Opinión Internacional

La Cumbre euro-latinoamericana de Santiago

La verdadera expresión de la Asociación Estratégica (I Cumbre de jefes de Estado y de gobierno, Río de Janeiro, 1999) entre la Unión Europea y América Latina y el Caribe está representada por los Tratados de Asociación de IV Generación, los cuales descansan sobre tres pilares: 1.- diálogo político, democracia y derechos humanos; 2.- cooperación al desarrollo, sociedad del conocimiento y desarrollo sustentable; y 3.- zona de libre comercio asimétrica y protección recíproca de inversiones.

La de Santiago (22 y 23 de enero de 2013) fue en rigor la VII Cumbre Birregional, y la primera con la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños –CELAC-, fundada en Caracas en 2011. El germen de la Alianza Estratégica Birregional se remonta a la Declaración de Roma de 1990, la cual institucionalizó el diálogo político a nivel de cancilleres entre la Unión Europea y el Grupo de Río. La primera reunión ministerial se celebró en Luxemburgo, en 1991. El Grupo de Río, cuyo antecesor –el Grupo Contadora- fue una iniciativa de la diplomacia venezolana, fue durante dos décadas el interlocutor político de la Unión Europea con la región latino-caribeña.

El rescate de la democracia y la caída de las dictaduras militares latinoamericanas (años ochenta), el relanzamiento de la Comunidad Andina y la firma del Tratado de Asunción que dio origen al Mercado Común del Sur (años noventa), fueron hitos en la renovada atención que Europa brindó a Latinoamérica; región que además aplicó políticas de apertura económica acompañadas de estrategias de reivindicación social y reducción de la pobreza. La Unión Europea, por su parte, consolidaba su  mercado único a partir de 1993, al instituir la libre circulación de bienes, servicios, capitales y personas, y sentar las bases de la unión económica y monetaria (1999).

Pese a que falta mucho por perfeccionar la Asociación Estratégica, vale la pena recordar que fue en un informe presentado por el eurodiputado español José Ignacio Salafranca, actual co-presidente de la Asamblea Parlamentaria euro-latinoamericana, que se propuso, en 1999, suscribir un tratado integral de asociación entre ambas regiones. Otro eurodiputado español, Manuel Medina Ortega, se destacó en los años 90 como baluarte del relanzamiento de las relaciones euro-latinoamericanas al frente de la Delegación para América del Sur del Parlamento Europeo.

Desde la Comisión Europea, dieron impulso a la alianza euro-latinoamericana los presidentes Jacques Delors y Romano Prodi, la vicepresidente Loyola de Palacio, y los comisarios de Relaciones Exteriores Abel Matures y Manuel Marín. Merecen reconocimiento eurodiputados como Rolf Linkhor, Gerardo Galeote, Mónica Frassoni, Sergio Marques, Laura González e Isidoro Sánchez García; los directores de la Comisión Europea para América Latina José Miguel Anacoreta Correia, Francisco da Camara y Tomás Duplá del Moral; el director de la Agencia de Ayuda Humanitaria EuropAID Fernando Cardesa; y otros funcionarios de alto nivel como Alberto Navarro, Daniel Calleja y José Javier Gómez Llera,

No menos relevante fue el trabajo tesonero del competente grupo  de embajadores latinoamericanos en Bruselas, entre ellos, Juan José Uranga y Roberto Lavagna (Argentina); Arturo Liebers y Carlos Ríos (Bolivia); Jorio Dauster, Clodoaldo Hugueney y José Alfredo Graça-Lima (Brasil); Roberto Arenas y José Antonio Vargas Lleras (Colombia); René Mujica (Cuba); Patricio Layva y Gonzalo Arenas (Chile); Joaquín Rodezno (El Salvador); Alfredo Pinoargote y Méntor Villagómez (Ecuador); Yolette Azor-Charies (Haiti); Alejandro Ulloa (Hondoras); Manuel Armendáriz, Jaime Zabludovsky y Porfirio Muñoz Ledo (México); Rolando Guevara (Panamá); Manuel Cáceres (Paraguay); José Antonio Arróspide y José Urrutia (Perú); y Clara Quiñones (República Dominicana).

A la fecha, están en vigor los Tratados de Asociación de la UE con Centroamérica, Colombia, Chile, México y Perú. Las negociaciones con Mercosur, iniciadas en 2000,  suspendidas en 2004 y recomenzadas en 2010, deberían cobrar nuevo impulso después de la Cumbre de Santiago. La crisis económica mundial ha ralentizado las negociaciones, aunque el comercio birregional se ha duplicado en la última década (€201 millardos) y la UE, con un acervo de inversiones directas de €385 millardos y una cooperación financiera de €2,7 millardos, es el primer inversionista y donante de fondos no reembolsables en América Latina y el Caribe.

Es necesario advertir que durante la primera década del siglo XXI la consolidación de la Alianza Estratégica se ha visto perjudicada por numerosos factores, más allá de las resistencias proteccionistas existentes en Europa y Mercosur, particularmente; o de la paralización de la Ronda Doha en la Organización Mundial de Comercio. Después de la crisis financiera de 2008 el proteccionismo solapado en ambas regiones no ha dejado de asomar su fisonomía. Los mayores socios del Mercosur han aplicado medidas de protección de diversa índole, y algunos dudan inclusive que el bloque se consolide en función de las diferentes etapas de integración que debe cumplir. Su estructura institucional continúa siendo muy frágil.

La Unión Europea, por su parte, no sale de la crisis desde hace cinco años. Sus mercados de bienes, servicios y factores son inflexibles. Su productividad se observa rezagada frente a Estados Unidos; y la industrialización asiática, particularmente de China e India, le pisa los talones. En los próximos años, Europa deberá concentrarse en fortalecer su unión económica y monetaria. Ha dado los primeros pasos para la conformación de una unión fiscal y de una autoridad financiera supranacional; tareas nada fáciles. Y como si fuera poco, el gobierno conservador de David Cameron plantea ahora, inoportunamente, la realización de un referéndum sobre la posible salida del Reino Unido de la Unión, mientras presiona por una renegociación total –fácticamente imposible- de sus condiciones de adhesión.

Aunque la Cumbre de Santiago representa un pequeño avance en la formación elusiva de la Asociación Estratégica, la Unión Europea, como primer bloque económico y comercial del mundo, podría, con mayor voluntad política, destrancar las negociaciones comerciales estancadas en la Organización Mundial de Comercio y ofrecer al Mercosur un pliego de desgravámenes comerciales y concesiones en materia de acceso a mercado, subsidios y agricultura, mucho más audaz y atractivo del que han estado dispuestos a otorgar hasta el presente.

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