Opinión Internacional

Lucio Gutiérrez: Los ejércitos no están para reprimir

Para Lucio Gutiérrez, líder de los coroneles que el 21 de enero apoyaron la rebelión indígena contra el gobierno del ex presidente ecuatoriano Jamil Mahuad, el resultado de las últimas elecciones provinciales y municipales demuestra el apoyo de los ecuatorianos a los insurrectos. Asegura que los rebeldes »al sumarse al clamor del pueblo» defendieron la Constitución, no acepta una amnistía parcial para quienes participaron en el hecho y cree que la mejor salida es un plebiscito en el que se consulte a los ecuatorianos al respecto critica el divisionismo de »quienes llevan al país a una balcanización promoviendo autonomías como la de Guayas que
responde al interés de unos pocos y no terminan con el centralismo». Sin embargo se muestra partidario de una descentralización del país que signifique »la participación de todos los ecuatorianos, especialmente los más necesitados», y para eso se muestra partidario de cambiar la organización política y administrativa del país para eliminar »el centralismo y el regionalismo».

Rechaza la entrega de la Base de Manta al ejército norteamericano y la participación de Ecuador en el Plan Colombia que »puede producir una vietnamización de la región». Actualmente está detenido en el cuartel Atahualpa, ubicado en las afueras de Quito, pero cuando quede en libertad piensa continuar su carrera militar sin problemas, lo que le permitiría aspirar el año que viene a ser agregado militar en el exterior o general.

Ha sido siempre el primero de su promoción y es uno de los oficiales más respetados del ejército, según se pudo comprobar al conversar con soldados de distintas unidades. Seguro de sus ideas y mostrando un gran conocimiento de Ecuador, en entrevista exclusiva, Gutiérrez critica el papel represor de algunos ejércitos latinoamericanos y analiza otros temas de interés.

¿Cuál es su balance de las últimas elecciones municipales y provinciales
de Ecuador?

El resultado es una clara demostración de que el pueblo ecuatoriano quiere un cambio en las formas de gobernar y en su mayoría estuvo de acuerdo con los anhelos de justicia y equidad que se expresaron en la rebelión del 21 de enero. En Quito, al general Paco Moncayo sus contrincantes lo involucraron con el movimiento de enero creyendo que eso le restaría votos y prácticamente duplicó los del candidato del partido Democracia Popular.

De la misma manera, el Movimiento Pachakutik, que pertenece a la Conaie, con poca infraestructura económica y de propaganda electoral ganó varias prefecturas (gobiernos provinciales) y muchas alcaldías. Todo esto demuestra que la gente aprueba el esfuerzo nacional por darle una nueva orientación a la política ecuatoriana, cambiando este sistema neoliberal por uno con orientación social que coloque por encima de todo al ser humano. Mediante el voto los ecuatorianos han dicho que están con nosotros, que se hastiaron de los corruptos que gobiernan para un grupo de privilegiados como los banqueros y los ricos.

Las elecciones nos presentan un país con división política regional. En la Costa triunfa la derecha y el populismo y en la Sierra las tendencias de izquierda y centroizquierda. ¿Eso no estaría marcando un quiebre del país? Es un llamado de atención y una muestra del divisionismo a que nos han conducido ciertos partidos políticos que presionan por autonomías para mantener sus feudos, sus cacicazgos, como el caso del Partido Social Cristiano en la provincia de Guayas. Eso es muy nocivo, atenta contra la integridad del Ecuador y fortalece un tipo de regionalismo que puede llevar al quiebre del país. Es necesaria una propuesta nacional que integre a todo el país, que fortalezca una identidad nacional que pasa por mantener la unidad en la diversidad. El centralismo es un modelo caduco, pero además los gobiernos centrales no han estado a la altura de las expectativas de la población del país y no han atendido sus necesidades básicas. La corrupción en las altas esferas ha servido de mal ejemplo para el resto de instituciones públicas y privadas, con lo cual se ha generalizado y muchas veces impide que las obras lleguen a las regiones más apartadas del país. El pueblo se siente desencantado del sistema y ciertos políticos aprovechan para promover sus autonomías. Pero esa promoción no obedece al mal funcionamiento del centralismo sino a las aspiraciones de ciertos grupos.

¿Usted cree la autonomía de Guayas no traería mejoras a esa provincia como
aseguran diversos dirigentes políticos guayaquileños?

