Opinión Internacional

La integración latinoamericana, retos

¿Se está integrando Latinoamérica?

La posible integración latinoamericana, pese a los avances que en esa materia se han materializado, es un tema que todavía dista mucho de agotarse. La discusión sobre el asunto abunda en evaluaciones y propuestas. La diversidad de los países latinoamericanos y del Caribe, aun en el marco de un conjunto significativo de coincidencias, retrasa hechos de asociación más trascendentales.

Los fenómenos de sub integración regional son hasta ahora los que privan y la coordinación entre ellos de posibles alianzas luce todavía distante, aunque sin duda mucho más próximo que antes. Experiencias adelantadas y de acabada presentación, como la (%=Link(«http://www.europa.eu.int/»,»Unión Europea»)%) sirven de estímulo en tal sentido. No obstante, la conciencia del demorado proceso de integración de los países europeos y los contratiempos que todavía enfrentan, hacen también reflexionar. Aun, pese a sus logros, después de un camino de cincuenta años, la U.E. es en realidad un castillo de naipes, muy bien estructurado pero débil en bases que si bien su deterioro no acabaría a priori con la unión, si se continuaran retrasando el alcance de planes acabados de la misma.

En la esfera latinoamericana el fenómeno es más dramático, la similitud de aspectos entre los países latinoamericanos no ha sido prudentemente explotado. La carencia de una voluntad política conjunta ha hecho que priven los pequeños grupos regionales por encima de la posibilidad de una entidad internacional más amplia y provechosa para todos los países de la región. Este mismo inconveniente se ha visto presente, salvando las distancias y características particulares, en otras latitudes como Asia y Africa. En tales regiones, es también la integración un proceso accidentado, de contradicciones y ambiciones por parte de algunos actores.

La presencia inamovible, estructural en el continente de los EE.UU., primero en su condición de superpotencia y hoy día en la de potencia global, ha sido también un factor de incidencia sustancias en los proyectos integracionistas hemisféricos. Principal socio comercial de la mayoría de los países americanos y punto de referencia obligado en el ámbito del crecimiento o el estancamiento económico, el movimiento diario de la sociedad estadounidense y sus intereses hemisféricos condiciona las decisiones de las elites políticas latinoamericanas. La mayoría de ellas, aspiran trabar los lazos más estrechos posible con Washington y en algunos casos parecerse también todo lo posible. En muchos caso, esto ha distorsionado la relación entre pares americanos e incluso ha trastocado ampliamente el avance de los mismos acuerdos sub regionales (CAN / MERCOSUR / CARICON, Grupo de los Tres, etc.).

En este sentido, aun cuando experiencia como la del (%=Link(«http://www.mercosur.org/»,»MERCOSUR»)%) (Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay, Chile), ha rendido aparentemente frutos considerables, la relación intra grupo y más todavía exra ente, siguen siendo complejas y de tensión en algunos casos. Colombia y Venezuela, socios doblemente en la (%=Link(«http://www.comunidadandina.org/»,»CAN»)%) y el G3, sostienen hoy día diferencias sustanciales en materia de tráfico comercial fronterizo y a nivel político. El intercambio comercial entre ambas naciones ha disminuido en los dos últimos años pasando de unos 4 mil millones de dólares a unos US$ 2000.

Las posibilidades de cooperación e integración de grupos como MERCOSUR y la CAN, se ven amenazadas por las inconsistencias políticas, económicas y sociales de los países de ambos bandos, especialmente de aquellos países institucionalmente débiles, como lo son casi todos, con democracias incipientes siempre amenazadas por la sombra del militarismo y el autoritarismo. Para nadie es un secreto, que detrás de cada gobierno “democrático” latinoamericano el fusil guarda una vigilancia silente y en algunos casos con voz activa en el marco de las discusiones de la construcción de la sociedad. En algunos casos gobiernos democráticos conviven con sociedades que no lo son tanto.

Asimismo, la posibilidad de un acuerdo regional hemisférico, con la participación de los EE.UU., deja también en sus penso el hecho de que alcance el tiempo para que previamente los latinoamericanos se unan en causas comunes. Washington, además de estar impulsando una política militar activa y un nuevo enfoque de su política energética, está también propulsando con fuerza la idea de la integración del continente a través del (%=Link(«http://www.ftaa-alca.org/»,»ALCA»)%). Pero ¿cuáles son los retos de socios que se intentan unir en tanto poseen profundas asimetrías?

Los retos

Las relaciones entre países o regiones deben resultar provechosas para todas las partes: no para todos los sectores o actores individuales, pero sí para cada uno de los países o regiones. Tratándose de países cuyo nivel inicial desenrollo económico es desigual, la pregunta es ¡bajo que condiciones de intercambio pueden resultar beneficiosos para los socios más débiles?

