Opinión Internacional

Una enseñanza de Tocqueville

Si la iniciativa por la reelección del presidente es persuasiva en primera
instancia, es probable su defectuosa orientación en la segunda. Y en la
tercera. Si mal orientada, puede traer consecuencias no generosas para la
descompuesta institucionalidad colombiana . Tal es el punto de marras,
tras evaluar los límites que dieron origen al debate.

El aprendizaje que obtenemos también de uno de los estudios más serios que
se han hecho sobre el presidencialismo y la democracia en América Latina,
Scott Mainwaring, Soberg Shugart, Presidentilism and Democracy in Latin
América, Cambridge University Press, Cambridge, 1997. Lo cual nos invita a
contemplar los riesgos y las oportunidades para el país.

Existe una dicotomía entre los aparentes vastos poderes de la presidencia
y la debilidad real de autoridad presidencial a la hora de implementar
políticas reformistas. A pesar de sus poderes, por lo general los
presidentes en Colombia se han visto frustrados al intentar imponer
iniciativas políticas. La razón que se ha identificado es que esos poderes
fueron modelados para servir a los intereses clientelistas de la tropa
partidaria.

Pero además el argumento en favor del sistema parlamentario es discutible
por tres razones: Primero, coloca el tema de la reelección del presidente
más allá de un voluntarismo coyuntural y oportunista de seguidores o
detractores. Lo sitúa en perspectiva con la posibilidad de motivar el
cambio de la dinámica de las instituciones políticas. Los efectos de la
campaña encubierta por la reelección son: (1) dependencia entre
gobernabilidad y proceso electoral (2) personalización electoral (3)
populismo del poder ejecutivo. En suma: la politización de la gestión
pública al servicio de un mercado electoral por delante.

De otra parte, la retórica reeleccionista, le confiere un peso decisivo a
la lucha entre bancadas. Evocar la continuidad del presidente matiza un
carácter altamente polémico. Son concepciones diferentes aquellas que
orientan una iniciativa arraigada continuamente en las encuestas o la
consulta ciudadana, de aquellas que prefieren el debate reflexivo y
público de razones. Sobre todo ahora cuando el país ve caer
estrepitosamente a los partidos en pequeños círculos de poder, atomizados
e individualmente pobres en ideas.

También el riesgo de un proceso político largo. Cuando necesitamos
propinar un golpe de gracia a las alianzas perversas entre electores
interesados en sus ventajas particulares y politiqueros vendiendo
empanadas de cargos públicos: Un pésimo negocio de la política. Otorgarle
al parlamento la autonomía e independencia para escoger mediante una
consulta ponderada, quien o quienes pueden ser los dirigentes de la
nación, es una cosa demasiado trillada. El propio presidente no ha sido
capaz de resistir la tentación de comprometer al Estado en negocios
subordinados a su campaña electoral en los Consejos Comunitarios.

Hay que recordar que quienes alegan la vía parlamentaria no son tan
originales. Alexis de Tocqueville, uno de los pioneros de esta forma de
representación política del poder hablaba en nombre de una corriente de
pensamiento que mostraba afán por defender las instituciones de la
república, los partidos constituidos y el parlamento. Las virtudes del
sistema parlamentario, según él, identificaba su superioridad por el
recurso a un adecuado equilibrio entre el poder político y la deliberación
pública. Por esto lo aplaude el pensador francés.

El argumento a favor del régimen parlamentario contiene, sin embargo, dos
premisas flojas: expresa un deseo antes que el cumplimiento efectivo de
las condiciones políticas que lo llevarían a cabo. Transferir al sistema
político colombiano el imaginario parlamentario sin más. Son siglos de
historia no fáciles de aprender en las tradiciones políticas que le han
dado cabida al parlamentarismo. Y aún así para seguir un ejemplo, ¿Pueden
acaso compararse los debates del parlamento inglés en los tiempos de Hume
ˆ Tocqueville, con la política expresada en la retórica de un Tony Blair
para invadir a Irak?

La defensa de los argumentos, a favor o en contra de la reelección,
entregan sin embargo una confianza excesiva a una instancia que en nuestro
caso se ha ido consolidando orgánicamente con severos defectos: el
Congreso. De allí que el presidente Uribe, vaya más allá cuando es el
caso. En contra de la tentación de la consulta constituyente, y de sus
ineludibles logros, apliquemos la democracia representativa. Cuando las
uvas están verdes se sabe cual es el mejor camino.

En fin, pese a sus atenuantes críticos, resulta deseable que con el debate
sobre la reelección, los políticos ejerzan un mejoramiento de nuestras
instituciones políticas. Y aprendamos una enseñanza de Tocqueville.

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