Opinión Nacional

23 Enero 2013: 55 años de engaños y promesas

Los venezolanos acabamos de conmemorar el aniversario 55 del derrocamiento del régimen dictatorial del General Marcos Pérez Jiménez. La caída de esa nefasta dictadura fue el producto de un golpe de Estado llevado a cabo por un grupo de militares con inclinaciones democrático-burguesas alentados e inspirados por las luchas que los sectores populares desarrollaban en las principales capitales del país. Fue innegable el papel jugado por los sectores progresistas y  revolucionarios en la resistencia y lucha frontal en contra de la dictadura. Su participación fue decisiva en las movilizaciones de masas que se gestaron en los sectores estudiantiles y obreros del país. Sin embargo, la ausencia de un proyecto revolucionario, independientemente de las propuestas hegemónicas, permitió que a la salida del Dictador, se instauraran de nuevo los sectores dominantes tradicionales.

La concepción conciliadora y demagógica que los sectores dominantes adelantaron desde el Gobierno Provisional, condujo a importantes derrotas de los sectores revolucionarios quienes en ningún momento tuvieron acceso a las esferas de decisión del gobierno. Se mediatizaron las exigencias populares, se limitaron las conquistas políticas, se redujo la conciencia antiimperialista, se neutralizaron algunas organizaciones de masas, se alimentó la ilusión de una nueva época de paz y de cordialidad. Los sectores populares fueron envueltos en los cantos de sirena de ofrecimientos y promesas propuestos por la burguesía gobernante.

La debilidad ideológica y la carencia de una visión de poder de los sectores revolucionarios facilitó la continuación del proyecto de dominación bajo una nueva modalidad (el puntofijismo). Los sectores que conformaron el nuevo pacto hegemónico lograron en forma por demás efectiva, llenar el vacío propiciado por la derrota del modelo autoritario con un proyecto alternativo, que en el fondo defendía los mismos intereses de clases que el gobierno dictatorial.

A 55 años de aquel 23 de Enero de 1958, los venezolanos sufrimos las consecuencias de un régimen monárquico y militarista que a pesar de un discurso falsamente revolucionario representa la continuación del proyecto hegemónico del pasado. Venezuela es el 2do país en el mundo con mayor índice miseria, un 12% de la población económicamente activa esta desempleada y un 60% vive de la economía informal. Ello a pesar de un colosal ingreso petrolero y una descomunal deuda pública adquirida en estos últimos 14 años. Los trabajadores sufren las consecuencias de un capitalismo de Estado explotador, las empresas básicas del Estado han sido prácticamente desmanteladas. La inflación y especulación golpean el bolsillo del ciudadano común y la corrupción campea a lo largo y ancho de la Patria. Los Derechos Humanos son sistemáticamente violados por parte de los cuerpos de seguridad y la Fuerza Armada y la seguridad individual es sólo un derecho de los funcionarios del régimen.

Sin que sea sorpresa alguna, el fachochavismo ha pretendido adueñarse fraudulentamente de esta importante gesta de lucha popular, al intentar hacer el golpe militar del 4F como una continuación emancipadora del 23E. Es imposible que un régimen de talante militarista, autoritario y facho pueda enarbolar esta fecha con propósitos libertarios. ¿Qué celebran? La caída de un Dictador que ha sido reivindicado en muchas ocasiones por el propio vocinglero de Miraflores. Evidentemente que no. La celebración del 23E por parte del régimen constituye un abuso más de la historia, la cual ha sido alterada y tergiversada sistemáticamente por parte del tte coronel y su proyecto bolivariano.

Lamentablemente el fachochavismo continua creciendo electoralmente y el tte coronel y sus huestes de camisas rojas siguen hundiendo al país en la anarquía y el caos social.  Por otro lado, la izquierda revolucionaria continúa sin un discurso ideológico que confronte al régimen desde su propia óptica. Se ha fragmentado en pequeñas islas, y un inexplicable pragmatismo político las ha puesto a la cola de una agenda política reaccionaria patrocinada por una mayoría opositora, que absurdamente sigue calificando al socialfascismo bolivariano como un proyecto de izquierda.

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