Opinión Internacional

La Cumbre de Lima: queda mucho por hacer

Es un acontecimiento en si mismo la V Cumbre de los 60 jefes de Estado y de gobierno de la Unión Europea (UE) y América Latina y el Caribe (ALC). Las cuatro cumbres precedentes, efectuadas cada dos años –Río de Janeiro, Madrid, Guadalajara y Viena–, han sido hitos en la historia de las relaciones entre las dos regiones que guardan el mayor cúmulo de valores, cultura y vivencias comunes entre todas las sociedades del mundo. América –la del Norte y la del Sur-, más para bien que para mal, es una extensión cultural de Europa; pero con identidad y aspiraciones propias y autónomas y con no pocas frustraciones y ambivalencias existenciales.

Desde la primera reunión de ministros de Relaciones Exteriores en Río de Janeiro en 1990, una innovadora visión y estrategia persigue superar las anteriores etapas signadas por el dominio colonial e imperial, o por la indiferencia. El espíritu y razón de las cinco cumbres responde a la convicción y al propósito de rescatar y potenciar ese prodigioso y contradictorio acervo histórico y cultural sobre la base de valores compartidos de democracia, libertad, equidad y cohesión social y protección de los derechos humanos.

ANTECEDENTES Y PROGRESOS DESDE 1990:

Durante buena parte de la segunda mitad del siglo XX, Europa, en alguna medida, dejó el campo abierto a la poderosa influencia de los Estados Unidos en la región latinoamericana y caribeña. El Viejo Continente se concentró en recuperarse de la devastación material y espiritual causada por la II Guerra Mundial, en jugar un rol pasivo dentro de la alianza occidental en su confrontación con el bloque soviético y en formar su unión aduanera y más tarde su mercado único; mientras descuidaba a sus primos hermanos latinoamericanos y se quedaba rezagada ante la exportación de capitales estadounidenses y frente a la avanzada comercial, tecnológica y cultural de la gran potencia norteamericana en la región.

Todo ello comenzó a cambiar a partir de 1986, con el ingreso de España y Portugal a la Comunidad Europea, países que reforzaron en forma determinante la tradicional vinculación histórica y cultural de Italia como puentes entre Europa y Latinoamérica. La democratización y las reformas económicas y sociales de los países al sur del Río Grande, la globalización y el regionalismo abierto sellaron el reencuentro humano entre ambas regiones, reforzado por un siglo de ingentes corrientes inmigratorias desde el Viejo al Nuevo Mundo. Ha nacido un nuevo ínter-regionalismo trasatlántico.

Las relaciones entre Estados-nación y entre regiones no son por supuesto un asunto de filantropía (aunque si pueden responder a principios de solidaridad dentro de determinadas condiciones). En las últimas dos décadas, Europa y América Latina y el Caribe han construido nuevos lazos políticos, económicos, sociales y culturales. La Unión Europea es el segundo socio comercial de la región.
El comercio birregional se elevó a 160 mil millones de euros en 2007, 50% mayor al nivel alcanzado en 2003. Latinoamérica y el Caribe han pasado de mostrar un déficit comercial a finales de la década pasada, a un superávit del 5,6% del comercio total. Ello se debe más al incremento internacional en los precios de las materias primas que a un aumento de los volúmenes exportados.

La composición del comercio, sin embargo, mantiene similares tendencias, con una leve mejoría para la región latino-caribeña. La UE exporta maquinarias, equipos industriales y de transporte y productos petroquímicos, principalmente, todos de alto valor agregado; mientras que Latinoamérica y el Caribe exportan materias primas agrícolas y minerales, petróleo y carbón, tejidos, artículos de confección y algunas maquinarias y equipos de transporte.

No obstante la vigorización del comercio birregional, hay espacio para crecer. El comercio con Norteamérica sigue siendo predominante, sobre todo con México, Centroamérica y los países de la Comunidad Andina, incluyendo a Venezuela. Europa representa el 14% del total de las exportaciones latinoamericanas, aunque constituye más del 20% para los países del MERCOSUR y Chile. Gracias a los acuerdos de concertación política, asociación y libre comercio y cooperación de IV generación, suscritos por la UE con México y Chile en 2000 y 2003, el comercio con estos países se ha incrementado en un 70% y un 250%, respectivamente, además de los flujos de inversión y los fondos de cooperación.

