Opinión Nacional

15 de agosto, consulta popular: juicio a Chávez

Cuando –en diciembre de 1998- una parte del pueblo venezolano (la necesaria según la ley), eligió a Hugo Chávez para la Presidencia de la República de Venezuela, en el país se extendió una especie de “hálito de nuevas esperanzas”.

En efecto, el entonces candidato ofreció un abanico de promesas, de diferentes facturas y características, con el propósito de acabar con la ola de corrupción administrativa que se había enseñoreado en el seno de la administración pública. A la par, prometió –a diestra y siniestra- poner fin al desempleo y la marginalidad acunada en las barriadas populares y cinturones de miseria de las grandes ciudades; predijo que en poco tiempo terminaría con la presencia lastimosa de los llamados “niños de la calle”; aseguró que desde el nuevo gobierno se pondría término a la ola delictiva que asolaba al país en aquellos tiempos. El candidato vencedor había prometido, con verbo elocuente y encendido, acabar con todos los desajustes sociales que empañaban el rostro de una Nación tan rica como la nuestra, cuyos recursos económicos –por culpa de los corruptos dirigentes políticos tradicionales, según su criterio- “no habían sido cabalmente administrados para lograr amplio beneficio colectivo”.

Valga significar que el candidato entonces triunfante, en su memorable discurso pronunciado en los ambientes del Ateneo de Caracas, recién conocida su victoria, reforzó con un “estilo conciliador y moderado” su “paquete de proposiciones y ofrecimientos”: prometió que llevaría a cabo su gestión gubernativa de forma diáfana y abierta en pro de la conquista de una paz duradera en un clima de libertad y respeto al sistema democrático; prometió un constante y severo “apego a la ley” y, para ello, se basó en el vehemente ejemplo de El Libertador quien, como sabemos, siempre tuvo por norte de sus actuaciones el estricto cumplimiento de la norma jurídica por encima de las apetencias personales; prometió, una vez más, que el esperado cambio social sería puesto en práctica sin exclusivismos ni sectarismos de ninguna especie.

Pero, muy pronto se pudo advertir un cambio brusco en el discurso presidencial: del talante moderado se dio paso a la expresión de los primeros signos de su credo extremista; del criterio pro-democracia se abrió camino al empeño por “resucitar”, de modo gradual y progresivo, un esquema político “revolucionario” que bajo el signo de planteamientos anacrónicos, trataba de ignorar que los mismos habían fracasado con toda evidencia en la antigua URSS y Europa Oriental, que sólo se “apuntalaba” en la satrapía entronizada en Cuba y en algunos países árabes de claro enfrentamiento con los EE.UU. De tal manera pues, que el intento contemporizador se vio suplantado por la verborrea ilimite dirigida a tratar de sostener un régimen en el que todos los poderes públicos deben estar prestos para atender una sola voz, suerte de estructura gubernamental absolutista de nuevo cuño, remedo de aquellos caudillismos y gamonales que tanto daño hicieron a nuestros pueblos latinoamericanos durante buena parte del siglo XIX, con el agravante de que esta vez se asiste al denigrante espectáculo en el que el principal protagonista no soslaya su obsesión por mostrar una persistente vocación narcisista y caracterizada por el afán de figuración esencialmente en los medios televisivos.

De este modo, se ha utilizado el poder para hacer todo lo contrario al sentido y orientación de las ofertas electorales. Muy pronto se observaron los primeros signos de un descomunal engaño, suerte de versión moderna de lo que el ensayista peruano Eudocio Ravines, en su tiempo (y precisamente a propósito de la experiencia comunista), bautizó como “La gran estafa”. De ahí que a las promesas iniciales, en períodos de campaña, se añadieron las del famoso «Eje Orinoco-Apure», la referida a la reconstrucción de Vargas luego del desastre natural ocurrido en diciembre de 1999: todavía deambulan los damnificados en busca de empleo, dotación de vivienda y asistencia integral para sus familias. Así mismo, la oferta de acabar con la delincuencia pasó a la tercera dimensión del olvido y, en sentido adverso, se ha obstaculizado la labor policial de algunas entidades municipales por el solo hecho de estar controladas por factores de la oposición. Al mismo tiempo, se analizan los altos índices de criminalidad, incluso los relativos a la corrupción en la administración pública, fenómeno que –en este período- ha visto crecer sus tentáculos hasta límites insospechados sin que aparezca castigo alguno para los culpables. ¿Y los “niños de la calle”..? ¿Acaso desparecieron..? ¿o se quitó el nombre quien prometió, en lapso perentorio, acabar con esa triste realidad..?

De igual modo, el pueblo consciente (esto es, la mayoría) se pregunta ¿qué ha pasado con los recurrentes planes para reactivar el empleo y favorecer el desarrollo económico en la industria, la artesanía, la refacción de las barriadas populares, los planes de vivienda barata, el desarrollo agrícola y tantas otras promesas de similar categoría, pronunciadas en las marchas y sobremarchas revolucionarias…? Si tales promesas hubiesen sido cumplidas Venezuela tuviera hoy una moneda fuerte, un boyante comercio exportador, incremento en la productividad, mejoramiento en la calidad de los servicios públicos elementales, una abundante producción agropecuaria e industrial, notable disminución en el costo de los bienes y servicios y, sobre todo, una baja evidente en los indicadores del desempleo. En otras palabras, si en el largo tiempo de estos seis años de la presente administración hubiesen sido atendidas esas ofertas de redención social, sin duda alguna, el gobierno no mostrara el desespero que se advierte en los últimos días con vista a la consulta popular convocada para el próximo 15 de agosto.

