Opinión Internacional

Un Irak post-Hussein

Resulta muy probable que las 200,000 tropas
anglo-americanas logren derrotar al debilitado
ejército irakí. El problema será en cómo poder
viabilizar un régimen alternativo al de Hussein.

Hace 12 años Bush padre echó a Saddam de Kuwait pero
temió ir hacia su derrocamiento. A la oposición que
instó a sublevarse la abandonó a su suerte para que
Bagdad la sofocase. El temor de Washington era que la
caída del dictador sería un remedio peor que la
enfermedad pues se podría generar un vacío que
condujese a distintas explosiones sociales y a la
fragmentación del país.

La lección afgana es que hoy EEUU sí se anima a
“construir naciones”. Los talibanes fueron depuestos
sobre la base de un infernal bombardeo con las más
sofisticadas armas y fueron substituidos por un
conglomerado del grueso de las fuerzas de oposición
bajo la presidencia formal de un personaje cuya fuerza
se sustenta en el apoyo militar y financiero
internacional.

Sin embargo, Irak no es lo mismo que Afganistán. La
cuna de la civilización es un país más rico,
urbanizado e industrializado. Irak tiene una tradición
de organizaciones sindicales y civiles.

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Mientras Afganistán siempre fue independiente ante las
potencias occidentales, Irak fue colonia de Gran
Bretaña, cuyo imperio artificialmente le creó hace 8
décadas sobre la base de amalgamar 3 disímiles
provincias otomanas que en la edad antigua fueron los
centros de imperios rivales. El montañoso norte, cuna
de los asirios, está poblado mayoritariamente por
kurdos. Esta es la nación sin estado más grande del
mundo y su territorio se encuentra repartido entre
Irak, Irán, Siria y Turquía, quienes se oponen a
cualquier estado kurdo pues temen que eso podría
acabar fragmentando a sus respectivos estados. El
centro ha sido la capital de Babilonia y de la
civilización islámica y hoy la mayoría de su gente es
mahometana sunnita. El sur es el delta mesopotámico
donde emergió la primera civilización (los sumerios) y
hoy es habitada fundamentalmente por chiítas.

Tanto en el norte como en el sur Hussein tiene
restricciones en usar sus aviones. Las zonas kurdas
tienen una virtual autonomía con sus respectivos
parlamentos y gobiernos locales. Los kurdos no están
unidos. El Partido Demócrata Kurdo de Barzani y la
Unión Patriótica Kurda de Talibani han guerreado entre
sí y se han aliado con Saddam para aminorar el poder
de sus respectivos rivales.

En el sur actúan unos 10,000 combatientes del Consejo
Supremo para una Revolución Islámica en Irak. Este
movimiento se basa en el clero chiíta y es alentado
por Teherán. Frente a estos 3 partidos opositores con
fuerzas armadas en Irak hay otros 3 partidos basados
en la emigración: los monarquistas, ex militares
baatistas vinculados a la CIA y al MI5 y el Congreso
Nacional Irakí de Ahmed Chalabi. Este último
inicialmente surgió como la coalición que debiera unir
a todos esas seis oposiciones. Sin embargo, las
diferencias entre éstos es muy grande. Los 2 partidos
kurdos autonomistas apuntan a ejercer el poder en sus
localidades y a tener una región autónoma. Los
fundamentalistas pro-iraníes quieren una república
teocrática donde la mayoría chiíta se imponga sobre la
élite sunnita. EEUU considera a Irán como uno de los
ejes del mal y la experiencia afgana ha mostrado que
Washington hace todo lo posible por debilitar la
influencia de Teherán en los nuevos gobiernos. La
monarquía irakí no era popular y el grueso de la
oposición es republicana. Los ex golpistas del Baath
son vistos por desconfianza por el resto de la
oposición. Chalabi, quien se esfuerza por ser un
incondicional de Bush y Blair, no tienen mayor
respaldo militar o social en Irak.

El panorama se complica pues dentro de las zonas
controladas por Talibani opera una guerrilla
fundamentalista sunnita que tiene lazos con Al Qaeda y
que aparentemente Hussein utiliza para debilitarlos.

Para los binlandistas el gobierno de Hussein es
detestable por ser socialistas infieles que quisieron
imponer una república secularizada. Para ellos hay que
ir hacia un califato teocrático. Ellos pueden aliarse
al Baath contra los EEUU pero en el fondo quisieran
que Hussein sea aplastado para que ellos parezcan como
la cabeza de la resistencia islámica
anti-estadounidense.

El grueso de la oposición en las zonas árabes la
constituyen una serie de partidos históricos que son
reacios a la intervención norteamericana. Estos son
los comunistas, la izquierda nacionalista, el Partido
Islámico y Daa Wa. Para muchos de éstos la caída de
Saddam debería ser resultado de la acción del pueblo
irakí. Un derrocamiento por arriba por parte de una
potencia produciría algo que podría ser peor.

El General Franks apuntaría a crear un protectorado
que dure unos dos años, el mismo que se encargase de
depurar al estado, de buscar crear una coalición
viable y de licitar los pozos petroleros a
multinacionales anglo-americanas.

Washington y Londres anhelan que sus tropas sean
recibidas como liberadoras. Al margen que ciertas
multitudes puedan salir a las calles a recibirlos, lo
cierto es que el vacío producido alentará a la
conformación de consejos (shoras) y nuevos organismos
populares y a la emergencia de nuevas formas de
oposición. Diversos grupos armados operarán contra las
tropas ocupantes. Los vecinos tratarán de crear sus
zonas de influencia dentro de Irak. Turquía querrá
evitar un Kurdistán autónomo y tal vez poder anexar
dicha región. Irán buscará sustentarse en la mayoría
chiíta.

La victoria anglo-americana deberá servir para
reordenar al medio oriente. Washington hablará de ir
democratizando a Arabia Saudita, Palestina e Irán. Sin
embargo, su accionar incentivará una ola de
anti-norteamericanimo y de protestas en toda la
región.

(*): Analista Internacional. Investigador de la LSE

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