Ninguna autonomía puede funcionar si no se entiende el sentido de la democracia, que es gobernar en función de las mayorías, de buscar el bien común, de una identidad entre el gobernante y el gobernado, de servir al pueblo y no servirse del poder en beneficio personal. Si no se comprende eso y la necesidad de participación de la gente no habrá solución al centralismo. Se puede declarar a la provincia del Guayas autónoma, pero se va a mantener el mismo esquema centralista y todo se va a quedar en Guayaquil, y ni siquiera en Guayaquil si no entre unos pocos, porque no va a fluir a los barrios más pobres ni a los cantones periféricos de la provincia. Lo más conveniente es una descentralización real del país e inclusive habría que pensar en dar otra orientación a la división políticoadministrativa para poder lograrlo. Tal vez si lo dividimos en forma transversal en tres sectores que tengan Costa, Sierra y Amazonía, se evitaría el regionalismo, se facilitaría la descentralización, la desburocratización y sería más gobernable.

Hablando de integración y unidad ¿Las fuerzas armadas están integradas o hay un quiebre institucional?

Las fuerzas armadas se mantienen unidas gracias a que los militares ecuatorianos mantenemos una clara orientación social y determinados valores que nos unen, como el patriotismo, el civismo, la disciplina, el amor a nuestro país. Sigue siendo una garantía para evitar los divisionismos, aunque quienes promueven la división digan lo contrario.

En Venezuela Hugo Chávez se convirtió en líder de un país años después de protagonizar una rebelión que, si bien no es comparable, tiene alguna semejanza con la que usted lideró el 21 de enero. ¿Qué piensa de ese proceso?

Creo que los dos movimientos tienen pocas semejanzas y bastantes diferencias. Aquel fue netamente militar en cambio el nuestro estuvo originado por una base social en la que nosotros nos unimos al pueblo indígena y los diferentes sectores sociales en su legítimo reclamo. En Venezuela se dieron enfrentamientos con muertos, acá fue absolutamente pacifico porque no estabamos dispuestos disparar un solo tiro. Allá no se cambio el gobierno, acá sí, y aunque sea mínima nació una nueva esperanza para el país. Lamentablemente las expectativas del pueblo ecuatoriano no se han cumplido porque se mantiene la misma forma de gobernar, donde se sigue beneficiando a ciertos banqueros en detrimento del 85 por ciento de pobres. La semejanza está en que ambas rebeliones fueron contra la corrupción,
principal enemiga de las democracias latinoamericanas. La crisis en Venezuela ha sido muy severa y en algo se parece al Ecuador porque es un país con mucho petróleo, pero paradojalmente esa gran riqueza que debió dar bienestar a los dos pueblos ocasionó un efecto contrario por los niveles de corrupción. Para solucionar ese problema se requiere la participación de todos los sectores del país y un presidente que de ejemplo de honradez, trabajo, responsabilidad y organización. El presidente Chávez mantiene la esperanza del pueblo venezolano, y ha realizado transformaciones muy interesantes. Ojalá pueda completar ese proyecto que recién ha comenzado.

Pasemos a otro país, pero sigamos hablando de militares. Hace pocos días sectores vinculados al general Lino Oviedo intentaron dar un golpe de Estado en Paraguay. ¿Qué piensa de ese hecho?

Una diferencia fundamental entre las fuerzas armadas ecuatorianas y las del resto de América Latina es que nosotros hemos tenido una gran integración con el pueblo más marginado y dentro de éste con los indígenas, con quienes hemos trabajado en múltiples proyectos de desarrollo Nosotros estamos vinculados al dolor del pueblo, no acudimos a ayudarlo solamente en caso de catástrofe que es lo que hacen algunas fuerzas armadas. También tiene mucho que ver nuestra formación, en la que se acentúa el principio de solidaridad. Además nosotros en las escuelas de formación de oficiales y de voluntarios estudiamos los problemas nacionales con una visión que apunta a soluciones solidarias. Eso marca la diferencia con otras fuerzas armadas más elitistas, en las que una alienación extranjera les hizo reprimir a la
población cuando debían estar de su lado y por eso el resentimiento de esos pueblos. En nuestro caso, desde hace algún tiempo, y eso se evidenció el 21 de enero dijimos no a la represión, los militares ecuatorianos no estamos para reprimir las legítimas aspiraciones del pueblo. Las fuerzas armadas se justifican en la medida que trabajen junto a la gente y coadyuven a solucionar sus problemas. Eso es servir a los grandes intereses de la nación y no a los intereses de un grupo reducido o un gobierno de turno.

Eso está muy grabado en nuestros oficiales y personal de tropa y está estipulado en nuestra Constitución.

Pero hay quienes dicen que ustedes e indígenas desconocieron la Constitución.

Lamentablemente existen interesados en darle una lectura parcial a ésta y falsifican su sentido. El 21 de enero nosotros fuimos a defender la Constitución, que había sido violada por el gobierno al congelar los depósitos bancarios, algo que ni siquiera en dictadura se ha hecho. En cuanto a las fuerzas armadas, la carta magna establece que deben defender la soberanía nacional, la integridad territorial y mantener el ordenamiento jurídico. Sobre la soberanía se menciona claramente que radica en el pueblo que es quien está sobre los tres poderes del Estado. Nosotros el 21 acudimos a un llamado de ese pueblo y cumplimos así nuestra primera misión.

