Opinión Internacional

Las peripecias de una cumbre más

Como pasa con frecuencia en este tipo de encuentros, los presidentes reunidos en Bariloche con ocasión de la cumbre de UNASUR coincidieron en muchas cosas, menos en una: ponerse de acuerdo sobre la propuesta venezolana de emitir una condena a Colombia por su intención de suscribir un acuerdo de cooperación ampliada con los Estados Unidos para el uso de sus bases militares en la lucha contra la narco-guerrilla colombiana. Afortunadamente privó la sensatez y no se llegó a semejante despropósito, el cual pudiese haber significado la muerte prematura del novel organismo.

En lo que luce como una sagaz jugada frente a lo que tenía todo el aspecto de un calculado ardid, el presidente Uribe propuso y logró que la mayoría de los mandatarios, siempre ávidos de hablar para sus galerías, aceptasen la inusual propuesta de “debatir” ante las cámaras de televisión en vivo, en vez de discutir los temas de la manera tradicional. Con la excepción de Lula, para quien a pesar de sus desvaríos la política exterior de su país sigue siendo cosa seria, los demás jefes de Estado aceptaron alegremente la propuesta de televisar los “debates” en tiempo real, unos sin reflexionar mucho sobre las consecuencias y otros tal vez pensando que de esa forma sería más fácil poner en posición comprometida al presidente colombiano. De esta manera la reunión se convirtió en un espectáculo mediático donde a cada quien no le quedaba más remedio que hablar con reticencias para sus respectivas audiencias, haciendo casi imposible una verdadera discusión.

La utilización de un documento no clasificado y de libre acceso en Internet que examina las alternativas de movilización de navíos y aviones norteamericanos alrededor del mundo en casos de desastres naturales fue poco feliz, sobre todo cuando se quiso hacer pasar como una prueba de los nefastos planes guerreristas del Imperio, dado su carácter de papel de trabajo académico de la Universidad Nacional de Defensa. Sería aventurado afirmar que la utilización de dicho papel haya sido sugerida por nuestra Cancillería, lo cual sería un colosal paso en falso; pero en todo caso no fue muy afortunada, puesto que su pretendido carácter de documento de inteligencia militar fue desmentido casi de inmediato. Sin embargo, tal vez para complacer a Venezuela, se decidió que el documento sea objeto de análisis posterior en una reunión de ministros de defensa y relaciones exteriores, en la cual con toda seguridad no van a descubrir ningún plan de intervención armada o invasión gringa para apoderarse tanto de nuestro petróleo como de nuestros ríos y bosques, porque simplemente Latinoamérica no representa amenaza alguna para los Estados Unidos ni hay nada en ese documento que demuestre la existencia de tales planes.

El episodio pone de relieve los inconvenientes de una diplomacia que privilegia cada vez más las actuaciones personales de los jefes de Estado y relega a un segundo plano la evaluación y seguimiento sistemático de las diferentes situaciones y la preparación y ejecución de las respectivas acciones políticas por parte de las instancias tradicionalmente llamadas a realizar dichas tareas. La tendencia no es de ninguna manera privativa de nuestro ambiente nacional, pero dado el estado de confusión y permanente incertidumbre que reina en nuestra Cancillería, la situación se hace cada vez más inconveniente y hasta peligrosa para nuestros intereses nacionales.

La resistencia de Brasil a que la reunión se televisase, decisión tomada con el irreflexivo consentimiento de los otros mandatarios, obedece al convencimiento de que una reunión de esa naturaleza no debía realizarse así, porque ello impedía precisamente el logro de sus objetivos, o sea la confrontación de ideas de la manera más franca posible entre los diferentes actores. La evidente molestia de Lula y su recriminación además por la forma como fue conducida la reunión pusieron de manifiesto que la decisión de proceder de esa manera había sido equivocada, lo que condujo a que no se llegase a nada realmente concreto después de todo un día de intervenciones. Su válida preocupación sobre lo que diría la prensa mundial acerca de la reunión durante los días subsiguientes reflejó muy bien su desasosiego, al ver que la reunión estaba terminando y no se había avanzado mucho.

Al final del día, la mitad de los puntos que se discutieron en la reunión no venían al caso, otras solo sirvieron para atizar resquemores o mofarse los unos de los otros, mientras que lo importante se quedó guardado en la cabeza de cada uno de los participantes, pues no pudo decirse en virtud de las ventanas abiertas que dicha decisión impuso al debate.

Para lo que sí sirvió el espectáculo de Bariloche fue para demostrar la llanura de las ideas de algunos de nuestros mandatarios regionales y la absoluta falta de una visión de los verdaderos retos que enfrenta la región. Que la mayoría de los televidentes haya logrado captarlo, es harina de otro costal.

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