Opinión Internacional

Punto de quiebre

Luego de muchos años de vivir un malentendido sobre nuestra identidad Latinoamericana (gracias al síndrome de nuevo-rico petrolero), el país se perfila hoy como una isla “nacionalista”, poseedora de la verdadera y única identidad aceptable en el continente: esa que tiene que ver con ese recién inventado movimiento bolivariano imperialista del siglo XXI.

El nacionalismo creciente que sufre nuestra sociedad (espejo de la Alemania prenazi) es un peligro para ella misma. Ya que el nacionalismo, comprobado históricamente, nunca viene solo sino más bien acompañado de una catastrófica inmolación de sus propios nacional-socialistas.

Venezuela se enrumba a pasos acelerados hacia una confrontación de enormes proporciones, atizada inconscientemente por una clase dirigente irresponsable o más bien “iletrada” sobre las consecuencias de estos menesteres nacionalistas. Como ejemplo, sólo menciono con qué facilidad nuestro jefe de estado llama a la guerra y cuando ve que la va a perder la retira creyendo que no ha pasado nada. Así de ilusos e irresponsables son los “lideres” que nos gobiernan hoy.

La sociedad venezolana, mitad consciente y mitad inconsciente de esta problemática, se desgarra en una lucha intestina por definir cuál es la verdadera identidad nacional.

Esta patética situación no sólo nos enrumba más hacia una profunda tergiversación de nuestra semejanza sino que atomiza, peligrosamente, nuestras posibilidades de avanzar hacia una necesaria homogeneidad reivindicadora.

Nuestros escritores no han sido leídos ni siquiera por el cincuenta por ciento de nuestra población. Y los demás escritores latinoamericanos (todos también garantes forjadores de nuestra identidad), seguramente, son conocidos o han sido leídos por menos de un veinte por ciento de nuestra población. Y ahora, peor aún, sólo leemos lo que la palabra “revolución”, en boca de iletrados populistas, inyecta en la mente de los desgraciadamente ignorantes; incitando odio, venganza, frustración y enajenación total de nuestras raíces y nuestra dignidad.

No son cinco para las doce y ni siquiera faltan escasos segundos para la medianoche. Más bien estamos pasados de hora y como en parto retrasado, esperamos aún que la providencia nos dispense un parto feliz.

El punto de quiebre no sólo fue ayer, ni antes de ayer, ni el 11 de abril o el 2 de diciembre sino también el mismo día en que Colombia mostró su dignidad imponiendo su categórica capacidad de actuar con determinación.

Seguimos hablando de anestesia mientras contemplamos el retraso de un parto que está a las puertas de convertirse en un funeral, no sólo del funeral de un no-nato sino del funeral de todos los que esperamos que el azar nos ofrezca una mágica o gratuita solución providencial.

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