Opinión Internacional

Lecciones de los atentados en España

(%=Image(6771497,»L»)%)Bogotá (AIPE)- El 11 de marzo de 2004, la humanidad presenció con estupor uno de los más crueles y condenables despliegues de violencia terrorista, dirigida en este caso en contra del sistema ferroviario de Madrid. Estos atentados castigan duramente a una sociedad que se ha mostrado, como ninguna otra, firme y segura en sus actitudes hacia el terrorismo.

Colombia, país que sufre con gran dolor el flagelo del terrorismo, debe aprender de la actitud de la sociedad española. Hay tres lecciones de gran importancia que la sociedad española nos ha enseñado y que debemos recordar y aplicar si queremos sobreponernos al terrorismo.

La primera lección, y tal vez la más importante, es que el terrorismo no puede justificarse por tener un origen político, ni la aplicación de la ley sobre los terroristas puede atenuarse so pretexto de que sus actos fueron motivados por causas políticas, incluso si estas parecen justas a algunos. Tal vez el acuerdo más importante al que tiene que llegar toda sociedad es que las causas políticas deben defenderse y promoverse sólo a través del debate pacífico. Como bien dice el filósofo Fernando Savater, la motivación política del terrorismo no es un atenuante, sino un agravante, de la sanción social y jurídica que caiga sobre los terroristas. Esto porque el terrorista, al usar la violencia para promover su causa, excluye de plano el diálogo, e impone sobre todos los demás su visión de las cosas mediante la amenaza de las armas. En Colombia, lamentablemente, aun existen grupos políticos que se niegan a condenar el terrorismo como forma de lucha política. La sociedad debe identificarlos y exigirles que renuncien de forma expresa a los recursos violentos.

La segunda lección es que ninguna sociedad debe pagar un precio por la paz, porque la paz es un derecho de todos y por el cual no deberíamos tener que ofrecer nada. Lo mismo ocurre con la vida y la libertad. Muchas veces, tal vez deseando el fin rápido de este angustioso conflicto, la sociedad se ha mostrado dispuesta a ceder a los reclamos de los violentos. De la misma forma que en una calle oscura entregamos nuestras pertenencias a un ladrón armado para comprar nuestra vida, nos mostramos dispuestos a conceder a los terroristas lo que ellos quieren para que no nos sigan matando. Pero la verdad es que, a diferencia de lo que ocurre en esa calle oscura, la sociedad sí tiene una alternativa, que es adherirse con firmeza a los principios de la democracia y la libertad, enfrentado con firmeza a quienes los amenazan. Los ingleses podrían haber negociado con Hitler para comprar la paz, y aunque eso les habría dado una tranquilidad pasajera, hubieran sufrido de allí en adelante la pérdida de su libertad. En vez de hacer eso, soportaron con admirable valor los rigores de la guerra, de la cual pudieron salir victoriosos gracias a su cohesión.

La tercera lección es que, para que la resistencia pacífica de la sociedad, con su elevado contenido moral, pueda ser efectiva, debe señalar con nombre propio a quienes les están quitando su derecho a la paz. De nada sirve que, como hacemos en Colombia, nos manifestemos contra “los violentos”. Tal amplitud es muy cercana a la imprecisión y a la indeterminación, y seguramente los terroristas no se sienten señalados ni condenados por un señalamiento tan vago. La ciudadanía española se ha manifestado en innumerables ocasiones acusando a ETA, de forma directa y precisa, de los actos de terrorismo que la movilización civil condena. Que bello habría sido que, tras los atentados del 7 de agosto de 2002 en Bogotá, miles de colombianos hubieran salido a las calles señalando y condenando a las FARC por tan criminales atentados. Lamentablemente, nos seguimos hundiendo en la retórica de acusar a “los violentos”, y seguimos perdidos en el falso dogma, según el cual sólo la negociación podrá terminar con este conflicto.

(*):Director del Instituto Desarrollo y Libertad (Bogotá) y académico de International Policy Network (Londres)

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