Opinión Internacional

¿Un nuevo pacto de Yalta?. No, una nueva ONU (parte 1)

Recientemente, una conocida internacionalista planteó que, ante las nuevas realidades mundiales, se imponía realizar un nuevo pacto de Yalta, esta vez entre las potencias que surgieron como triunfadoras de la guerra fría.

Creo que esta proposición parte de un supuesto negado. La guerra fría no terminó porque un grupo de naciones derrotara a otro. Terminó gracias a la oposición de la inmensa mayoría de la humanidad a ese estado de cosas, que se manifestó en luchas impresionantes, a veces sangrientas. Que si bien aparentaban estar dirigidas en contra de uno de los dos contendientes, según el caso, en el fondo era la lucha por un reacomodo global, basado en la soberanía de las naciones.

Porque ¿Qué fueron las luchas por la independencia y la libertad en, Angola, Afganistán, Argelia, Nicaragua, Chile, España, Alemania del Este, Checoslovaquia, Vietnam, Grecia, Polonia, etc. así como las impresionantes movilizaciones contra la guerra, el mayo francés, el llamado movimiento hippie, sino un rechazo tajante del mundo a la fulana guerra fría?

Y ésta terminó de muerte natural, porque las burocracias que dominaban a los países más desarrollados entendieron que, o la desmontaban o el movimiento de los pueblos se las llevaban en “los cachos”. Y el que tenga dudas de esto, pregúntese si el mundo hubiese permitido que continuara el ghetto del apartheid en Sudáfrica; o las dictaduras del Cono Sur, de Centroamérica, o de Marcos; o la cortina de hierro, por sólo mencionar algunos ejemplos puntuales. Era imposible para las burocracias dirigentes mantener esa absurda situación.

De lo que se trata ahora es retomar el camino de los grandes prensadores de los siglos pasados y luchar por un mundo basado por verdaderos principios humanos, comenzando por redefinir el papel de la ONU, no en base a los intereses de supuestas potencias “vencedoras”, sino de los de la raza humana.

La ONU original fue hecha a la medida de los países triunfadores de la segunda guerra. Formaban parte de ella las naciones dominantes y sus relacionados, abultada con la presencia de América Latina, que para aquel momento sólo era comparsa y escasos países independientes del resto del mundo. Tan es así, que más de las dos terceras partes de la población mundial no tenían representación, ya que formaban parte de los imperios coloniales de la época.

La situación actual es totalmente diferente. La casi totalidad de los pueblos son soberanos, y fracasará cualquier intento de implantar algo similar a Yalta, porque encontrará de frente ala humanidad. Si bien en los casos de Panamá y Somalia no hubo mayor reacción en el mundo, ya cuando Yugoslavia se empezaron a manifestar sentimientos de horror y rechazo, incrementados en la invasión a Afganistán y aumentados aún más en el caso de Irak. No es difícil prever las consecuencias de seguir las naciones más ricas en su desquiciado plan.

Sin embargo, aterrorizados por evitar su reemplazo, estas burocracias prefieren dinamitar cualquier resquicio de orden racional entre las naciones y abrir las puertas a unas relaciones entre las naciones basadas en los intereses y en la fuerza, única garantía de su supervivencia.

Y esas acciones las llevan a cometer errores garrafales. En esta última aventura de Irak se pudo apreciar como la llamada invencibilidad militar es sólo un bluff. Irak, con sólo algunos mísiles antitanques y anti-helicópteros logró frenar en seco el planificado arrope de los blindados de USA e Inglaterra, y éstos últimos tuvieron que apelar al amargo y peligroso expediente de usar a la infantería como carne cañón. Para entender esto último, hay que recordar que en la anterior guerra del Golfo, el temible armamento blindado de Irak, que hacía presagiar un combate nivelado entre las fuerzas, quedó hecho “puré” ante el armamento anti-tanque de última tecnología que estrenaba Estados Unidos, y que forzó al armisticio. Eso explica el amargo reclamo que Estados Unidos le hizo la semana pasada a Ucrania y a Rusia por vender este tipo de mísiles a Irak.

Y encima de eso, quedó demostrado que es ineficiente usar mísiles tipo cruceros como armas decisivas, y quedaron más como instrumentos para sembrar el terror entre la población civil, es decir, como armas psicológicas.

Es previsible que para tratar de ocultar estas verdades, la ofensiva mediática alcanzará niveles histéricos. Pero, quienes debían tomar nota, ya lo hicieron.

De donde se desprende que, cualquier país de tamaño regular que cuente con, además de un ejército regular, de abundantes mísiles antitanques y anti-helicópteros de última tecnología, y un muy fuerte contingente de infantería, puede, no sólo detener, sino derrotar a cualquiera de los ejércitos de las actuales potencias que pretenda invadirlo.

Esto abre una verdadera caja de Pandora. La mezcla de justificar las acciones de los países basadas en intereses egoístas y la no existencia de un súper-poder militar, nos obliga a reflexionar profundamente sobre nuestra estrategia como nación, por encima de intereses grupales, políticos o de clases.

C.E. Dallmeier es autor del libro Hacia la Sociedad Racional
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