La Unión Europea se ha convertido también en el primer inversionista extranjero en la mayoría de los países latinoamericanos
, principalmente los del Cono Sur (Argentina, Brasil y Chile). Las inversiones europeas en la región ascienden a 400 mil millones de euros y representan el 12% de la inversión extranjera directa de la UE. Durante más de una década la Unión Europea y sus Estados miembros se han constituido también en los primeros donantes de fondos de cooperación técnica y financiera
de toda la región latino-caribeña. Sólo en 2004, los fondos europeos no reembolsables alcanzaron la suma de 3 mil millones de euros.

LA AGENDA DE LIMA Y LA ASOCIACIÓN ESTRATÉGICA:

Los principales temas de la agenda de la Cumbre de Lima –pobreza, desigualad, inclusión social, desarrollo sustentable, cambio climático y energía–, son sin duda representativos de los más acuciantes desafíos de la Humanidad; pero ambas regiones deben registrar progresos más sustantivos en el logro de la asociación estratégica birregional, definida en la I Cumbre de Río de Janeiro en 1999.

No son menos importantes temas como la agricultura, los subsidios agrícolas, el comercio de servicios, las medidas anti-dumping, los impuestos compensatorios, la inversión, la facilitación del comercio y el acceso a mercado de los productos latinoamericanos a la Unión Europea, sin contingentes ni trabas arancelarias y para arancelarias.

Si bien las cumbres, para ser efectivas, requieren concentrarse en pocos tópicos con agendas y programas realizables, el avance en los acuerdos de asociación y liberalización comercial asimétrica entre la UE y MERCOSUR, la Comunidad Andina y Centroamérica pondrán a prueba la viabilidad y materialización de la asociación estratégica. Quien expuso con más claridad este desafío fue el presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero.

El anuncio del presidente Alan García de que la UE y la CAN han logrado alcanzar un acuerdo flexible que permitirá que al tratado de asociación se adhieran en tiempos y aspectos distintos, es una salida política a la división interna en los países andinos. La propuesta de la canciller alemán, Angela Merkel, tomó cuerpo, inspirada en la experiencia real de los Estados Unidos luego del estancamiento del Tratado de Libre Comercio de las Américas (ALCA). La virtual parálisis de las negociaciones del tratado de asociación entre la UE y MERCOSUR es una expresión fehaciente de que la relación birregional marcha a velocidad de morrocoy.

Los europeos no entienden por qué América Latina camina con tanta lentitud en sus propios esquemas de integración; pero tampoco la región comprende por qué los europeos hacen el juego entre la suscripción de acuerdos de asociación y la interminable ronda de la OMC, sin que avance sustantivamente ni el uno ni la otra. Es necesario que ambas regiones no eludan sus responsabilidades y tomen el toro por los cachos y concreten sus tratados de asociación de IV generación.

UNA NUEVA INICIATIVA SOLIDARIA DE EUROPEA

Deseos no preñan, dice la sabiduría popular. La retórica no crea empleo ni aumenta el ingreso; pero el acceso a mercado si. La Declaración de Lima como manual de buenas intenciones no saca a ningún latinoamericano de la pobreza, ahora agravada por la crisis mundial de alimentos. El comercio de mercancías provenientes de actividades licitas si crea empleo y reduce la pobreza.

Es en el comercio y la inversión donde se probará la asociación estratégica euro-latinoamericana. Cierto es que hay un boom internacional en los precios de las materias primas que favorece a los exportadores latinoamericanos, quienes además pueden vender sus mercancías en euros. La inversión hay que estimularla y ofrecer mayores garantías de seguridad jurídica.

Ante la crisis planetaria de alimentos, la Unión Europea debe dar un paso adelante y ofrecer a MERCOSUR, la CAN y Centroamérica una propuesta ambiciosa y solidaria que los latinoamericanos no puedan rehusar, con desgravaciones arancelarias y asimétricas, rápidas y amplias, avanzar genuinamente en el desmantelamiento de los subsidios agrícolas y propiciar sin ambages la desaparición de trabas para-arancelarias. El aumento de los fondos de cooperación al desarrollo y de los flujos de inversión directa completará el nuevo círculo virtuoso euro-latinoamericano.

Una Europa más solidaria y generosa frente a las legítimas aspiraciones latinoamericanas allanará el camino hacia una auténtica asociación estratégica, contribuyendo a eliminar la pobreza y a disminuir las tensiones e inequidades sociales que son el caldo de cultivo para soluciones violentas que en nada favorecen a la profundización de los procesos democráticos de la región.

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