La integridad territorial se defendió con honor en el Cenepa. Allí se defendió la dignidad del país con armas el 21 de enero se defendió la dignidad sin ellas. Sobre el ordenamiento jurídico dice que hay que defender el sistema democrático con instituciones libres de corrupción. Y como todos sabemos, el gobierno anterior fue uno de los más corruptos en la historia del país. Pero además actuamos de acuerdo a nuestra conciencia que es más importante. De parte del gobierno se había ordenado reprimir y disparar al pueblo, porque solo matando se le podía sacar del Congreso. O le disparábamos o nos uníamos. Por nuestra conciencia y por misión
constitucional nos unimos.

Para algunos analistas ustedes fueron golpistas aunque no hayan llegado finalmente al poder.

Los golpes de estado los dan las elites y esto fue una rebelión popular porque el que irrumpió fue el pueblo ecuatoriano. Que nos digan golpistas nos tiene sin cuidado. No nos comparamos porque estamos muy lejos de ellos, pero calificativos semejantes utilizaban con nuestros patriotas cuando luchaban contra los gobiernos coloniales. Unos fueron encarcelados otros ejecutados, y se los llamaba delincuentes o bandoleros. Cuando estuve en Nicaragua como parte de la fuerza del paz de las Naciones Unidas le pregunté a los oficiales brasileños cómo consideraban a Bolívar y ellos respondieron que era un bandolero más. Quién sabe de dónde les surgió esa imagen, pero para ellos era un bandolero. Lo mismo decían los españoles que lucharon contra él. Los libertadores fueron nuestros héroes y de alguna manera inspiraron nuestra participación en el levantamiento. Para quienes se benefician de este sistema de corrupción e iniquidad somos golpistas, ambiciosos, sediciosos y un mal ejemplo para América Latina. Pero nuestro pueblo nos cataloga de otra manera. Siempre depende de quién analice. Me siento reconfortado que después del 21 la imagen ecuatoriana ante el mundo sea la de un país digno que no va a aceptar nuevas humillaciones en forma impune sino que se va a levantar.

Con la base de Manta cedida al ejército norteamericano y la implementación del Plan Colombia muchos temen que Ecuador se involucre en el conflicto interno de otro país. ¿Cuál debería ser la actitud del gobierno ecuatoriano frente a eso?

Gobernar no es difícil si se hace en base a los que desea la mayoría de la población. Los problemas aparecen cuando los gobernantes no escuchan a las mayorías y actúan en beneficio de elites, por eso se dan los levantamientos y la protesta popular como en Ecuador y en el resto de los países latinoamericanos. Los grandes problemas nacionales debe resolverlos el pueblo. Sobre la instalación de la base de Manta, la aceptación del Plan Colombia, el sistema de dolarización, e incluso la firma de Paz con Perú, se debe consultarlo mediante un plebiscito y luego cumplir su voluntad. Junto a muchos compañeros pensamos que Ecuador no debe involucrarse en la guerra interna de Colombia porque es un problema de un país hermano lo
suficientemente soberano para resolverlo. Si Ecuador se involucra en el Plan Colombia puede convertirse en un nuevo Vietnam y estaría obedeciendo a intereses extra nacionales. Al gobierno de Colombia le están dando cerca de 1600 millones de dólares para ese plan, a Ecuador por hipotecar parte de su soberanía le van a dar 80 millones que en gran parte se utilizarán en la misma base de Manta para arreglar la carpeta asfáltica, construir viviendas para los oficiales norteamericanos y posiblemente en viáticos y alimentación. O sea que esa limosna ni siquiera llegará para solucionar problemas sociales o reactivar el Banco de Fomento o mejorar el
funcionamiento de los hospitales.

Mientras los defensores de la dolarización dicen que traerá la estabilidad económica al país los detractores anuncian su fracaso mostrando las cifras de la inflación que no para de subir. ¿Usted qué piensa? Estoy en contra de este modelo porque va a generar un mayor desempleo y eso significará más problemas para el país. Veamos lo que está sucediendo en Argentina con la convertibilidad, un modelo similar pero más flexible, donde se triplicó el desempleo y quebraron muchas industrias. Y ese país tiene un desarrollo industrial mayor al nuestro, un nivel educativo mejor y
la capacidad de exportar productos con valor agregado. La mayoría de las exportaciones ecuatorianas en cambio son de materia prima. Nuestro desarrollo industrial es incipiente y el petróleo no es eterno ni tendrá un precio estable para siempre. Hoy estamos con un excelente precio pero mañana podemos estar en 6 o 7 dólares como en 1999 y sería una catástrofe. Además se están internacionalizando los precios de los productos pero no los salarios. La dolarización es una de las muchas medidas que favorecen a pocos banqueros y empresarios que pudieron acumular dólares, pero la mayoría de los ecuatorianos seremos perdedores. Es una medida que se tomo sin analizar, un tanto novelera y sin ver el interés general de la
sociedad. Hay muchas distorsiones porque determinados costos que se deberían internacionalizar hacia abajo como las llamadas telefónicas que acá son más caras siguen subiendo. Además perder nuestra soberanía monetaria es muy grave.

