Opinión Internacional

Paraíso socialista por decreto

Santiago de Chile (AIPE)- Decreto: fin al problema educacional. En adelante, todos tendremos 12 años de educación obligatoria. No ocho, seis o cuatro, sino 12. ¿Cómo no se nos había ocurrido? Pero ya aprendimos. Ahora vamos a subir de 12 a 18. Y todos serán ingenieros, médicos o abogados. Y, por qué no, postgrados obligatorios; adiós subdesarrollo y pobreza. Pero hay más. Podríamos hacer caso a esos esforzados «trabajadores» de la central sindical y subir el salario mínimo a unos 500 mil pesos mensuales, que es lo que resultaría de haber seguido sus laboriosas propuestas de los últimos años. Esto, junto a una jornada de trabajo semanal de unas 20 horas con siesta obligatoria, a llevarse a cabo en dos días, para así tener cinco libres para «fortalecer la familia». ¿No ve que, por definición, el tiempo no trabajado se pasa en familia, según nos predica el vicario laboral, o sólo se dedica al estudio y la escuela, en el caso de los jóvenes?
Alternativamente, se usa para consagrarlo a Dios o a la perfección personal, como se decía antes de la moda oficial antipareja, de sexo «por la libre» y a jornada completa, antitrabajo, antiahorro y antiemprendimiento, que parece ser lo que quedó del noble socialismo proletario del pasado.

Aunque también podría dedicarse a destruirlo todo, en protestas que, según algunos ministros socialistas, forman parte de la democracia por la que ellos lucharon. ¡Claro!, esa de las expropiaciones, de la violencia antiburguesa y de la revolución proletaria.

A muchos curas y paisas se les olvidó que el estado de bienestar e igualdad se perdió a partir del pecado de Adán y que, desde entonces, se debe ganar el pan con el sudor de la frente, trabajando, emprendiendo, creando, ahorrando y estudiando. Esto se estaría reemplazando por una visión religiosa diferente, en la que el Estado es el dios que nos guía, protege y dicta leyes pro ocio, pro años de educación con programas y textos oficiales, pro trabajo de algunas horitas, ya que en exceso puede producir cáncer.

El desarrollo y la eliminación de la pobreza se consiguen con el esfuerzo de las personas interactuando con libertad en los llamados mercados, concepto satanizado por la religión estatista, pero que corresponde, simplemente, a los acuerdos voluntarios entre personas para ganarse la vida. Algunos, en especial los del partido, creen en los regalos oficiales financiados con impuestos quitados por la fuerza a la gente que trabaja, pero -ya lo sabemos- la expropiación nunca ha conducido al desarrollo personal.

El Estado, con sus leyes antiesfuerzo, es subdesarrollo, como se ha probado hasta el cansancio; además, los impuestos y las regulaciones quitan libertad. Por último, es corrupción, como se ha visto.

La gestión estatal nos tiene con una pésima educación y una salud deplorable, y las normas laborales, con un alto desempleo de jóvenes, viejos y mujeres, lo que no llama la atención del vicario antitrabajo. Si el desarrollo y la perfección familiar y personal se consiguieran por ley o con impuestos, se sabría, y ya habríamos retornado al Paraíso.

Es que no es así la cosa y esas propuestas demagógicas, a estas alturas del siglo XXI, dan vergüenza. Son cosas de políticos viejos, entre los que debe incluirse a algunos religiosos con resabios de la teología de la liberación, que apartó por un tiempo las Escrituras de siempre, para reemplazarlas por «El capital» y ciertos manuales guerrilleros. Las personas se crearon libres y para que no pequen y se salven se las debe convencer de que sean virtuosas, querendonas, esforzadas y austeras, en vez de hurtonas expropiatorias, en la onda de la solidaridad «social», que no existe, por tratarse de un atributo personal.

(*): Profesor de economía, Universidad Finis Terrae, fue presidente del Banco Central de Chile.

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