Opinión Nacional

7 de Octubre: regla inamovible

 El asombro se mezcla con la  locura y el disimulo, y un espeso coctel caótico queda como residuo líquido en la licuadora de nuestra cotidianidad.

Con más bulla que una cabuya corta y estropeada, el presidente Chávez, en una aparición más bien teatral y extrañísima, por lo breve y carente de sustancia y contenido, esbozó genéricamente los cambios efectuados a la LOT. Pero sin negar algunas mejoras puntuales para la clase trabajadora (que aun no se conocen en detalle), las críticas de varios sectores laborales y del empresariado empañaron un anuncio con un aroma a intervención hecha con sacrificio y esfuerzo, oportunidad del comandante convaleciente para sacar a relucir su verbo anti-imperialista, anunciar su deseo de que el país salga de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, y despedirse con voz quebrada, con pena y sin gloria, de su breve y gaseosa cadena, alejada de las kilométricas alocuciones de años anteriores.

 

Los cambios, efectuados en pleno año electoral, plantean una maraña legal de pretendidas reivindicaciones económicas para el trabajador, cuyo peso e impacto en la estructura de costos de las empresas pondrán en riesgo la viabilidad y sostenibilidad financiera de muchas, y hasta su misma existencia.  Pero eso, ciertamente, a una revolución anti-empresarial, poco le importa. La puesta en escena perdió su efectividad porque ya algunos cambios se habían filtrado, entre tweets y rumores, y porque la delicada condición de salud del Presidente, y los escándalos previos, impidieron que el anuncio tuviera un mayor impacto político o electoral.

 

El narcoescándalo de días recientes, que pareciera no tener fin cercano así como los señalamientos al Poder Judicial, La Fiscal Díaz anunciando que nada de lo dicho por Aponte se investigará, la crisis carcelaria (otra vez), el peligroso aumento del endeudamiento público, el aumento de las importaciones en desmedro de los sobrevivientes productores nacionales, el deterioro del sistema de servicios públicos, y una sensación de ausencia de autoridad, de anarquía institucionalizada, crean una atmósfera perceptiva en muchos venezolanos que sienten una suerte de vacío de poder, de soledad estruendosa donde antes hubo una retórica apabullante. Para desgracia del Presidente, cultor absoluto de la teledemocracia, en la que más que Jefe de Estado ha sido histrión principal de una tragicomedia que ha copado las pantallas y el resto de los medios durante más de 10 años en trance de “Big Brother” populista, dicha sobre-exposición le pasa ahora factura cuando su cuerpo no puede soportar ese tren mediático.

Su ausencia del país, es a estas horas también su ausencia de las pantallas televisivas como actor principal del elenco gobernante (en verdad, el único y aceptado actor de aquel elenco), en vivo y directo, con su folclorismo banal, vacío y alejado de cualquier premisa de la gerencia pública, cercano más bien al elusivo dominio simbólico erigido sobre su figura. Su ausencia e invisibilidad, es así, doble o triplemente percibida y sentida por el ciudadano-televidente, y sobre todo por sus seguidores, frente a un presidencialismo centralizado que él mismo había auspiciado.

La ocurrencia de Castro Soteldo en el cónclave Psuvista, y los escenarios esbozados sin Chávez como candidato, más allá de su lógica pragmática y prospectiva en las preocupaciones rojitas que se aterran de ver esfumarse su poder, pasaría desapercibida salvo por un elemento de dicho ejercicio planificador: en algún pasaje del asunto, se habla de una “suspensión de las elecciones de Octubre”. Y he aquí algo potencialmente peligroso que obviamente, debe encender las alarmas no ya del Comando Venezuela, sino de todo el país.

Chávez y sus seguidores están cosechando, lamentablemente, lo que sembraron durante mas de una década: un proceso, un modelo, una praxis política sustentada única y exclusivamente en una persona, en un ego, desatado y alimentado de una adoración enfermiza y complaciente que confunde lealtad con complicidad, responsable de todo el daño causado por semejante personalismo autocrático a la nación. Dependientes de un ser de carne y hueso y no inmortal, del líder único, su posible desaparición pone de relieve no sólo dicha dependencia, sino la ausencia casi fatal de relevos reales, de figuras que pudieran tomar el liderazgo del chavismo como testigo.  Nadie podía hacerle sombra ni exhibir (¡Faltaba más! ¡Sacrilegio emboinado!) una idea propia, un criterio con nombre y apellido. Solo hay un sol en el cielo “revolucionario”. Pero a todo sol le llega su ocaso, y aunque volverá a amanecer, quizá la luz no sea igual.

Hay algo que debe quedar claro. Sin ambages, ni medias tintas, sin melodramas emboinados ni luchas heroicas contra La Pelona, porque lamentablemente, una cosa es el lado humano de lo que vive hoy el Jefe de Estado, en el que obviamente, la solidaridad es comprensible, y otra el lado político y lo que ello está generando en la estabilidad o parálisis del país.

El CNE como árbitro electoral, fijó un cronograma. En dicho cronograma, estableció que el 7 de Octubre de 2012 debe realizarse la elección del Presidente de la República. Punto.

En tal sentido, salvo que los Mayas tengan razón y sus predicciones nos amarguen Agosto, o que E.T. y un millón de primos decidan visitarnos o invadirnos en Julio, o que un agujero negro se trague al planeta en Septiembre, cualquier cambio de esa fecha, cualquier asomo de modificación, cualquier intento de suspender, o rodar, o cambiar dicha fecha, tanto por el propio CNE o por cualquier presión o llamado del oficialismo en un eventual estado de orfandad candidatural, debe considerarse como un Golpe de Estado, como una patada y destrucción de la mesa, como una invitación a la movilización ciudadana. Dicha pretensión, debe denunciarse y repudiarse, aunque se escuchen desmentidos o aclaratorias rojitas que al contrario, “empastelan” más el tema. Punto.

Y mientras siga el gobierno alentando la desinformación o promoviendo la rumorología, aferrados a un milagro o a un examen de laboratorio, el clima de incertidumbre seguirá reinando sobre el firmamento patrio. Por ello, en las reglas del juego electoral que el país está respetando, no puede haber excepciones ni equivocaciones. El 7 de Octubre, sin duda alguna y hoy más que nunca, es una regla inamovible.

 

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