Opinión Nacional

Ante la catástrofe

Nos llueve sobre mojado. Pero de esta catástrofe no nos libra el sol ni el escampe. Nos libra la lucidez, la claridad y el coraje de la Venezuela democrática, unida y decidida a ponerle fin a la infamia.

Una catástrofe más. Ésta vez, causada por la porfía de la naturaleza que se ensaña contra un país carente de gobierno, cruelmente dividido y enconado. Incluso enardecido. Indignado por las fallas del Metro, de la electricidad, del agua, de la inseguridad y del hambre. Ira que podría llegar a mayores, si las lluvias persisten y la capa vegetal, ya reblandecida, acumula suficientes cantidades de agua represada como para desatar una avalancha. Para el caso, ninguna novedad. Ocurrió cuando nadie presagiaba el deslave político, económico, político y social que le esperaba al país en los albores del régimen. ¿Podría repetirse? Dios no lo quiera.

Para Vargas, como para nuestros barrios y urbanizaciones, llueve sobre mojado. Afligidos por las dramáticas pérdidas de vidas y enseres, nadie tiene tiempo para recordar las promesas o imaginar lo que en este país se pudo haber hecho en seguridad vial y en construcción de viviendas solamente con los 53.000.000.000 de dólares regalados a Cuba, a la Argentina, a Bolivia, a Uruguay, a Ecuador, a Brasil, a Honduras, a Nicaragua. Sin otro objetivo que comprar el endiosamiento del teniente coronel. El mismo que uno no ve, en estas dolorosas circunstancias, metido en el fango y el agua, atendiendo a sus gobernados, demostrando en los hechos que su revolución es producto del amor a los demás y no a sus gigantescas y desaforadas ambiciones de Poder.

¿Qué pasaría si en vez de ofrecer unas literas en su despacho para alojar a un par de familias se llevara a su gabinete a Plan de Manzano, a la carretera vieja, a La Guaira, a Gramoven, a Macarao? ¿Qué sucedería si el cuerpo de seguridad cubano que lo acompaña dejara las Uzies y los chalecos antibalas y agarraran pico y pala y ayudaran a enfrentar la catástrofe? ¿Qué, si pusiera en subasta sus trajes, camisas y relojes para montar un fondo de ayuda a los miles y miles de damnificados? ¿Qué si exigiera ya mismo el pago de las monstruosas deudas del Estado cubano para construir en meses poblaciones enteras, en sitios seguros y a resguardo para nuestras decenas de miles de damnificados?

Pero estamos ante un gobernante que es ciego, sordo y mudo ante el sufrimiento ajeno. Sobre todo si se trata de sus compatriotas. Un hombre que sólo concibe a los demás como carne de cañón para librar sus combates por el Poder y sólo ama, con locura extrema, a un agónico mandatario cubano.

Nos llueve sobre mojado. Y sus esbirros de la asamblea, en lugar de ponerse al frente de las labores de rescate pergeñan con el CNE las maldades que les permitirán modificar el quórum y dictar la ley que les permita entregarle los restos que sobrevivan al naufragio al presidente de la república. De esta catástrofe no nos libra el sol ni el escampe. Nos libra la lucidez, la claridad y el coraje de la Venezuela democrática, unida y decidida a ponerle fin a la infamia.

En eso estamos. No debemos olvidarlo.

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