Opinión Nacional

Aldeanismo mediático

No importa quién sea el dueño, cuántas veces lo han desmentido o de dónde haya salido: cualquier medio de información que venga escrito en inglés y sea citado en estos predios para respaldar un argumento, se hace pasar con mucha facilidad por órgano difusor objetivo y veraz, incapaz de mentir o de darle rienda suelta a sus prejuicios, sabedor como nadie del dominio de las ciencias de la información y dueño de un enorme prestigio.

El nombre puede ser cualquiera: Tampa Chronicle, Wichita Tribune, Milwaukee News. No termina esta sociedad de quitarse de encima ese patético sesgo parroquial que consiste en darle crédito automático a todo lo que viene de afuera. Sobre todo si viene en otro idioma.

No hay, al respecto, una opinión orientadora, un solo parámetro estable, un elemento de juicio que nos permita formalizar algunas convenciones. Ni siquiera Internet. Para que terminemos de darnos cuenta de que el panorama informativo de Occidente proyecta, a su escala, los mismos momentos de gloria y las mismas pequeñeces que en el patio.

Todo va a depender del cristal con que uno mire las cosas, pero yo me atrevo a arriesgar acá opiniones personales. Nada habrá que objetar de empresas informativas como El País y La Vanguardia, en España; Liberation, en Francia; las revistas The Economist y Time, en los Estados Unidos, e incluso, de cuando en cuando, algunas excepciones reflexivas en Le Monde Diplomatique. Son corporaciones informativas con enormes recursos humanos y financieros, leídas con fruición, incluso, por los dictadores que las detestan, en las cuales cualquier persona con cuatro dedos de frente es capaz de obtener un dato que le interesa si busca con cuidado.

Pero veamos: ¿vale el mismo rasero para todos? USA Today y El Nuevo Herald, por ejemplo, son dos rotativos muy mediocres. Sus parámetros para titular son bastante discutibles y sus informaciones rara vez tomadas en cuenta por un lector enterado. Ejemplares para rellenar crucigramas, que con frecuencia regalan en cualquier línea de autobuses de cobertura nacional.

Vale lo mismo para el caso español.

Yo jamás tomaría en serio, hasta comprobarlo en otra parte primero, ningún cargamento de noticias que venga de periódicos como La Razón y ABC. Especuladores sin remedio; portadores de una línea xenófoba y estrecha; escasos en profundidad y miras, cruzadas de estereotipos patrioteros y lamentables simplificaciones. Esta afirmación se extiende, en el caso británico, al Daily Mail y The Sun, así como para la tristemente célebre cadena americana Fox News.

No estoy acá postulando monsergas precocidas en contra «las grandes trasnacionales de información». Todo lo contrario: sostengo que la existencia de ellas forma parte del paisaje y que su pertinencia editorial guarda una relación directa con la existencia de gente dispuesta a digerirse sus levedades. Porque así como uno defiende y valora su libertad, debe hacer lo mismo con la libertad de los demás.

El panorama informativo de esta hora está tan fragmentado como la realidad.

En el actual estado de la historia es casi imposible que una impostura informativa se cuele con impunidad en la conciencia de la gente sin que sea enfrentada y rebatida por una batería de medios de la acera opuesta. Las mismas «grandes empresas informativas del imperialismo» de las cuales hacen ascos algunas mentes simples, tienen hoy planteada una clara amenaza en la última mutación importante de la contemporaneidad en materia de comunicaciones: Internet y las telecomunicaciones.

Aunque con mucha frecuencia el usuario orienta el consumo de noticias hacia sus convicciones personales y sus prejuicios, también puede obtener ­y de hecho obtiene­ importantes insumos para el análisis de medios que tienen posiciones encontradas. Ilustro el ejemplo con una experiencia personal: no comparto una coma de la orientación de Aporrea.com o El Correo del Orinoco, pero los reviso con frecuencia, y no dejo de encontrar en sus páginas paradojas e informaciones de interés.

No pretenderá nadie que quiera ser tomado en serio que las posturas que nos molestan de los medios occidentales sean combatidas leyendo diarios iraníes, foros de debate bielorrusos o bodrios que suman consignas y pretenden hacerlas pasar por informaciones, como ese risible equívoco semanal cubano que se autodenomina Juventud Rebelde (y que perfectamente podría ser llamado Juventud Sumisa).

Medios que existen en países donde no están permitidas las reivindicaciones contractuales y el derecho a la huelga de sus trabajadores y en los cuales esa nueva dimensión de salida de la cultura de masas, los blogs autónomos y los portales de Internet, los canales que nos están permitiendo desentrañar la realidad con alguna fidelidad adicional, están severamente vigilados, cuando no prohibidos

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