Opinión Internacional

La Tragedia del Sudeste Asiático

Hace unos pocos días, escribía sobre el record de daños causados por los fenómenos naturales en Asia. Esperando que la estadística de 4 mil muertes producidas en el 2004 no creciera más. Sin embargo, desde que la noticia del terremoto y tsunami embargó al mundo durante la fiesta de la Navidad, la tasa de mortalidad se ha disparado.

Las Valquirias, estas figuras mitológicas que escogen a los hombres para la muerte parecen ensañarse con Asia. En la película de Francis Ford Coppola “Apocalipsis Now”, los helicópteros artillados acechan a sus víctimas con el acompañamiento musical de Wagner “La Cabalgata de las Valquirias”. Una de las composiciones más dramáticas y sobrecogedoras que ha dado el género sinfónico.

Esta vez, sin duda, los helicópteros y aviones no llevan la muerte sino ayuda al Asia. En un gesto sin precedentes y acorde a la magnitud del desastre, las naciones están movilizando ayuda como nunca antes.

Cabe notar, que desde la ocurrencia del incidente hasta que se ha permitido partir a los equipos de rescate, se ha desperdiciado valiosas horas. Esto no es nuevo y se ha repetido dolorosamente en los últimos años. Dejando evidencia que falta un comando unificado ante desastres que opere globalmente.

En el terremoto del 31 mayo de 1970 en Huaraz, fue un radioaficionado estadounidense quien avisó telefónicamente al gobierno peruano sobre la transmisión que había recibido desde otro radioaficionado peruano, reportando que Yungay y Ranrahirca, pequeños poblados serranos, eran los lugares donde habían ocurrido los mayores daños.

Actualmente, la tecnología disponible hace que mediante los satélites tengamos reportes situacionales en tiempo real. Antes los países afectados tardaban días sino semanas en conocer la magnitud de los daños.

No hay que ser ingenuos para reconocer que la ayuda humanitaria se cobra y que a veces esos pagos son el embargo del futuro para las naciones afectadas. Así, mientras España ayudaba a Centroamérica tras el huracán Mitch, ya hablaba de recursos para financiar la reconstrucción y ponía condiciones desiguales en el comercio. El caso del terremoto en la ciudad de Bam en Irán y la distensión de las relaciones con EE.UU., es otro ejemplo de como los desastres se han convertido en oportunidad política.

Lo ideal es que haya un colchón de recursos previos y autosuficientes que pueda movilizar Naciones Unidas y restar el protagonismo de la asistencia bilateral. Quizá esto ayudaría a que los países que están desangrándose no se lo piensen mucho antes de abrir sus puertas. Con la añadidura cínica de que luego serán acusados “demoraron mucho en permitir que la ayuda llegase”

El reciente escándalo “Petróleo por Comida” que ha puesto en aprietos al Secretario Kofi Annan, ciertamente no ayudan en la imagen pulcra, imprescindible para emprender labores humanitarias desde las Naciones Unidas como debería ser y lo asume la Cruz Roja Internacional.

Otro punto pendiente, uniformar la ayuda que se envía. Es entendible que cada país ayude de acuerdo a sus posibilidades, de lo que se trata es de estandarizar los recursos.

Hay muchos equipos de rescate que cuentan con transporte aéreo y otros no. Los equipos de rescate de la Defensa Civil rusa, (EMERCOM), han empleado otra vez, dos gigantes aviones Ilyushin 76, llevando a Colombo en Sri Lanka un hospital de campaña y hasta un helicóptero en su interior, el mismo que será empleado en labores de búsqueda y rescate. Esto obviamente es un lujo vedado para otras naciones.

Pero tampoco está bien del todo que se remitan equipos de rescate que no cuentan siquiera con autonomía alimentaria y que a la postre, serán más un problema que ayuda. Uniformar criterios de rescate y metodologías de respuesta a emergencias es un reto mayor pero no imposible.

Podríamos pensar más en una fuerza multinacional de intervención rápida, que pueda instalar en pocas horas, hospitales de campaña, hogares provisionales, comedores populares, vehículos especiales para transporte pesado y ligero de alimentos como medicinas. Así como campamentos y soporte para los equipos de búsqueda y rescate.

Hasta ahora los equipos de rescate independientes y ONG dominan el ambiente de la ayuda internacional. Esto no es malo, pero tampoco podemos excluir a los gobiernos de su responsabilidad ni minimizarla, más aún, cuando son los que disponen de los mejores recursos para ayudar. Tampoco se trata de irnos a un extremo de ámbito excluyente y únicamente interestatal. Pienso en un equilibro.

Desde un centro de operaciones globales pueden establecerse las necesidades iniciales, a miles de kilómetros, me atrevo a decir, tan solo basándonos en reportes locales e imágenes satelitales. In situ, el comando se establecería y se tendría la coordinación con los equipos de trabajo. Esto ya se está haciendo desde hace más de 10 años en el campo militar y los equipos de auxilio usan básicamente los mismos parámetros de dirección y gestión.

No podemos hacer nada para evitar que las valquirias no asalten con terremotos, tsunamis y cuanto fenómeno ocurra, pero sí está en nosotros prevenir y responder. Y, una respuesta eficaz hará siempre la diferencia. Una sociedad globalizada, requiere también de sistemas de emergencia globales.

(*): Site del autor: (%=Link(«http://www.josemusse.com»,»www.josemusse.com»)%)

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