Opinión Internacional

Los nuevos equipos antiterroristas

Entre octubre y diciembre del 2001 intercambié varios memorandos con
expertos de la defensa civil norteamericana. En ella les comenté que
las
maniobras militares y el despliegue de tropas con trajes camuflados y
tanques artillados rondando por las principales ciudades
estadounidenses
después del 11S era un gravísimo error que costaría mucho en
sentimientos de
seguridad. Con algunos coincidí y con otros no. Dentro de las preguntas
que
me formularon prevaleció ¿Cómo lo harías tú? Entendiendo que este
despliegue
intentaba dar la sensación de seguridad y generar confianza, les dije
que
deberían hacerse simulacros masivos con equipos de materiales
peligrosos, no
importando si eran bomberos o soldados, siempre que se descartara todo
rastro de uniforme militar. Los primeros dan la confianza de una ciudad
protegida y la segunda opción, brinda la sensación de estado de guerra.

Luego del ataque a Estados Unidos la opinión de militares y estrategas
fue
la primera en imponerse, luego los civiles recuperaron espacio. Los
ejercicios de simulación de ataques con Armas de Destrucción Masiva se
fueron generalizando poco a poco en todo occidente.

Realizando el análisis de incidente del World Trade Center, con la
información que me proporcionaban expertos en ingeniería de incendios y
del
FEMA, sume una nueva propuesta, pues los datos disponibles, todavía
extraoficialmente fueron confirmados por la consultora McKinsey año
después.

La rivalidad entre policías y bomberos habían cobrado su factura en
muertes
innecesarias.

Hice la propuesta de que los nuevos equipos antiterroristas debían ser
una
nueva confección que integrara un equipo multidisciplinario que
reuniera a
bomberos, policías, militares y médicos, que sumen sociólogos,
sicólogos,
negociadores. Así la estrategia e inteligencia imprescindible en estas
jugadas de ajedrez podrían ser ganadas. Explicaba que ante una
emergencia
médica movilizamos ambulancias, ante una fuga de ácido, un equipo de
materiales peligrosos y por supuesto ante la sola sospecha de un ataque
terrorista debíamos movilizar un nuevo equipo humano. En una
conferencia en
la que se me invitó a presentar esta propuesta utilice un ejemplo muy
usado
en la administración de problemas.

En un automóvil viajan un ingeniero, un químico, un abogado y un
experto de
Microsoft. En pleno camino el auto comienza a fallar y el auto se
detiene.

Atrapados en la carretera el químico afirma: Nos quedamos sin
combustible.

El ingeniero replica: Lo dudo, creo que es el arrancador. El abogado
dice:
Espero que la garantía del auto este vigente. El experto de Microsoft
comenta finalmente: Mejor cerramos todas las ventanas y pedimos ayuda.

Tendemos a enfocar los problemas e intentar resolverlos desde nuestra
experiencia. En el caso del fastuoso despliegue militar, era fácil de
entender. La seguridad, proviene y es sostenida por la fuerza, así está
cantada en la doctrina militar. Seguridad para los civiles es ausencia
de
conflictos, logística, previsión, equipos y entrenamiento.

Los terroristas son un único equipo multidisciplinario y ante ellos
estamos
en desigualdad, pues respondemos con fragmentados institutos, tan
fragmentados que luego estas fuerzas deben ser unificadas en un Comando
que
queda más o menos parchado. Esto quedó claro luego del ataque de los
terroristas chechenios al teatro Dubrovka de Moscú el 23 de octubre del
2002.

La operación castrense fue impecable. Los estrategas militares
planearon en
pocas horas el rescate de 700 rehenes. Rociados con gas fentanil que
produce
analgesia, euforia, sedación y diminuye la capacidad de concentración,
tomaron el teatro.

Durmieron a los terroristas suicidas y los que no se durmieron se
vieron
superados por el Servicio Federal de Seguridad (FSB). Sin embargo, un
detalle, las adormiladas fuerzas de rescate y bomberos no esperaban tal
incursión y no estaban listos para reaccionar ni para atender a tanto
rehén
inconsciente. No hubo antídotos, finalmente murieron 129 rehenes.

Un desastre total que causó la indignación internacional. Las fuerzas
militares rusas, sus estrategas a cargo no tuvieron una visión global
del
incidente, sino una concepción fragmentada. Hubiera ayudado mucho si se
tuviera dispuesto de personal suficiente que hiciera una simple
extensión
maxilar, el saldo de víctimas hubiera sido otro. Muchos no se hubieran
ahogado con su propia lengua.

Crear equipos integrados es sumamente dificultoso, en mi experiencia,
no por
las complejidades administrativas sino por los egos, orgullos
institucionales y la poca voluntad política. Sin embargo, sus ventajas
son
claras y hacia ese futuro debemos caminar.

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