Esta pregunta se plantea dentro de cada región: en la Unión Europea, a Grecia y, mañana, a nuevos miembros de Europa Central; en el (%=Link(«http://www.nafta.net/»,»NAFTA»)%) a México frente a los EE.UU.; en la Comunidad Andina o el Mercosur, a Bolivia; en MCCA, a Honduras o Nicaragua; al MCCA en su conjunto frente a sus vecinos. También se plantea, frente al norte, a América Latina en su conjunto o a sus áreas de integración. En realidad, en la mundialización de hoy, la pregunta vale para cualquier país o región cuyos productos no dependan en forma crucial de los de transporte.

La pregunta abarca varios riesgos, todos muy actuales. Primero, esfuerzos para mejorar la competitividad llevan, en el mundo entero, a comprimir los costos de producción. Son sobre todo los salarios. También son los cargos fiscales y sociales, y por lo tanto la capacidad del Estado de brindar protecciones sociales. Con el riesgo de que varios países se neutralicen mutuamente en cuanto a competitividad –pero suman los efectos perversos que de ahí resultan: daños humanos y, en el orden estrictamente económico que supuestamente los “justifica”, un impacto restrictivo sobre los poderes adquisitivos, luego sobre la demanda global de bienes y servicios ene le mundo.

Segundo, los países menos avanzados se preocupan mayormente de explotar sus ventajas comparativas en recursos naturales y una mano de obra barata. Lo que, a largo plazo, no rinde. Por un lado, los recursos naturales y su primera elaboración de deja valorizar cada vez menos en comparación con los precios de los bienes manufacturados o de los servicios que se requieren comprar y que incorporan cada vez más valor agregado, bien remunerado. O lo que es lo mismo, se evidencia una mayor acentuación en la asimetría en los términos de intercambio. Por otro lado, la mano de obra se mantiene barata como para vender barato. En ambos casos, el poder de compra que el país saca de su comercio está expresamente limitado, tanto en términos de capacidad de importar a partir de recetas de exportación, como en términos del poder adquisitivo que la formación de ingresos permite expresar ene l mercado doméstico. Tales estrategias pueden sostener la actividad y la exportación, pero no aseguran el crecimiento ni el bienestar. Se corre el riesgo de un inmizering growth: la expansión de la producción y exportación se hace al costo del bienestar.

Tercero, un área inicialmente poco desarrollado y que sigue ese camino en un contexto de competencia abierta, corre el riesgo de quedarse atrás y de seguir constituyendo para sus socios el tanque de materias primas o de mano de obra barata que está al inicio: hablamos acá de un efecto mezzogiorno, alusión a la experiencia que desde cuarenta años y sigue teniendo el sur de Italia, mientras la integración europea le aseguraba un auge espectacular las provincias del norte.

Una política industrial y de inversión humana

Atraer inversiones

La solución pasa por la atracción de inversiones en actividades diversas y generadoras de cuanto valor agregado sea compatible con las calificaciones de la mano de obra y demás factores de interés para los inversores.

Atraer inversiones es el objetivo de los programas de ajuste estructural, inspirados por el consenso de Washington y por donde las instituciones financieras internacionales buscan conciliar las limitaciones de la deuda externa con las exigencias financieras de un mínimo desarrollo. Impuestos desde la crisis de la deuda, casi veinte años atrás, los factores relevantes ya se conocen –con el riesgo de que se vean condiciones suficientes ahí donde solo tenemos condiciones permisivas. Son la estabilidad Macroeconómica, la credibilidad política, la seguridad jurídica: todos elementos de la celebrada good governance. Son también inversiones públicas en infraestructura (un capital colectivo) y en educación (un capital humano).

A todo aquello, valga añadir condiciones motrices: más que simplemente necesarias, aunque no suficientes. Tendrían propósito de aumentar la competitividad estructural del país (su non-price competitiveness) al implementar una política industrial. Involucraría tanto al sector privado como los poderes públicos y buscaría desarrollar, además de los equipos colectivos ya mencionados:

  • Productos intermedios que sólo necesitan de una tecnología mediana, al alcance del país, así como servicios (V,D. Norman & A.J. Venables, 1993): externalidades privadas que completen las públicas.
  • Un capital humano que permita adoptar tecnologías cada vez más elaboradas, luego la producción de bienes que se dejen valorizar mejor en los mercados internacionales.

