Opinión Internacional

Las Crisis de Putin

Cuando el submarino Kursk se hundió en las aguas del mar del Norte, el presidente Vladimir Putin estaba de vacaciones en Sochi. La crisis se agravó porque tardó en suspender su descanso. Cuando un grupo terrorista pro chechenio asaltó una escuela en Beslán, el presidente se encontraba de vacaciones nuevamente, esta vez su reacción fue inmediata. Necesitó de una segunda experiencia fatal para aprender que su presencia era vital no solo para monitorear la crisis sino para coordinar con las fuerzas de seguridad y las autoridades federales.

Con la toma del teatro Dubrovka en octubre del 2002, Putin reiteró una militarizada preferencia para resolver los conflictos. Para los estrategas rusos fue una victoria militar remediar la toma de rehenes aunque en ello no consideraran el alto número de muertes. En este segundo episodio, Putin parece nuevamente aprender en segundas e insistió en reformar los servicios de seguridad. Que la dura respuesta contra los terroristas que ha prometido Putin no sea una fuerte represalia y sangría contra los chechenios, es una lejana esperanza.

En la diplomacia internacional vemos, que muchas de las políticas separatistas son respaldadas casi sin querer con las medidas represivas que impone de rigor el gobierno de turno. El ánimo independentista se dispara cuando estas no se acompañan con eficientes medidas de integración. En la Era moderna, la mayor etapa de tranquilidad en el Cáucaso la logro Nikita Krushev con las audaces medidas tomadas en 1957 que aumentaba la educación, integración con Rusia y cuyos beneficios se extendieron hasta 1990. Luego el Kremlin perdió la iniciativa y comenzó a danzar al ritmo de Dzyojar Dudáyev. Un poco ignorándolo, un poco a la defensiva y luego reaccionando violentamente tras los actos separatista que proclamaba el ex general soviético.

El conflicto con el pueblo Nojchi, como se autodenominan los mismos chechenios no solo ha sido mal administrado, sino que siempre ha prevalecido el uso de la fuerza en forma sangrienta y masiva.

La matanza en el colegio número 1 de Beslán era difícil de evitar. En un lado, un grupo terrorista, por tanto fanático, genocida y suicida. Al otro extremo del cuadrilátero de la mala fortuna. Una política de gobierno que nunca debe ceder a chantajes de fuerza, acompasado por un presidente que ha visto crecer su aprobación electoral con su política de mano dura. Estos son lo ingredientes exactos para un choque brutal. Sin contar que muchos vecinos civiles de la zona escolar mostraban sus fusiles automáticos, lo que dibujaba un pequeñísimo margen de control y operación de rescate que aun no esta claro si fue montado o simplemente se precipitó por el intento de fuga de unos rehenes, como se entusiasma en repetir un grupo de diarios afines al gobierno. Como sea se falló en líneas de control y contención.

Lo cierto es, que el ex agente de la KGB ha fallado en las emergencias nacionales y que urge un nuevo modelo para enfocar la política en Chechenia. Ha quedado demostrado hasta la saciedad que la llamada primera y segunda guerra Chechenia-Rusa, ésta última ordenada por Putin no ha servido para nada que no sea aumentar la inseguridad de la región. Enterado de su error, veremos si efectivamente corrige en segundas, aunque aquí el error se arrastra por más.

Las formulas antiterroristas mundiales siguen siendo las mismas que han experimentado muchos países exitosamente y que poco tienen que ver con tanques, helicópteros artillados y tropas. Es decir, mayor desarrollo local, aumento de los niveles de educación, vivienda, sanidad y con ello, mejor administración de la justicia social. Los imperios que tienen como doctrina, la expansión por sometimiento duran menos que los imperios que se expanden por asimilación. Los que escogen la fuerza solo reciben la perpetuación de la inseguridad.

(*): Site del autor: www.josemusse.com

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