Opinión Internacional

Libia

“Siguieron cometiéndose violaciones generalizadas de derechos humanos. Continuaron en vigor leyes que trataban como delitos actividades políticas pacíficas. Las fuerzas de seguridad siguieron deteniendo de forma arbitraria a opositores o presuntos opositores políticos y recluyéndolos en régimen de incomunicación durante largos periodos, sin cargos. Hubo informes de tortura y malos tratos. Continuaron los encarcelamientos de opositores políticos como consecuencia de juicios injustos ante Tribunales Populares. No se produjeron avances significativos en el esclarecimiento de violaciones de derechos humanos cometidas en el pasado, como muertes bajo custodia y ‘desapariciones’. Siguieron encarcelados presos políticos detenidos en años anteriores”.

El párrafo anterior, que me permití copiar textualmente del informe anual 2004 de Amnistía Internacional, está referido a Libia, el país que durante varias décadas ha estado bajo el mando del coronel Muammar El Gadhafi. Aún para los más críticos, sería muy difícil colocar en duda la seriedad de Amnistía Internacional en el trabajo sostenido que durante años ha venido haciendo en la promoción y defensa de los derechos humanos. Si se lee dicho informe con detenimiento, se observa que el uso de una frase tan concluyente como “siguieron cometiéndose violaciones generalizadas de derechos humanos”, no es casual ni malintencionado.

¿A dónde vamos con todo esto?. La respuesta la encontramos en estas líneas de una noticia distribuida por Venpres, la agencia oficial venezolana: “El presidente de la República, Hugo Chávez Frías, sostuvo en horas de la noche de este miércoles (24-11), una segunda reunión con el mandatario libio, Muammar El Gadhafi, donde conversaron de diversos temas de interés binacional. Luego de cumplir una apretada agenda, que incluyó el recibimiento del Premio Gadhafi de los Derechos Humanos, el presidente Chávez se reunió nuevamente con el líder libio”.

Conocidos han sido las gestiones que ha hecho Libia en los últimos tiempos, ante Londres, Washington y Bruselas, para lavar su imagen de país que acogía terroristas. Eso es cosa del pasado, seguramente. Gadhafi se comprometió hace poco tiempo a pagar las indemnizaciones a los familiares de las 270 víctimas de la voladura de un avión comercial estadounidense en 1988, al tiempo que movió algunos hilos –recordemos que éste país es importante productor de petróleo-, y por último anunció que descartaba sus planes de producción de armas químicas, biológicas y nucleares. Todos felices, por supuesto y así Libia ocupa hoy, nada menos que la presidencia de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU.

Pese a tales “avances”, en eso de promover una mejor imagen internacional y de tener olfato político, que es el caso del presidente libio, este país del norte africano sigue aplicando una política de luz en la calle y oscuridad dentro de la casa. Con tal panorama, una lectura previa del informe de Amnistía Internacional por parte de nuestros funcionarios hubiese evitado el insólito hecho de que el presidente Chávez haya recibido un premio de derechos humanos de manos de un jefe de Estado, en cuya nación justamente se violan de forma generalizada los derechos humanos.

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