Opinión Internacional

Populismo latinoamericano

El estudio del populismo latinoamericano es difícil por tratarse de un fenómeno complejo y equívoco, que engloba a movimientos, partidos y regímenes políticos extremadamente diversos. Los movimientos populistas decimonónicos en EE. UU. (Pcople’s party) y en Rusia (Narodniki) fueron fundamentalmente movimientos agrarios que, frente a los cambios violentos, iniciados por la urbanización y la industrialización, propugnaban una «vuelta il pasado» a través de la afirmación de los valores «campesinos». El populismo latinoamericano surge también como respuesta a los «traumas» sociales desatados por el desarrollo económico y lo que Deutsch llama la movilización social o sea «el proceso por el cual son desgastados o destruidos grandes grupos de los antiguos compromisos sociales, económicos y psicológicos, y la gente queda disponible para adoptar nuevas pautas de socialización y conducta».1 Pero a diferencia de sus antecedentes históricos el populismo en Latinoamérica, durante su auge entre las décadas de los ‘40 y ’60 del siglo pasado, tuvo una visión «progresista» de la historia, estaba a favor del cambio y de la modernización social.

Además, aunque incorpore grandes masas campesinas no es un movimiento agrario sino de origen y características más bien urbanas, con un énfasis especial en la afirmación de los valores nacionales y autóctonos frente a los «importados».

La dificultad del análisis del fenómeno populista se incrementa por las distintas valoraciones que se asocian al término «populismo». Para algunos autores, representa una manifestación original y auténtica de América Latina con grandes capacidades integradoras y movilizadoras, en función de una transformación viable del continente. En cambio según otros, se trata de un movimiento corrupto, demagógico, ineficaz y económicamente desastroso. Políticamente el populismo puede ser democrático o autoritario, de izquierda o de derecha.

Los movimientos populistas se caracterizan principalmente por constituir una coalición de grupos sociales muy distintos. Se trata por lo tanto de un fenómeno poli o multiclasista que además enfatiza el papel del Estado en la vida política y económica nacional.

Esquematizando encontramos dos tipos fundamentales de coalición populista: 2
1) Una coalición que busca la reorganización total del orden político y social existente a través de la movilización y subsiguiente integración en la nación, en las esferas política, económica y social, de grandes masas hasta entonces pasivas. Este tipo de coalición populista puede denominarse siguiendo la terminología del politólogo norteamericano David Apter, un «sistema de movilización».3
2) Una coalición que trata de conservar y legitimar un orden socio-político nuevo, reconoce la existencia de distintos intereses en la sociedad y busca un compromiso y una coalición entre ellos. Esta forma de coalición populista Ápter la denominaría un «sistema de reconciliación». En toda coalición populista, siempre están presentes ambos momentos: movilización y reconciliación. Pero, evidentemente, el populismo en la oposición enfatiza el elemento movilización, mientras cuando está en el gobierno, el sistema de reconciliación tiende a imponerse sobre el sistema de movilización. Normalmente las condiciones para el nacimiento de un movimiento populista como sistema de movilización son las siguientes:
a) Transformaciones socio-económicas aceleradas que rompen las relaciones tradicionales a nivel económico, social y psicológico, creando una masa desarraigada «disponible» para ingresar en nuevas organizaciones políticas, en otras palabras y en términos de Karl Deutsch un agudo proceso de movilización social.

b) Un régimen oligárquico que mantiene la exclusión o bloqueo a la participación política, económica y social a través de mecanismos:
1) Jurídicos formales, como por ejemplo, el sufragio restringido,
2) y/o de hecho, este sería el caso de los partidos políticos tradicionales que no dan cabida a las grandes masas populares.

c) Existencia de grupos de clase media urbana: estudiantes, profesionales, intelectuales que padecen «incongruencia de status» y por lo tanto, alienación frente al orden político imperante que impide su participación en el poder. De estos grupos sociales salen los líderes naturales del populismo.

En cuanto a su composición social, las coaliciones populistas son por lo general muy heterogéneas. Dentro de conceptos abstractos como el «Pueblo», la típica coalición populista incluye campesinos, obreros, clases medias y la llamada «burguesía nacional» anti-oligárquica, anti-imperialista y anti-feudal, excluyendo posiblemente sólo a la oligarquía terrateniente y la comercial ligada a las transnacionales.

Normalmente «desde el punto de vista de los condicionamientos estructurales más generales —nos dice Juan Carlos Rey— tales coaliciones surgen tras la quiebra del modelo económico primario-exportador asociado al «crecimiento hacia afuera» y representan el intento de formar una alianza táctica entre clases y grupos sociales diversos con el fin de buscar una nueva forma de inserción en el sistema capitalista internacional y la puesta en marcha —o la aceleración e intensificación— de un modelo de «crecimiento hacia adentro» primordialmente mediante la industrialización sustitutiva de importaciones».4
La unidad de la coalición populista se mantiene fundamentalmente por un conjunto de mecanismos:
1) La existencia de un enemigo común real o inventado externo y/o interno, a la cual hay que agregar, especialmente en la etapa de movilización un acentuado «sectarismo» que cumple eficazmente la función de integrar y cohesionar la coalición.

2) Un «fuerte sentimiento nacionalista que se sustenta, desde el punto de vista económico, en un proyecto de desarrollo «hacia adentro» y en un mayor control a través del Estado del sector primario exportador frecuentemente en manos extranjeras». 5
Evidentemente este intenso nacionalismo contribuye también a una mayor integración de la coalición policlasista.

3) Una ideología vaga y confusa.

4) La presencia de un líder carismático, cuya importancia, durante la etapa de reconciliación, se reduce notablemente frente a una creciente burocratización.

5) El «funcionamiento de un complejo y frecuentemente inestable sistema de acomodación de tipo utilitario entre los intereses de los distintos componentes»6 de la coalición.

Este factor tiene poca importancia en el caso del populismo como sistema de movilización. En la etapa de reconciliación, en cambio, los elementos utilitarios asumen una relevancia considerable en función de la unidad de la coalición. El clientelismo burocrático, el patronazgo y en el peor de los casos la corrupción generalizada, devienen los mecanismos fundamentales para el control de las masas.

Entre las muchas contradicciones y los numerosos límites del populismo en este breve análisis, queremos recordar que la coalición populista se mantiene siempre y cuando los «premios» para sus integrantes provengan del exterior de la alianza. Tradicionalmente el sector agro y/o minero exportador paga el costo de la industrialización que es, normalmente, el supuesto básico del pacto populista. Por lo tanto, la crisis del sector exportador tradicional y/o el agotamiento de la etapa «fácil» del proceso de sustitución de importaciones mina profundamente las bases de la coalición populista. La falta de preocupación por la inflación y el déficit presupuestario han conducido a buena parte de los experimentos populistas latinoamericanos a hundirse en la catástrofe de la hiperinflación.

1. DEUTSCH, Karl, Social Mobilization and Political Development, cit. por HUNTINGTON Samuel, El Orden Político de las Sociedades en Cambio. (Buenos Aires, 1972), p. 41.

2. Vide REY, Juan Carlos, «Ideología y Cultura Política: el caso del Populismo Latinoamericano», Politeia (Caracas, 1976), ps. 123-150.

3. Vide APTER, David, Estudios de la Modernización (Buenos Aires, 1970) y también Política de la Modernización (Buenos Aires, 1972).

4. REY, J. C., op cit., p. 140.

5. Ibidem, p. 142.

6. Ibidem, p. 144.

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