Opinión Internacional

Tengo un sueño

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Asunción (AIPE)- Una ilusión que me alienta desde hace años es la de ver a mi patria libre, próspera y democrática, un país sin el fantasma de la miseria que hoy recorre sus campos y ciudades, sin familias con hambre, enfermos desamparados en hospitales públicos, niños harapientos pidiendo limosna, indígenas tuberculosos que se prostituyen por un pedazo de pan, jóvenes desocupados y sin esperanza, campesinos que languidecen sin futuro. Lo más grande de este sueño es que estoy convencido que podría hacerse realidad en unos pocos años con solo liberalizar la economía.

Esta no es una fantasía, como la de muchos estatistas y socialistas utópicos que también quieren ver a su pueblo progresar. La diferencia está en que existen abundantes evidencias que demuestran que la liberalización de la economía puede provocar un crecimiento acelerado, atraer ingentes inversiones, crear numerosas empresas y empleos, elevar los salarios y reducir drásticamente la pobreza. Un crecimiento real de la producción (PIB) del 7% anual, cuadruplicaría los ingresos en 20 años y nos convertiría en un país próspero y pujante.

Podemos discutir si la prosperidad trae felicidad o no y si no es mejor seguir igualados en la pobreza y dignos en el rechazo del mercado y el capital. Podemos discutir si el consumismo nos hace desdichados o inmorales. Pero no podemos discutir que la liberalización traería prosperidad al país. En todo caso, ¿por qué no dejar a la gente decidir si quiere prosperar o seguir pobre? ¿Por qué no darles la libertad de trabajar y producir, comprar y vender sin injerencia estatal, clientelismo y privilegios?
Las evidencias son abrumadoras. Todos los países que liberalizaron sus economías han progresado. No hay una sola excepción, así como no hay ningún caso de países que progresan con políticas estatistas. Es más, está probado que los países cuanto más liberalizan sus economías más crecen y prosperan, ya sea en democracia o bajo regímenes autoritarios. Y está demostrado que la democracia, por si sola, no conduce a la prosperidad. Por el contrario, sin la liberalización, las democracias fácilmente degeneran en populismo y corrupción, como ocurre en Africa y América Latina.

Se podría argumentar que no vale la pena prosperar sin democracia. Es cierto. Es el caso de China comunista. No existen libertades políticas. Los comunistas entendieron que para seguir en el poder debían rescatar al país del hambre y el atraso, y que para ello no era necesario encarar la democratización; todo lo que tenían que hacer es liberalizar la economía. Y es lo que hicieron: privatizaron, abrieron sus mercados al libre comercio, protegieron la propiedad privada y alentaron la inversión extranjera. Copiaron el modelo de mercado de Taiwán. China es hoy un emporio.

Lo que no saben los comunistas chinos es que la prosperidad traerá consigo la democracia. Los gobiernos autoritarios que liberalizaron sus economías, como Chile, Taiwán y Corea del Sur, en unos pocos años se vieron forzados por una nueva y dinámica clase media a reconocer gradualmente los derechos políticos y democratizarse. Las personas que pueden trabajar, producir, comprar y vender sin depender del Estado se independizan de la política, del clientelismo, favoritismo y exigen participar en el gobierno de su país.

Pero, ¿de qué serviría liberalizar la economía en un país como Paraguay sumido en la miseria por la corrupción? La liberalización, es importante recordar, no solo trae progreso, sino también es el arma más poderosa para acabar con el soborno y el robo impune del erario nacional. La eliminación de la maraña de trámites y burocracia terminará con la coima. Y el fin de los monopolios estatales, la desregulación de la economía y su privatización dejarán a los funcionarios corruptos sin el poder de reclamar dádivas, traficar influencias o negociar sobreprecios en las contrataciones del gobierno.

La liberalización no solo reducirá la pobreza y corrupción, sino también combatirá los otros males del estatismo, como la falsa democracia populista, el favoritismo y la inmoralidad e ineptitud de los gobernantes. Es un sueño que puede hacerse realidad.

___* Corresponsal de AIPE y presidente del Foro Libertario.

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