Si analizamos los hechos del 21 de enero y lo posterior parece que ustedes no lograron cumplir sus objetivos. ¿Fue una derrota?

No, porque hay muchas cosas positivas. Ahora el pueblo sabe que tiene derecho a levantarse contra gobiernos opresores y corruptos, y derrocar a los que no cumplen el mandato popular, porque eso es parte de la democracia. También se levantó la autoestima del país. Nuestra juventud estaba adormilada y los movimientos sociales desunidos. Ahora se dio una unidad de esos sectores, y la población universitaria volvió a despertar.

Otro hecho positivo fue terminar con un gobierno nefasto. Ojalá el nuevo cumpla con las expectativas del país, recién son cuatro meses pero hasta el momento no lo ha hecho, especialmente en la lucha contra la corrupción, no hay un solo banquero preso, no se ha recuperado un solo sucre de los miles de millones que se llevaron. También se despertó nuestra identidad nacional. Teniendo en cuenta todo eso no se puede considerar una derrota sino una victoria cívica de nuestro pueblo que ya mostró algunos resultados en las últimas elecciones y se consolidará en el futuro.

¿No fue un error marchar hacia la Casa de Gobierno sin tener los apoyos consolidados?

Hay que ver que nuestro objetivo no era la toma del poder, aunque lo conseguimos porque teníamos el apoyo de prácticamente todas las unidades del ejército, gran parte de la fuerza naval y de la fuerza aérea. Varios oficiales de esas fuerzas hablaron con nosotros y dieron su apoyo, pero por lealtad no daré nunca sus nombres. En el Palacio de Gobierno cedimos el espacio porque nuestro objetivo no era la toma del poder sino ayudar a que el pueblo se convierta en actor principal de su destino. Para mantener la integridad de nuestras fuerzas armadas entregamos al general más antiguo (Carlos Mendoza) el control de la situación, pero no fuimos el brazo ejecutor de los generales. Nuestra acción fue absolutamente independiente
de cualquier posible plan que pudieran haber tenido ellos. Actuamos bajo nuestra responsabilidad porque no había otro camino.

¿Usted aceptaría que lo califiquen como de izquierda?

No, porque no estoy de acuerdo que se nos califique con conceptos predeterminados. Nuestra ideología tiene profundas raíces nacionales y se basa fundamentalmente en la solidaridad y los modos de convivencia que han construido nuestros indígenas en siglos de existencia. Es esa ideología la que nos anima a cambiar las estructuras injustas de nuestro país para que un día los pobres sean privilegiados.

¿Usted cree que los diputados podrán superar las divergencias y aprobar la amnistía para quienes participaron en enero?

Se ha tratado de desviar la atención acusándonos de la inestabilidad democrática, cuando ésta, como en el resto de Latinoamérica es consecuencia de los malos gobernantes. El debate en nuestro país se ha reducido a discutir la conveniencia de una amnistía parcial o total cuando los problemas de pobreza generalizada y corrupción son mucho más profundos.

Hacia allá deberían orientar el debate, porque si ellos logran solucionar esos problemas el país va a estar en calma. Si nos meten a la cárcel o nos liberan pero no solucionan la causa que origina estos problemas mañana se dará un nuevo levantamiento y aparecerán nuevos líderes para dirigirlos. Si solo atacan el efecto de la crisis y no combaten su causa la inestabilidad seguirá. La amnistía históricamente y en todas las legislaciones es una forma de reconciliarse que tienen los pueblos. Fue utilizada en muchos países luego de guerras y siempre ha sido al hecho histórico. No existe una amnistía parcial como pretenden algunos partidos políticos y en tal virtud deberíamos ser amnistiados todos. A mi no me quita el sueño la amnistía porque prefiero una consulta popular para que sea el pueblo el que decida nuestra libertad. Si ésta se concreta los militares que participamos en la
rebelión tendremos que escoger si continuamos con nuestras carreras o seguimos luchando por los intereses del país en otro ámbito. Es una decisión personal de cada uno. En lo que a mi respecta, dentro o fuera de la milicia, mi labor apuntará a cambiar los esquemas injustos de nuestro país.

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