Muy presentes tanto en los debates académicos como en las decisiones concretas de inversores, aquellas condiciones son muy ausentes a los debates políticos: hoy por hoy, la moda hace que toda política económica parezca sospechosa… Tomar todos aquellos factores en serio tendría sin embargo una doble consecuencia favorable:

Primero, la diversificación de equipos y actividades prepararía un “nicho” que pueda atraer inversiones más sofisticadas. Con el efecto inducido de que continúe una dinámica de desarrollo en la industria y los servicios (V.D.Norman& A.J. Venables, 1993)

Segundo, el auge gradual de actividades con un valor agregado mayor y mejor valorizado, induciría una mayor distribución de ingresos en el país, permitiendo el desarrollo del mercado interno, el auge de un abanico cada vez más amplio de empresas de tamaño más menos reducido, que necesiten de tecnologías limitadas y puedan brindar oportunidades de empleo numerosas y de toda calificación.

En su conjunto, esos círculos virtuosos asegurarían un desarrollo económico y las bases materiales de un desarrollo. Es por un proceso similar que los países del sureste de Asia, por ejemplo, llegaron a ser para Estados Unidos o Europa, primero fuertes competidores, luego competidores (más aguantables) y clientes.

Consideraciones para las posibilidades de integración latinoamericana

La democracia y la paz, valores realidades que se han generalizado en América Latina y el Caribe, constituyen la base de las sociedades nacionales y en consecuencia el fundamento para la inserción de la región en la economía mundial, sobre la base de los parámetros occidentales. La promoción del desarrollo y la equidad de un marco de paz y democracia es el desafío crucial de la región. Para enfrentarlo se necesitan políticas capaces de satisfacer las necesidades y expectativas de la población, lo que incluye la lucha contra la pobreza y la desigualdad.

La experiencia de los países de América Latina y el Caribe en un mundo crecientemente globalizado durante la última década muestra que resulta necesario emprender políticas activas de inserción en la economía mundial. Una actitud pasiva ante los cambios del entorno no permite aprovechar a plenitud las oportunidades que ofrecen el progreso tecnológico y la profundización de las interacciones económicas internacionales e incrementa la vulnerabilidad ante las fluctuaciones y los impactos externos que emergen de la propia globalización.

La estabilidad económica alcanzada por la mayoría de los países de la región durante la década de los noventa corre graves peligros si no se adaptan políticas nacionales que se emprendan. La estrategia de apertura unilateral y de sometimiento a los dictados del mercado que ha predominado en los últimos años ha mostrado limitaciones con respecto a la propia estabilidad y a las perspectivas de crecimiento económico. Además ha sido notablemente insuficiente para hacer frente a los problemas sociales y para promover la equidad, que son objetivos ampliamente compartidos por los países de la región.

A nivel internacional se reconoce de manera cada vez más explícita que las políticas basadas en el llamado “Consenso de Washington” son cuando menos incompletas y que se necesita, en consecuencia, un enfoque más activo que tenga como objetivo enfrentar problemas para los que dichas políticas no ofrecen solución.

Una orientación de las relaciones económicas internacionales que permita aprovechar los aspectos positivos de la globalización y minimizar sus efectos negativos requiere de acciones concertadas por parte de la comunidad internacional. Para que éstas sean efectivas es necesario que se tomen en cuenta y se vislumbre soluciones para los problemas de los diferentes actores de la vida económica internacional. En particular que se reconozcan las asimetrías entre las diferentes economías nacionales y entre agrupamientos subregionales y se ataquen los problemas específicos de las economías emergentes o de desarrollo intermedio, así como las de los países de menor desarrollo económico relativo.

En este contexto, los programas de desarrollo –al igual que los de ajustes y estabilización- deben ser considerados como propios por las respectivas sociedades nacionales. Esto requiere de una amplia participación de los países en desarrollo en el diseño de las normas y mecanismos de carácter internacional, lo que implica una mayor presencia de los países en desarrollo en los procesos internacionales de toma de decisión.

En el caso de América Latina y el Caribe es posible una participación significativa en los programas y políticas que se adopten, debido al avance que se ha producido en cuanto a vigencia de las instituciones democráticas en la región. Las instituciones financieras internacionales han subrayado recientemente la necesidad de que las sociedades consideren como propias las políticas que emprenden, lo que abre una posibilidad de un diálogo más franco y abierto con ellas y sus demás países miembros, que los países de la región no deberían desperdiciar.

