Opinión Nacional

Amnistía y reconciliación

         En la tradición política latinoamericana y venezolana en particular, en  momentos críticos o difíciles de nuestras naciones, la amnistía y la reconciliación en el mundo político han estado presentes como símbolos de grandeza humana y de espíritu americanista de  gobernantes y gobernados, que buscan crear un clima de paz y sosiego sin dejar de pensar distinto. La iniciativa generalmente la toman los gobernantes victoriosos, cuando consideran que sus regímenes gozan de estabilidad debido a la fortaleza de las instituciones y a la legitimidad de sus mandatos.

         En el caso venezolano de hoy, el Presidente Chávez ha sido sometido a operación delicada y antes de viajar a Cuba a continuar su tratamiento insinuó públicamente que el Poder Judicial podría o debería revisar algunos casos de presos políticos que sufren de serios quebrantos de salud. De allí que obedientes algunos jueces decidieron dejar en libertad condicional a los enfermos que desde hace tiempo han estado, según sus familiares, en peligro de muerte. La decisión presidencial de liberar los presos políticos y permitir el regreso de los perseguidos, no sólo sería una de las más sencillas y magnánimas a tomar, sino también la demostración de su creencia y confianza en la invulnerabilidad de su gobierno, únicamente amenazado desde adentro, por la pugna entre grupos militares y civiles que aspiran heredar el poder del Comandante en caso de que el Comandante no pueda seguir ejerciendo el mando.

         Cuando el Presidente Caldera en su primer mandato pacificó al país, garantizándole a los guerrilleros que podían ejercer sus derechos constitucionales de pensar distinto a él, si abandonaban la violencia; y en su segundo ejercicio presidencial liberó al actual Presidente y a los oficiales y suboficiales presos por golpistas, lo hizo no sólo como buen cristiano, sino también seguro de que la democracia estaba firme y en vez de debilitarse se fortalecería.

        El Presidente Chávez no tiene justificación política para mantener en prisión y en el exilio a centenares  de venezolanos que piensan distinto a él, salvo que los servicios de inteligencia le hayan informado y él esté consciente, que su estabilidad no depende de  los votos porque es seguro que pierda las próximas elecciones, sino de la armas. Y que para garantizar su mandato debe mantener tras las rejas y en el exilio a los más radicales hasta superar sus debilidades. Y aunque la oposición ha manifestado su firme voluntad de preservar la democracia, participar en, y ganar, las elecciones presidenciales, sin amnistía y reconciliación la crisis política puede extenderse por un tiempo indefinido.

         Y aunque todo el mundo democrático desea la recuperación del Presidente Hugo Chávez,  y a pesar de que ha sido su discurso virulento el que ha contribuido a dividir la sociedad venezolana, su convalecencia parece un momento oportuno para una reflexión cristiana, de acuerdo con sus invocaciones al Ser Supremo, y política, de acuerdo a los intereses del país  que merece encontrar un rumbo de paz y reconciliación. De lo contrario, los venezolanos tendrían que esperar el triunfo de la Alternativa Democrática en las elecciones de 2012, para comenzar a transitar caminos de entendimiento y progreso de la mayoría, hoy seriamente afectada, descompuesta, por la aplicación desde el poder de una política sectaria, discriminatoria e irresponsable, de un gobernante que se considera eterno, pero cuyo mandato no pasará del 2012, según todas las encuestas realizadas en los últimos meses e incluso años.

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