Opinión Internacional

Pretensiones ilegítimas

El régimen bolivariano actúa en el plano internacional con el mismo cinismo que lo hace adentro, aunque las consecuencias son, desde luego, netamente diferentes.

Los numerosos disparates y despropósitos del régimen no se limitan a las declaraciones e incluso acciones para destruir el sistema andino de integración, ni a la voluntad de formar parte del MERCOSUR sin ninguna posibilidad de competir comercialmente en esa región, ni a las irracionales declaraciones relacionadas con la construcción de plataformas espaciales. Tampoco se limita, por supuesto, a los “consejos” que, con la propiedad que le caracteriza y la autoridad mundial que pretende, da el presidente a los gobernantes de China, Rusia, India y Europa, recordándoles que “deben actuar en forma independiente” para liberarse del imperialismo americano.

Algunas pretensiones más concretas completan el disparatero bolivariano externo. Pretender integrar el Consejo de Seguridad y el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas es una ocurrencia más de la dirigencia bolivariana. Pretensiones que no tienen nombre ni explicación alguna, al menos dentro de los parámetros mínimos de la sensatez. Esta acción es sólo un producto concebido en la metrópoli, es decir, en La Habana, que será muy difícil si no imposible de llevar a buen término por las autoridades de la Casa Amarilla.

Se trata de dos órganos de suma importancia internacional, relacionados con la paz y la seguridad internacionales, el primero en forma directa; el segundo indirectamente, cuando busca proteger el objeto de la paz y de la seguridad en el mundo: la persona.

El Consejo de Seguridad –quizás sea útil recordárselo a los neodiplomáticos bolivarianos- es el órgano encargado de velar por la paz y la seguridad internacionales, tema que no se presta a retórica barata ni a declaraciones exóticas de populistas de aquí o de allá.

La paz no depende solamente de los cinco que cuentan todavía con un puesto permanente en el Consejo. La paz es una cuestión que interesa a la comunidad internacional en su conjunto, a los países ricos y a los países pobres, sean del norte o del sur, del este o del oeste. Incluso, más allá, no sólo a los gobiernos, sino a los pueblos en cuyo nombre se crea la Organización de Naciones Unidas.

La Carta de las Naciones Unidas es muy clara. Si bien el Consejo es criticable, especialmente por su forma de proceder, incluidos el veto y su estructura, reclamada por todos incluso por Venezuela desde hace muchos años, no se puede desconocer su importancia y la necesidad de que funcione de acuerdo con los principios de la Carta. La paz y la seguridad, la estabilidad y la tranquilidad, dependen de su acción y, por supuesto, del comportamiento de sus miembros, tanto los permanentes como los no permanentes.

El Consejo de Seguridad debe estar integrado por Estados que promuevan la paz y la seguridad internacionales, respetuosos del orden jurídico internacional y de marcada vocación democrática y pacifista lo que no es el caso de Venezuela, cuyo régimen apoya políticas de otros Estados que ponen en peligro la paz, a la vez que mantiene una política clara de confrontación con todos los que estima que no coinciden con el denominado proceso revolucionario.

Venezuela aspira un puesto en el Consejo, en elección que tendrá lugar en octubre de este año. Un disparate más de la diplomacia revolucionaria cuyo jefe parece dirigirla virtualmente, dejando en las manos de sus subalternos las decisiones más importantes. Error garrafal, pues la diplomacia es cosa seria, pero el bolivarianismo no lo ha querido entender así y por eso su descrédito creciente afuera, especialmente, en los centros serios de poder.

Las relaciones del régimen bolivariano con países cuestionados como Cuba, Irán, Zimbabwe, Sudán, Corea del Norte constituyen un peso importante para la aspiración venezolana. Es contradictorio, sin ninguna duda, apoyar políticas contrarias a la paz y a los derechos humanos en el mundo y pretender formar parte del órgano más importante del sistema de las Naciones Unidas. Es, simplemente, ilegítimo.

Una segunda pretensión completa la acción cínica del régimen: la candidatura al Consejo de Derechos Humanos. El régimen parece olvidar su posición en contra de la creación de este órgano, pero además, ignora deliberadamente la situación de los derechos humanos en el país: los desaparecidos, los detenidos arbitrariamente, los crímenes ocurridos durante estos años, la impunidad, la segregación o apartheid político. Ni hablar de los atentados contra la libertad de expresión, de información, de disentir.

Las declaraciones del presidente el pasado domingo muestran la política oficial en materia de derechos humanos. Declaraciones patéticas que anuncian nuevos atentados contra la propiedad privada, justificando la primacía de la Constitución sobre las normas internacionales relativas a los derechos humanos. Una violación, no sólo de la normativa internacional que prevalece en todos los casos, sino de la misma Constitución que le otorga este valor a los Tratados y Convenios internacionales sobre derechos humanos.

El ejercicio del apartheid político descalifica a Venezuela para ingresar a este órgano. La lista Tascón, reconocida y en pleno vigor es una muestra de la persecución a los que disienten. La vergonzosa declaración del ex representante ante las Naciones Unidas, el señor Toro, justificando haber “acabado” con el personal de la misión a su cargo que venía prestando servicios a la misión desde hacía muchos años, para “cumplir la tarea encomendada” por el supremo, confirman la actitud del régimen bolivariano ante el respeto de los derechos humanos y de las libertades fundamentales. Una última torpeza del destituido representante.

La Venezuela bolivariana no puede aspirar a formar parte de estos órganos. Sus pretensiones son ilegítimas. Sería lamentable que algunos la endosen. No dejarán de estar a su lado los beneficiarios, los Zapateros, los Kirschner.

La misión en Nueva York, ahora en manos del leal e intelectual Arias Cárdenas, tendrá que luchar por estas candidaturas. Pero la capacidad y experiencia internacionales del nuevo representante, mostradas en el “mapa estratégico” anunciado en días pasados podrán permitirle al régimen obtener estas dos posiciones internacionales.

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