Messi, Maradona y los analistas
A propósito de la presencia de Messi y Maradona en la Copa América, valga una reflexión sobre la comparación de sus parecidos goles tramados desde la media cancha, en el caso de “La Pulga”, en un reciente juego de la Copa del Rey en España y de “El Pelusa”, en el Mundial de México 1986.
Lo que distancia a las dos soberbias jugadas son los contextos. Messi bailó fútbol en un partido de un torneo de equipos españoles contra un equipo muy inferior al nivel del Barcelona FC, mientras que Maradona hizo su gol en los cuartos de final de mundial, contra aquella Inglaterra con la cual Argentina había perdido la guerra de las Malvinas cuatro años antes y aun con las cicatrices frescas de ese conflicto, la victoria de su selección convirtió al fútbol en la continuación de la guerra por otros medios, parafraseando una famosa frase de Clausewitz.
Los goles de Maradona y Messi pueden ser útiles para reflexionar sobre la manera como periodistas y analistas comparamos conflictos mundiales de diversos antecedentes y circunstancias, sin tomar en cuenta cuan distintos son sus contextos. Por ejemplo, hay una gran brecha entre la presencia británica en Las Malvinas en el siglo 21 y conflictos atávicos como el palestino-israelí o las complejas relaciones entre gobiernos de sistemas democráticos – con todos sus defectos – y regimenes totalitarios como el de Corea del Norte, Irán, Cuba, Zimbabwe y otras neo dictaduras.
Si bien la libertad de expresión, opinión y equivocación son derechos que deberían ser universales, es importante ejercerlos con la mayor ecuanimidad posible y sin descontextualizar. De otra manera, tendríamos que valorar igual al gol tramposo de Maradona de la llamada “mano de Dios” con aquel virtuoso de media cancha, emulado por Messi, que por su calidad y contexto, hizo del fútbol un arte y una respuesta tardía a una injusticia histórica.
El “Dios” de la mano de Maradona es aquel que invocan los fanáticos dispuestos a cualquier cosa en su nombre, pero el Dios de su segundo gol contra Inglaterra es el que lo hubiese salvado hoy de sí mismo y a todos nosotros de nuestro potencial para la autodestrucción.
