Opinión Nacional

2013 es ahora

P ara muchos venezolanos, 2013 se ha convertido en un año referencia. Se piensa en él como un punto de corte en la historia del país que está por escribirse, en sectores medios y altos, en los movimientos laborales, en las organizaciones cuando planifican para decidir qué hacer y cuándo hacerlo, si invierten o no, e, incluso, para optar por irse a otros países.

Es obvio por qué 2013 es una fecha de referencia.

Más de la mitad del país considera que los problemas, que van desde el estado de muchas vías hasta la cada vez más agravada inseguridad personal, pasando por el sometimiento de la justicia a los intereses de la política oficial, la escasez de viviendas y la flagrante violación de la Constitución y las leyes, no existirían o no serían tan graves ni alarmantes si tuviéramos un gobierno al menos sensato, con un mínimo de eficacia y sin pretensiones revolucionarias. De allí que sus esperanzas giren en torno a un cambio de administración. Confían en que un nuevo gobierno con sentido común, sensatez, sentido de la eficiencia y apego a las leyes podrá iniciar un cambio de rumbo significativo hacia tiempos mejores.

Si analizamos la situación del país con realismo y recordamos aunque sea rápidamente lo que ha sido la historia de las naciones, no hay razones para pensar que 2013 va a representar un año hito en el que sufriremos el hundimiento definitivo en el comunismo, pero tampoco será el año cuando las cosas darán un giro radical hacia lo positivo. Los muy serios problemas nacionales no podrán ser atendidos con tanta rapidez y eficacia como para que nos sintamos más seguros en las calles, o para que sea controlada la alta inflación que merma nuestros ingresos, por nombrar sólo dos de los males que sufrimos. Incluso, es probable que la situación se torne más difícil dada la presión social, política y económica acumulada. La misma esperanza creada con el cambio de régimen puede acentuar la frustración popular, si la gente no ve atendidas sus demandas con prontitud. La protesta social ha de incrementarse, no disminuirá. Por añadidura, la oposición política del chavismo será agresiva e implacable.

En 2013 comenzará la muy difícil etapa del poschavismo, para la cual hay que prepararse desde ahora. Ese «hay que prepararse» incluye a quienes aspiran a ir al gobierno, el sector privado, organizaciones con fines de lucro o sin ellos, partidos políticos, sindicatos, medios de comunicación, instituciones académicas, grandes y pequeñas empresas.

Entre tantas cosas, se necesitará una estructura de liderazgo que escuche, oriente e inspire. Esa estructura se refiere a una red de personas y organizaciones que actúan en diferentes ámbitos y sectores de la sociedad venezolana. No bastarán unos pocos líderes que se luzcan en la televisión o brillen en reuniones internacionales.

Debemos decirlo con responsabilidad, tal red está lejos de existir hoy. Muy poco se percibe que se estén ejercitando los músculos de un sólido liderazgo. Se han hecho patentes cosas muy graves, como la vulnerabilidad de la soberanía nacional ante el Gobierno cubano, la pretensión de controlar todo el aparato productivo mediante una ley de corte comunista, el agravamiento de la inseguridad personal. Y ni siquiera se observan denuncias concertadas de quienes aspiran a gobernar el país, como grupo y no como individualidades. El liderazgo opositor ha despreciado los gestos simbólicos.

El país antichavista está solo en su angustia y esa soledad es peligrosa, mala consejera. Para sortear con éxito una transición política difícil, hay que organizar y trazar rumbo inspirador ahora. El año 2013 no es dentro de 17 meses. Comenzó hace rato.

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