Opinión Internacional

Una mirada a la democracia continental

La disposición de la OEA, respaldada por la determinación de los Estados Unidos, de priorizar la defensa de la democracia continental, exhibe como logro fundamental la disuasión de las intenciones golpistas de amplios sectores militares y civiles cuya vocación autoritaria se mantiene inhibida especialmente por efecto de la amenaza de sanciones y de las escasas posibilidades de permanencia.

En este escenario se inserta el respeto al triunfo del líder izquierdista brasileño Lula Da Silva, quien el 1 de enero de 2003 se convirtió en el primer receptor de la banda presidencial de manos de otro titular elegido directamente por el pueblo desde que en 1961 Juscelino Kubitschek transfiriera el poder a Jânio Quadro; también explica el reconocimiento del triunfo de Lucio Gutiérrez en Ecuador, a pesar de haber surgido en la arena política por sus propuestas de revolución democrática a partir de un diálogo cívico-militar
Ambos gobiernos han sobrevivido sin zozobras y han logrado sobreponerse a la alarma suscitada en sectores conservadores por una eventual alianza con Castro y Chávez, así como las advertencias de un «efecto dominó» izquierdista en todo el sub-continente, que los mismos mandatarios se han ocupado de desmentir, con intentos de soluciones para las mayorías surgidos de la concertación con grupos económicos nacionales y potencias internacionales.

El consenso democrático ha permitido también que la crisis de gobernabilidad vivida en Argentina luego de la renuncia del presidente De la Rúa, no haya conducido al otrora ineludible golpe militar y que la democracia se mantuviera hasta que el presidente encargado Eduardo Duhalde lograra crear ciertas bases de gobernabilidad que hicieron posible el proceso electoral que condujo al poder al actual presidente Nestor Kirchner.

Si bien resulta gratificante que en Guatemala se haya derrotado por la vía democrática la amenaza de retorno de Ríos Montt, no deja de preocupar que aún estando reciente los efectos de la represión y la guerra, el ex-dictador haya alcanzado cerca de un 20% de los votos.

Es indudable que el freno a la amenaza dictatorial no es un logro desdeñable si recordamos la cadena de golpes de Estado que acechó al continente un pasado reciente y las profundas heridas que aún se mantienen abiertas como legado de las monstruosas dictaduras; pero la estabilización de la legitimidad ha evidenciado la insuficiencia de una democracia basada de manera casi exclusiva en la celebración de elecciones periódicas como expresión de la soberanía del pueblo.

Desde la década de los noventa hasta la recién efectuada cumbre de Monterrey, las diversas resoluciones y mecanismos de consulta de la OEA han reiterado y perfeccionado sistemáticamente aspectos esenciales de la democracia representativa, como el respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales, el régimen plural de partidos y organizaciones, así como el reconocimiento de los derechos económicos, sociales y culturales y del crecimiento económico con equidad; proclamas que han constituido letra muerta, dada la incapacidad y escasa voluntad mostrada por los gobiernos de la región para dar respuestas adecuadas a los problemas sociales e institucionales que afectan a sus países
De igual manera, la restricción del campo de acción de la OEA a la convalidación de la legitimidad de origen de los gobiernos, se ha prestado para convalidar la permanencia de regímenes como el del presidente haitiano Jean Bertrand Aristide quien regresa al poder en el año 2000, con una cuestionable legitimidad proveniente de un alto porcentaje de votación obtenido en unas elecciones cuya participación fue de un escaso 5%.

Desde diciembre de 2001 no ha cesado la conflictividad en la pequeña isla, cuyos habitantes están sometidos no solo a la más extrema pobreza sino también a la violación de los derechos humanos, sin que las numerosas exhortaciones por parte de la OEA a la comunidad internacional y a los grupos políticos de Haití a contribuir a la solución de la actual crisis política hayan tenido resultado. El año 2004 se inicia con un reto de por parte del grupo de los 184 que reúne a empresarios, organizaciones civiles y partidos políticos de oposición, que presenta de manera firme la propuesta de renuncia del presidente Aristide y de formación de un gobierno de transición. .

Las resoluciones de distintas instancias de la OEA luego de la crisis política venezolana manifestada en abril de 2002, en las cuales se reseña la clara debilidad de los pilares fundamentales de la democracia evidenciadas en la escasa independencia del Poder Judicial, las limitaciones a la libertad de expresión, el estado deliberativo de las Fuerzas Armadas, el accionar de grupos de exterminio, la poca credibilidad de las instituciones de control debido a la incertidumbre sobre la constitucionalidad de su designación y la parcialidad de sus actuaciones, han sido desconocidas e incluso descalificadas por parte del gobierno de Hugo Chávez.

La realización del Referéndum Revocatorio en Venezuela constituye una encrucijada para la democracia continental, que pondrá a prueba la vocación democrática del presidente Chávez y la eficacia de la OEA en defensa de la legitimidad democrática, en caso de que intente ser evadido por el sector oficial.

Resulta importante resaltar que la popularidad que mantiene el presidente venezolano aún después de profundas crisis, está sustentada especialmente en los dividendos que reporta el uso de un lenguaje revolucionario dirigido hacia los sectores excluidos, aderezado con un importante componente antinorteamericano.

No parece aventurado afirmar que el antiguo dilema dictadura -democracia que ocupó el escenario latinoamericano durante varias décadas, comienza a ser desplazado por un nuevo dilema que contrapone a las tradicionales democracias representativas un lenguaje revolucionario, dirigido a alimentar las esperanzas de las mayorías desposeídas, que ha dado sus frutos también en la caída del presidente boliviano Gonzalo Sánchez de Lozada y en la amenaza que pende como una espada de Damocles sobre el actual gobierno, debido al poder de convocatoria que mantiene el radical dirigente cocalero Evo Morales sobre el sufrido pueblo de su país.

La necesidad de una opción que presente alternativas a la inflexibilidad de los esquemas económicos de las potencias industrializadas (en especial la norteamericana) ha volcado los ojos del continente hacia LULA DA SILVA. Si la política de concertación y diálogo con factores de poder nacionales y regionales puesta en práctica por el nuevo mandatario brasileño alcanza algunos logros de justicia social, seguramente se abrirán nuevas expectativas tanto para Brasil como para la región, mas allá del apasionado y vacío discurso revolucionario recién descubierto por algunos líderes de la región, discurso que mas temprano que tarde conducirá a nuevas y dolorosas frustraciones.

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