy ilusionado de debatir con esa rival.

Pero el debate que en verdad será cuesta arriba es el que deberá librar Sarah Palin para persuadir a la mayoría que ella calza los puntos de un eventual Comandante en Jefe, en un país con dos guerras asiáticas, una economía debilitada, una polarización socio-cultural y una dependencia energética que se muerde la cola… o las aletas.

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