Opinión Internacional

Lo que dijo Alfonso Cano

Hay que oír a alias Alfonso Cano pero sin dejarse hipnotizar por su lenguaje paradoxal. Hay que descifrar su mensaje real, rescatar su esencia, sin caer en las trampas de lo subliminal, de la lógica de la mentira que se ofrece como verdad.

Cuando él intitula su video de propaganda “conversaciones con la guerrillerada”, el utiliza una fórmula paternalista, coloquial y hasta amable. Quiere crear un ambiente: el de alguien que dialoga con otro ante un grupo de niños exploradores. Ese mensaje, donde, en realidad, no hay diálogo, es otra cosa: una serie de instrucciones verticales del jefe terrorista de las Farc, a sus aparatos secretos y visibles, en el campo y en la ciudad, en especial a sus aguerridas milicias y a sus hábiles aparatos civiles, legales e ilegales, en las ciudades. Hay también un mensaje que apunta a la clase política colombiana y, en particular, al gobierno entrante.

Lo primero es ver los anuncios velados. Cano dice que la guerra jurídica se incrementará contra el alto gobierno saliente y que para eso las Farc utilizarán sus palancas dentro de la justicia colombiana y sus cómplices en la justicia internacional.

Otro anuncio que hace Cano: el papel de sus agentes dentro de la Corte Suprema de Justicia, en esa actividad conspirativa contra las instituciones y contra los líderes y las personalidades políticas del país, se debe consolidar. Su alcance debe ser ampliado. Cano hace un elogio explícito de la CSJ. Ese elemento es quizás el más revelador de ese mensaje. Cano saluda “lo que hace la CSJ”, la felicita por “vincular por crímenes de lesa humanidad a un grupo muy selecto de los llamados parapolíticos”. Los magistrados honestos de la CSJ deberían preocuparse, preguntarse al menos, qué hay detrás de la enigmática frase del jefe terrorista.

En esa frase, Cano fija una meta y designa un método: la meta es empapelar judicialmente al mayor número de personalidades del sistema, de los partidos y de las fuerzas armadas. El método: mediante acusaciones e inculpaciones sobre todo tipo de crímenes, incluidos los de lesa humanidad. Acusaciones trucadas, claro está, que pueden terminar en absoluciones, pero que durante años pueden paralizar y desmoralizar a sus adversarios, sobre todo destruir su credibilidad y su autoridad moral y política.

Ante esa consigna de Alfonso Cano es bueno recordar lo que dijo, el 25 de mayo de 2010, el ministro colombiano de Defensa, Gabriel Silva:
“Desde Venezuela se coordina el plan de inteligencia para desprestigiar al presidente Álvaro Uribe, utilizando toda clase de artimañas”.

Cano por eso le sugiere al nuevo gobierno esto: “recomponer el régimen”, es decir, traicionar los ideales y los programas del uribismo y de la seguridad democrática. Alfonso Cano dice eso sin disimular nada: “recomponer el régimen político pues está empapado de ilegitimidad”, etc. El resto de epítetos que él emplea es sin importancia.

Cano trata de invertir el orden natural de las cosas, trata de poner el mundo a caminar por la cabeza, cuando dice que las Farc son “opositores políticos” y que los “terroristas” son el Estado y el gobierno. Cano apela al viejo truco de jugar con la realidad cuando dice que la seguridad democrática “no es un arma contra la guerrilla revolucionaria”, sino contra “la oposición política y hasta contra los indiferentes”.

Sin embargo, Cano guarda silencio respecto del estado de sus fuerzas.

Eso dice mucho. No dice, por ejemplo, que la seguridad democrática fortaleció a las Farc. No lo dice, aunque hubiera podido decirlo, lanzado como está a la tarea de convertir lo blanco en negro. No se atreve, quizás, a decirlo. Es evidente que las Farc están, en buena parte, aniquiladas, que sobreviven gracias a que se han refugiado en Venezuela, a que una parte de sus jefes está fuera del territorio colombiano. Cano no lo admite, pero él mismo se ve demacrado y fatigado. Cano está vestido de civil, como alguien que está en fuga constante. No da la impresión de ser un jefe militar que perora desde un terreno seguro o semi estable. ¿El lanzó su discurso desde el extranjero? ¿Por eso su interés en dar la impresión de que está rodeado de combatientes uniformados y armados?

El otro mensaje que Cano envía es el del diálogo político. Ante ese punto capital, Cano pide a su gente, y al gobierno, no sólo que crea que lo blanco es negro, sino que diga que lo blanco es negro y que olviden que algún día creyeron lo contrario.

Cano espera que en el nuevo gobierno, cuyas declaraciones respecto de las Farc y el narco terrorismo son de combate resuelto, habrá al menos un eslabón débil, dispuesto a escuchar el viejo canto de las sirenas.

Esa propuesta es absurda. Al mismo tiempo que califica de “criminal”
al gobierno, el jefe de un movimiento terrorista en desbandada supone que ese mismo gobierno aceptará buscar con él un “punto de confluencia” para “identificar las dificultades” y llegar a la paz.

Es decir, el propone que la fuerza que domina el terreno jurídico, político y militar, el Estado, colombiano, se someta a los caprichos de la fuerza derrotada. Cano anuncia que el campo subversivo, que trata de destruir la democracia y la economía desde hace 50 años, mediante el terrorismo y la barbarie, está dispuesto ahora a “construir un sistema democrático” con la detestada “oligarquía”.

El resto del discurso de Cano es rutinario. Es la verborrea habitual, los clisés recalentados, las falsificaciones habituales sobre el sistema colombiano que acuñaron en los años 50 y 60 los Gilberto Vieira y los Jacobo Arenas.

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