Opinión Internacional

La nueva agenda del MERCOSUR: hacia un nuevo estilo de integración

La Cumbre de Presidentes celebrada el pasado 21 de julio, signó un punto de inflexión para el Mercado Común del Sur (MERCOSUR), al producirse dos hechos inéditos en ese proceso subregional de integración. El primero de ellos se refiere al ingreso de Venezuela como miembro pleno; en tanto que el segundo se relaciona con la ampliación de su agenda, al incorporarse temas que superan ampliamente el ámbito comercial y que, por supuesto, le concederán la esencia política intrínseca a todo proceso de integración.

La adhesión de Venezuela al Tratado de Asunción y a los Protocolos de Ouro Preto y de Olivos, así como la entrada en vigencia del que norma su régimen de incorporación, no solo potencia la capacidad económica del grupo sino que, además, lo proyecta hacia el Caribe, lo cual conlleva, en sí mismo, una profunda significación geopolítica por los vínculos que tradicionalmente ha mantenido, y mantiene, nuestro país con las naciones insulares y continentales caribeñas. En el plano económico, Venezuela no solo aporta el tamaño y poder adquisitivo de su mercado sino que, adicionalmente, brinda su potencial energético cuya valoración no puede medirse exclusivamente en términos de la cobertura de los déficit que puedan presentarse en la subregión en materia de petróleo o gas natural, sino por el uso que pueda dársele como herramienta de negociación política, entendida ésta en su sentido más amplio.

No es secreto para nadie los efectos que están causando los elevados precios de los combustibles, así como de una amplia gama de productos básicos, sobre la evolución de la economía internacional y, por ende, de la regional, lo cual ha abonado el terreno para la reformulación de la matriz energética en varios países y estimulado las inversiones para el desarrollo de fuentes alternativas. Sin embargo, en virtud de las tensiones internacionales que estimulan la especulación, la creciente demanda y los patrones vigentes tanto de consumo como tecnológicos, entre otros, no hacen previsible, en el corto ni el mediano plazo, un cambio en la tendencia actual de esos precios, lo cual redundará sobre las economías de los países del MERCOSUR al contar como socio a un proveedor confiable y que lo hará, como ya lo hace, en condiciones favorables, mas allá de las consecuencias cortoplacistas que se generen por el incremento de los precios que se verifiquen.

Si a ese elemento se le agrega el peso específico del resto de los Estados-Parte en diferentes foros internacionales y la influencia que ejercen sobre diversos mercados internacionales de distintos productos básicos, la agrupación subregional está viendo crecer, y sustancialmente, su influencia en el concierto internacional. De esta forma, el MERCOSUR afianza y consolida su identidad y su entidad como sujeto negociador en el mundo.

En la nueva agenda se han incorporado tres nuevos temas que combinados con el rescate de otros, configuran una hoja de ruta que habrá de resultar en el surgimiento de un novedoso esquema de integración caracterizado por un nuevo equilibrio entre actores, sectores y mecanismos. Ese equilibrio, dinámico como el de todo proceso histórico, debería reflejar, en el futuro, una ampliación y diversificación de los canales de participación social en el diseño y ejecución de los programas integracionistas y, resultado de ello, una democratización de la distribución de beneficios derivados de los mismos.

A partir de esta Cumbre se instruye a los órganos competentes la elaboración de un Plan Estratégico de Acción Social, otro para el incremento del Empleo y uno orientado hacia la Integración Productiva, con especial énfasis en las pequeñas y medianas industrias. Esos temas que estructurarán la Agenda Social Integral y Productiva, llegan acompañados con la decisión de conformar el Parlamento del MERCOSUR, con lo cual comienza a perfilarse la institucionalidad política del proceso subregional trascendiendo, entonces, el carácter puramente comercialista que venía adquiriendo en los últimos años.

Si bien la materia energética había sido objeto de tratamiento en el ámbito del MERCOSUR, en esta ocasión los Jefes de Estado hicieron una especial referencia al Gran Gasoducto del Sur en el marco de la iniciativa venezolana sobre PETROSUR. Su significación radica, por un lado, en que su eventual materialización trascenderá ampliamente los límites geográficos de los países miembros, al incorporarse Bolivia y, seguramente, Chile, independientemente de la decisión que adopte en torno a su rumoreado retorno a la Comunidad Andina. Por el otro, debido al impacto económico que acarreará la ejecución del proyecto correspondiente, en términos de inversiones, insumo de materiales, generación de empleo, entre otros, aunados a las economías de aglomeración que se generarán en su entorno. Adicionalmente, no pueden ignorarse los efectos que se reflejarán tanto en la estructura de consumo como de los patrones tecnológicos, los costos de producción y los precios a nivel de consumidor final, una vez que se encuentre en pleno funcionamiento.

No obstante la trascendencia e implicaciones de esas resoluciones, en la Cumbre también se continuó profundizando el proceso económico-comercial a través de la adopción del Protocolo sobre Contrataciones Públicas y de la primera parte del Código Aduanero con miras a la eliminación del doble cobro de la tarifa común. Asimismo, se rescata el tema relativo a los Fondos de Convergencia Estructural, aprobados el año pasado, para el tratamiento de las asimetrías de desarrollo, para lo cual ya se dispone de un monto inicial de 100 millones de dólares.

Como lo indicamos anteriormente, la distinta naturaleza de los temas que ahora conforman la agenda de MERCOSUR están marcando la pauta de un nuevo estilo de integración, en el cual se revaloriza el papel de los estados y se reconoce a la cooperación como la expresión máxima de la integración. Al superarse el ámbito puramente comercial, se le concede el carácter político que es la esencia de todo proceso integracionista.

Sería muy pretencioso hasta pensar que los cambios observados se expliquen solamente por la incorporación de Venezuela. Obviamente, debe reconocerse su influencia, pero también debe tenerse presente que, de una u otra manera, los temas enumerados venían siendo considerados en las diferentes instancias del proceso. Ahora bien, como resultado de todo el cambio que comienza a verificarse en el MERCOSUR, nuevamente pareciera recuperar su lugar en la agenda regional la conformación de la Unión de Naciones de América del Sur, UNASUR.

El desarrollo de los temas vinculados a las áreas social y energética son incorporados al proceso de integración cuando uno de los países asociados, Bolivia, ya es beneficiario de proyectos puestos en marcha en esos ámbitos. De igual manera, los demás países Sudamericanos de habla hispana, también son beneficiarios de programas en los campos de la educación y de la salud puestos en marcha con la cooperación de Venezuela y Cuba, país con el cual MERCOSUR, y en el marco de la Cumbre Presidencial, suscribió un amplio Acuerdo de Complementación Económica con base en las disposiciones de la ALADI.

En consecuencia, no es difícil inferir que MERCOSUR se está convirtiendo en el enclave de confluencia para la integración de los países Sudamericanos. Es indudable que los pasos dados por Venezuela y los que, eventualmente, podría dar Bolivia saldrían al encuentro del interés superior de los países Bolivarianos de construir la Patria Grande a la cual adherirán, sin lugar a dudas, Guyana y Surinam que adquirirían, así, una doble membresía al pertenecer simultáneamente a la Comunidad del Caribe y a UNASUR.

Los avances verificados en MERCOSUR y los que pudiesen proyectarse hacia la Unidad Suramericana forman parte de la tan criticada integración política que viene proponiendo el Gobierno venezolano desde 1999, lamentablemente incomprendida, pero afortunadamente en tránsito de materializarse para bien de las grandes mayorías de nuestros países.

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