La inserción exige concertación de políticas entre los países de América Latina y el Caribe y coordinación de posiciones en los foros económicos internacionales. Las posibilidades de los países individuales, particularmente las de los más pequeños y las economías intermedias de influir en la canalización de las tendencias originadas por la globalización son muy reducidas. Resulta, por lo tanto, indispensable aunar esfuerzos y presentar posiciones compartidas ante la comunidad internacional. La formación de bloques regionales y los avances en la integración regional aportarían credibilidad a las posiciones conjuntas.

Inserción e integración deben considerarse como fenómenos complementarios y la estrategia regional a seguir pudiera definirse como inserción con integración.

Los procesos de integración en la región, pese a sus dificultades y precariedades, han logrado avances razonables durante la década de los noventa, particularmente a través de la consolidación y profundización de las integraciones subregionales y de la suscripción de acuerdos de libre comercio. Sin embargo, estos desarrollos no son suficientes en la mayoría de los casos para determinar las modalidades del proceso de inserción de sus países miembros en la economía mundial. Por ello se ha tendido a crear espacios de integración más amplios como la zona de Libre Comercio de la Comunidad Andina y MERCOSUR, y sus países asociados, cuya importancia subrayaron enfáticamente los Presidentes de América del Sur en la reciente cumbre de Brasilia.

Los avances y los esfuerzos de integración se han concentrado en el pasado particularmente en las relaciones comerciales o para-comerciales. Los objetivos de los acuerdos subregionales de integración y las exigencias de la inserción, sin embargo, requieren una integración más amplia y más profunda. En el ámbito económico, la coherencia y coordinación de las políticas Macroeconómica. Y en otros ámbitos, la cooperación en aspectos sociales, políticos, de infraestructura, institucionales y culturales.

Debido a la manera como ha evolucionado la integración en América Latina y el Caribe, la modalidad más expedita para una forma de inserción en la economía mundial favorable para los países de la región es mediante la articulación de los procesos subregionales de integración y de los acuerdos de libre comercio. Esta no debería limitarse ni estar supeditada a los avances que se logren en los aspectos comerciales o económicos en la integración política, física, social y cultural, con una secuencia que no necesariamente sea la de experiencias previas en la región o fuera de ella.

Desde el punto de vista regional, se presenta como un problema la articulación y convergencia de procesos de América del sur con los de Centro América y el Caribe. La compatibilidad y convergencia entre ellos son indispensables para evitar una fragmentación de la región y para asegurar una inserción positiva de sus países en la economía mundial.

Sobre las bases de tales consideraciones, los países de América Latina y el Caribe pudieran plantearse:

  1. Promover que todas las agrupaciones subregionales de integración de América Latina y el Caribe adopten la cláusula Democrática, en el marco de sus instrumentos jurídicos propios.
  2. Diseñar una estrategia de desarrollo e inserción regional que tenga como objetivos promover el desarrollo, la equidad y la lucha contra la pobreza y disminuir la vulnerabilidad ante los impactos económicos externos.
  3. Participar activamente, y de manera, coordinada, en los foros y debates internacionales relativos al desarrollo, al comercio internacional, al sistema financiero internacional y al financiamiento del desarrollo, procurando una mayor presencia en los mismos de los países en desarrollo.
  4. Replantear el alcance y las modalidades de las condiciones exigidas por las instituciones financieras internacionales en sus programas y proyectos y participar activamente en la formulación de las mismas actualmente en curso.
  5. Negociar una mayor apertura de los mercados en los países desarrollados a las exportaciones de los países en desarrollo, particularmente en los productos agrícolas y otros en lo que cuentan con ventajas competitivas.
  6. Insistir en la necesidad de revisar y fortalecer el concepto de trato preferencial o especial y diferenciado el Sistema Generalizado de Preferencias, tomando en cuenta las realidades cambiantes de comercio internacional y de la producción globalizada.
  7. Promover una ronda de negociaciones comerciales multilaterales orientadas por un mayor grado de equilibrio y simetría entre los derechos y compromisos de países desarrollados y los que están en vías.
  8. Enfocar de manera explícita el vínculo existente entre las posiciones que se adoptan en la agenda económica internacional y la política exterior de los países y grupos subregionales de América Latina y el Caribe.
  9. Convocar una reunión de alto nivel de ministros de economía y finanzas de la región para discutir la agenda de la región sobre las materias a su cargo, en particular la arquitectura del sistema financiero internacional.
  10. Presentar una posición conjunta en la reunión de alto nivel sobre financiación del desarrollo prevista para este año 2001 en la ONU.
  11. Revitalizar los foros propios de los países en desarrollo para que, entre otros objetivos, se pueda realizar un seguimiento efectivo a los compromisos contraído por los países desarrollados ante la comunidad internacional y definir cuales foros se privilegiarán para discutir los diferentes temas de la agenda económica internacional
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