Opinión Internacional

La llaga

Temps Modernes, la extraordinaria revista francesa que dirigía Jean Paul Sastre, publicó en 1967 un número especial dedicado exclusivamente al conflicto árabe-israelí. Fue poco después de la guerra de los seis días, aquella bélica acción relámpago en que el general Mosche Dayán le demostró al mundo cuánto pueden aprender las víctimas de sus victimarios. Pues dicho despliegue relámpago y mortífero que llevó a extender las fronteras del joven estado israelí con una rapacidad inédita en una nación recién constituída sólo tenía antecedentes históricos en las campañas militares del imperialismo hitleriano.

La historia posterior ha demostrado hasta que insólito punto se ha verificado una simbiosis entre los descendientes de las víctimas del holocausto y sus carniceros de Auschwitz y Treblinka. Escuchando los despropósitos de Ariel Scharom y el extremismo bélico con que reaccionan sus tropas, no puede uno menos que darle la razón a los psiquiatras que postularon el famoso síndrome de Estocolmo, ese proceso psicótico que lleva a las victimas de un plagio a asumir los puntos de vistas y las razones de sus secuestradores. Ante la ferocidad del extremismo gobernante en Israel ¿deberemos hablar ahora del síndrome de Eichmann? Y ante la fidelidad con que el gobierno de Scharom practica el precepto bíblico del ojo por ojo ˆ en la absoluta indiferencia por las consecuencias para la paz mundial – ¿deberemos considerar que el estado de Israel es un estado fascista?

Nada de lo dicho justifica el sangriento terrorismo practicado por el extremismo palestino contra inocentes ciudadanos israelíes. Pero explica la contumaz perseverancia de un conflicto y la putrefacción de una herida que no sólo se ha transformado en una llaga incurable sino en un motivo de conflicto universal. Es cierto que en la base del conflicto árabe-israelí ˆ que nos tiene hoy al borde de una catástrofe planetaria ˆ se encuentra la imposición absolutamente arbitraria e interesada por parte de Gran Bretaña y sus aliados de un estado artificial, sin otra justificación que bíblicas reivindicaciones de una comunidad religiosa. Y más insólito aún es que los palestinos, quienes realmente han vivido en dichos territorios, aún no dispongan del derecho a poseer su propio estado. Pero ha llegado el momento de resolver de una vez por todas el conflicto que enfrenta a palestinos e israelíes y establecer fronteras justas y estables en el medio oriente.

Podrán por ello las potencias occidentales ponerle sangriento fin al extremismo talibán e incluso aniquilar a Al Qaeda y su siniestro lider Osama Bin Laden. Podrán incluso consolidar gobiernos proclives a defender los intereses occidentales en las naciones árabes fronterizas con Afganistán. Pero sin una solución justa y negociada a un conflicto inventado por esas mismas potencias, toda paz entre el Islam y nosotros será injusta y precaria.

Pueda que por ahora sea el momento de las armas. Muy pronto será el momento de la razón y de la justicia. Es importante no olvidar que con demonizar al enemigo no se le priva de razones. Y en el conflicto que hoy vivimos de manera tan dramática, las razones no sólo están de nuestro lado.

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