Opinión Internacional

La integración como proyecto nacional-regional

Los resultados de la reciente visita del Presidente argentino Néstor Kirchner y los alcanzados en la efectuada por el Presidente Chávez a Dominica y San Vicente y Las Granadinas contrastan abiertamente con las declaraciones suscritas por los Jefes de Estado y de Gobierno en las Cumbres de América del Sur y del MERCOSUR celebradas, su orden, en diciembre de 2006 y en el mes de enero pasado.

Mientras en cada una de las dos Cumbres mencionadas apenas si se suscribieron los documentos formales que se esperaría surgieran de reuniones presidenciales, de las visitas realizadas por los primeros mandatarios de Argentina y Venezuela surgió, y en algunos casos se concretaron, una serie de proyectos directamente relacionados con el desarrollo económico de los países involucrados en las actividades de carácter bilateral. Los sectores energético, agrícola, financiero, infraestructura y científico-tecnológico, entre otros, fueron objeto de tratamiento destacado en ocasión de los encuentros llevados a cabo. Esos resultados estimulan la reflexión acerca del estilo que se está ensayando en Latinoamérica y el Caribe para instrumentar proyectos que efectivamente contribuyen a concretar la integración en la región.

Ese nuevo estilo integracionista, al fundamentarse en la solidaridad y la cooperación entre los estados, rescata los conceptos básicos que orientaron los planteamientos originales que sobre la integración hiciera la CEPAL a fines de la década de los cincuenta del Siglo XX que inspiraron la creación del Mercado Común Centroamericano y de la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC). Pero, ése definitivamente no constituye el mérito cierto de las acciones desplegadas. El mérito radica en la ejecución de hechos concretos que, como indicamos anteriormente, están vinculados con exigencias que plantea la evolución de las políticas de desarrollo en cada uno de los países y que contrastan también, con los preceptos y las acciones desarrolladas en el contexto de la integración de inspiración neoliberal que prevaleció hasta hace poco.

Esa primera reflexión nos lleva a destacar que los acercamientos de índole bilateral no se oponen a la eventualidad de conformar un proyecto multilateral de integración. Por el contrario, a la larga, serán ellos la base sobre la cual se construya ese proyecto.

Una segunda conclusión se refiere al hecho que definitivamente se ha superado el ámbito puramente comercialista que caracterizaba a la integración en el pasado, para hacerse efectiva en otros sectores, con lo cual la integración adquiere, o rescata, la esencia política que siempre debió signarla. Solo así, el proceso integracionista adquirirá valor determinante en las estrategias de desarrollo nacionales y, por qué no pensarlo, como herramienta esencial para la conformación de un proyecto de dimensión regional de carácter comunitario.

Por último, una tercera reflexión se refiere a la institucionalidad existente en la región y su utilidad para atender los requerimientos que le está imponiendo la realidad integracionista actual. Definitivamente, los tratados o acuerdos vigentes ya no atienden adecuadamente a esos requerimientos y, salvo en algunos casos muy específicos vinculados con el relacionamiento comercial con terceros países, los convenios suscritos en el marco de la nueva diplomacia prevaleciente, no son incorporados al acervo de ninguna de las instituciones existentes. Más allá de ello, ni siquiera se constituyen en punto de partida para las acciones puestas o por ponerse en marcha como resultado de esos convenios.

El nuevo estilo de integración, político, multifacético, basado en la cooperación, que revaloriza el papel de los estados y estrechamente vinculado con el desarrollo económico y social de los países está marcando la pauta para el desenvolvimiento de un proceso histórico de una envergadura que bien podría asemejarse, mas que a un proyecto nacional, a uno de carácter regional. Pero no simplemente a uno multilateral entendido éste bajo los tradicionales, y superados, conceptos de la integración comercial, sino a uno que, paulatinamente, va surcando su camino al amalgamar intereses conjuntos para contribuir a la solución de problemas comunes.

En momentos cuando la correlación de fuerzas favorece, no solo a la integración, sino al despliegue de acciones que tanto en lo nacional como en lo internacional procuran marcar un perfil y una identidad propia para la región, deberá seguirse transitando el sendero para hacer realidad esa esperanza que forjaron nuestros precursores al fundar las repúblicas. Eso, mas que una oportunidad histórica, es un compromisos con los pueblos que, por fin, alzaron su voz para exigir su liberación y su inclusión.

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