Opinión Internacional

La política exterior

Uno de los temas que viene concitando el interés de la opinión pública nacional es el de la política exterior desplegada por el Gobierno Nacional, sobre todo cuando el Presidente Hugo Chávez emprende una gira o, alternativamente, anuncia la adopción de alguna medida en este campo. En ambos escenarios, inmediatamente surgen los comentarios de los innumerables internacionalistas y politólogos que ahora parecen haberse reproducido de manera exponencial en nuestro país, por supuesto, banalizando o ridiculizando la acción gubernamental apoyados por la mentira mediática orquestada en los tenebrosos y globóticos laboratorios de las cadenas televisivas que gradualmente vienen adquiriendo una novedosa razón social, es decir, de partidos políticos.

Más allá de los hechos anecdóticos que en algunos momentos se transforman en determinantes de la opinión emitida, lo importante es centrar el debate en las motivaciones y efectos de las políticas gubernamentales. En general, parece haberse perdido de vista que en los procesos de transición como el que vivimos en Venezuela, es normal que se presenten marchas y contramarchas, no solo en política exterior, sino en otros ámbitos del quehacer político, económico y social del país. En el caso particular de las relaciones externas, esas fluctuaciones han cobrado mayor significación por la ineficacia de los actores políticos de la oposición para conformar un movimiento que al no poder cumplir con sus cometidos nacionales, apelan al recurso de la denuncia externa como elemento de apoyo a los objetivos que persiguen y de complacencia con los intereses que los aúpan.

Nunca fue secreto para nadie la importancia que reviste la proyección internacional para el Proceso Bolivariano. La política exterior está basada en los principios de la solidaridad, cooperación, complementariedad, no injerencia, la paz y el resguardo de la soberanía y autodeterminación de los pueblos, y se estructura asumiendo la pluripolaridad como norte; la construcción de la unidad latinoamericana y caribeña como eje fundamental; el afianzamiento de las relaciones con los países en desarrollo como medio; y la interacción directa con los pueblos a través de la revalorización de la cooperación como herramienta excelsa del interrelacionamiento externo.

Esa estructura, todavía incipiente, ha implicado cambios –algunos radicales- en el diseño, administración y ejecución de esa política, muchos de los cuales no han alcanzado, hasta ahora, un grado óptimo de desarrollo y, muchos menos, de estabilidad en su instrumentación. Sin embargo, los cambios de mayor trascendencia se generan por los continuos cambios experimentados por el contexto internacional, producto de su propia dinamia. Ello ha conllevado, como en efecto ha sucedido, a un reacomodo de posiciones -a veces súbito- tanto en el plano bilateral como en los foros multilaterales que por momentos pudiesen calificarse como contradictorios, pero que responden a los nuevos equilibrios que emergen sistemática y recurrentemente en el escenario mundial, en razón de la precariedad que los caracteriza.

Como en todo proceso político, dada la íntima vinculación entre los cambios puestos en marcha en el país y el esquema de relaciones externas instrumentado, son esperables las continuas adecuaciones de posiciones, especialmente, teniendo en cuenta, por un lado, la naturaleza de los cambios introducidos -y por introducirse- a nivel nacional; y, por el otro, la valoración de la integración regional como eje de la política exterior adoptada y el relacionamiento con los países en desarrollo como herramienta básica de trabajo.

Dada la alta vulnerabilidad de esos países, las alteraciones que se presentan en el sistema internacional causan efectos que adquieren una mayor dimensión en ellos que en los desarrollados, lo cual se traduce para los países que priorizan en su política exterior sus vinculaciones con los en vías de desarrollo, un permanente ajuste en sus actitudes, para atender las coyunturas que enfrentan. En la actualidad, la crisis económica internacional en sus diversas manifestaciones aunadas a las condiciones políticas imperantes en el sistema mundial obliga, necesariamente, a realizar las adecuaciones que tanto han sorprendido a la opinión pública nacional o, tal vez en forma más precisa, han abonado el terreno a los “opinadores” de oficio para ocultar la realidad y manipular los criterios y conceptos para interpretarla en la forma mas certera posible.

En síntesis, los cambios de la actitud gubernamental frente a los acontecimientos internacionales, no pueden interpretarse como la ausencia de política exterior. Por el contrario, esas modificaciones responden, precisamente, a una política alejada de rigidices dogmáticas como sucediera en época pasada; dotada de la flexibilidad requerida para atender coyunturas, favorables o no al interés nacional; basada en principios y estructurada con base en elementos que proyectan los objetivos nacionales. Resultado de esa política es la cada vez mas creciente presencia venezolana en el concierto internacional y los impactos generados por la misma, y no al aislacionismo como tergiversadamente se pretende caracterizar la participación de nuestro país en el sistema mundial.

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