El único elemento que el gobierno exhibe como factor que –según sus voceros- pudiera servir de apoyo para su intención de continuar usufructuando el poder, es el referido a las llamadas “misiones”. Nada más alejado de la realidad. El venezolano nunca ha visto con buenos ojos que lo traten con limosnas o dádivas, pese a las grandes necesidades que confronta. Es más, actividades oficiales en cumplimiento de cometidos específicos y normales de la administración no pueden ser exhibidas como “panaceas” o “grandes logros”. Y si a eso vamos, la mayoría se pregunta ¿Por qué el actual gobierno no dio continuidad a programas sociales como el Plan de Alimentación Materno Infantil (PAMI), de gran éxito durante la gestión Caldera II; el Vaso de Leche Escolar; los Hogares de Cuidado Diario; la dotación anual de uniformes y útiles escolares, los roperos “Negra Matea” y la Beca de Cereales..? Por el contrario denigró de ellos y no valoró la concepción y planificaciones de tales actividades. ¿Qué hizo en lugar de continuar, ampliar y perfeccionar estas iniciativas de hondo contenido social? Creó el llamado Plan Bolívar 2000 y otros focos de dudosa eficacia como el famoso Fondo Único Social, sin presentar cuentas claras al respecto. Todo este cuadro patético nos indica que, también en este terreno, el actual gobierno no las tiene todas consigo, puesto que se ha burlado de las esperanzas del pueblo, en especial en los sectores más necesitados. ¿Y de las misiones, qué…? se nos repreguntaría. Pues diríamos que planes como la extraordinaria Campaña Nacional de Alfabetización concebida por el Maestro Prieto Figueroa y el Prof. Félix Adam, no tienen parangón como que la propia UNESCO la situó como paradigma en este tipo de políticas públicas; y agregaríamos: programas como el de educación de adultos en liceos nocturnos, los ciclos del llamado parasistema, los planes de adiestramiento mediante el INCE (para capacitar jóvenes obreros y campesinos), los planes de cooperación y asistencia a la educación privada como el extraordinario proyecto de FE Y ALEGRÍA y otros similares, han debido ser redimensionados y objeto de estímulo, adaptándolos a las exigencias de la hora presente y dejar a un lado tanto la demagogia como la pretensión de decir que “hasta ahora nada se había hecho para instruir y capacitar las clases populares….” Lo demás, no ha sido otra cosa sino ampliar la antigua “política de pulpería” y edulcorar a los menos favorecidos con una lluvia de dádivas y limosnas sin mostrar nada realmente novedoso y útil para superar la marginalidad.

Por eso, ante la evidencia de un nuevo disfraz para la demagogia y el populismo, esto es, ante el engaño que no puede esconderse, el pueblo ya ha decidido. En ese derrotero está dispuesto a recibir todo lo que materialmente pueda recibir, de esas dádivas, con la esperanza de emitir un certero VOTO CASTIGO a la más grande estafa que se haya visto en nuestra sufrida Venezuela. En realidad, el noble y pundonoroso pueblo venezolano está harto de tanta burla y engaño; y, por ello, sin rencor se siente dolido ante la aviesa actitud oficialista que pretende, aún en las últimas horas previas al revocatorio, manipularlo y jugar con sus carencias, en lugar de haber demostrado con creces el interés por cumplir con la palabra empeñada.

Justamente, como quiera que el ansiado cambio aun no se producido es por lo que el pueblo tiene –este 15 de agosto- la valiosa oportunidad para enjuiciar una gestión de gobierno, la más desastrosa y nefasta que se tenga noticia, máxime con los ingentes recursos que ha tenido a su disposición, tan grandes y adecuados como para haber iniciado –de verdad- una audaz transformación nacional, un cambio radical de las estructuras sociales en función del progreso colectivo, afianzando la paz, la democracia y, sobre todo, la libertad…!

El pueblo, en este juicio, está consciente de que este gobierno representa lo peor del pasado. En efecto, superó los errores anteriores y, en su lugar, se extendió en horrores e inconstancias con los cuales el único que sufre las consecuencias de la ineptitud, la improvisación y el despilfarro es el propio pueblo, en especial sus sectores más pobres. Para superar esta nefasta coyuntura, el pueblo -en cabal ejercicio de un derecho que legítima y constitucionalmente le asiste- se apresta a decir SI al cambio en paz y libertad, revocando el mandato al actual presidente. Se abre un camino de esperanzas…! Con alegría y entusiasmo pero con firmeza y clara convicción patriótica, el pueblo está presto a emitir su veredicto…!

*Abogado, Politólogo y Profesor universitar
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