Opinión Nacional

Ante la postergación de las elecciones

Hace cuatro meses, cuando el congresillo fijo calendario, reglas, normas y árbitros de las mal llamadas Mega Elecciones, muy pocos de entre los más lúcidos y perspicaces venezolanos imaginaron el desastre en que vendrían a parar los comicios arrastrados por sus propios actores y su propia dinámica. Y esos muy pocos predicaron en el desierto. El Tribunal Supremo desestimó los alegatos en contra de la realización de estos comicios dados sus vicios de inconstitucionalidad y Claudio Fermín, uno de los más fuertes impugnadores de los mismos dada la nula representatividad de la oposición en el CNE y la violación de los lapsos pautados en la misma constitución bolivariana fue menospreciado por sus congéneres políticos que interpretaron sus reservas como muestra de pusilanimidad, ambigüedad y flaqueza. Privó entonces la insólita falacia de la supra constitucionalidad del soberano, vaga entidad jurídica hecha a imagen y semejanza del capricho del actual presidente de la república. Y en el más imprudente acto de voluntarismo se dejó la responsabilidad de comicios tan trascendentales para la historia del país en manos de la capacidad de improvisación, del entusiasmo y la ventura de un puñado de inexpertos, fieles a los designios de Luis Miquilena y Hugo Rafael Chávez Frías antes que a los intereses de la nación.

El dramático resultado de tan insensato acto de voluntarismo político ha quedado a la vista no sólo del país, sino del mundo entero. El desastre del 28 de Mayo sólo tiene parangón en el desastre de Vargas. La manifiesta incapacidad e inoperancia del gobierno en enfrentar las terribles consecuencias del primero y en generar las insólitas consecuencias del segundo no pasarán a la historia de nuestra propia infamia sin dejar hondas huellas y hacer cada día más evidente la precaria hegemonía que sostiene al presidente Chávez y a su movimiento político. En cuanto a la oposición, aún invertebrada y confundida, no le vendría mal sacar las debidas conclusiones de este primer aborto de la VRepública. Con excepción de los sectores más conscientes y lúcidos de la sociedad civil que ha terminado por dar una muestra de grandeza en las jóvenes figuras de Liliana Ortega, Elías Santana y la red de Veedores de la UCAB bajo la inspiración de Ruth Capriles y de algunos políticos todavía impermeables a entrar en el desconsiderado juego del chavismo, nadie quiso asumir la obligación de unidad frente a lo que era un evidente y manifiesto despropósito. Creyendo que este dramático enfrentamiento electoral era la arena tradicional de las pugnas y ambiciones del pasado saltaron al ruedo con el entusiasmo de los espontáneos, ofrecieron sus servicios presidenciales a una aturdida comunidad nacional que no se los estaba pidiendo y se fajaron en una lucha sin cuartel por ocupar posiciones en el nuevo esquema político enfrentándose a quienes bien podrían ser sus más cercanos aliados contra los propósitos totalitarios del único y auténtico enemigo a vencer.

La emergencia de un sólido polo de poder alternativo en la candidatura de Arias Cárdenas ha modificado, es cierto, y de manera dramática el escenario político en que nos encontrábamos hace cuatro meses. Del propio seno de esa informe marea de descontento ocupada por el chavismo desde el 4 de Febrero de 1992 ha surgido otro movimiento, asimismo informe y espontáneo, de oposición, todavía cohesionado por el rechazo a Hugo Chávez pero sin ninguna consistencia interna, comunidad de intereses e identidad de. propósitos

Se engañan quienes creen que con la postergación de los comicios gana la oposición y pierde el chavismo de manera automática. Ganan, en primer lugar, los electores, quienes ven respetados sus derechos a comicios limpios y transparentes. Gana el país si el próximo proceso comicial es dirigido por un Consejo Nacional Electoral constituido por personalidades respetables, debidamente acompañadas por los mejores expertos y sobre todo electas por consenso entre los distintos sectores sociales y políticos del país. Gana el Gobierno, quien recibe en bandeja de plata gracias a la gestión de Queremos Elegir la posibilidad de enmendar el desastroso rumbo de su arbitrariedad. Y sólo ganará la oposición si es capaz de comenzar a pensar muy seriamente en el país como un todo, en asumir con seriedad las difíciles tareas que le esperan desde el amanecer de los próximos comicios y si avanza con sentido crítico y mentalidad constructiva hacia la conformación de un amplio y democrático proyecto nacional, en el que deberían tener cabida desde los sectores que apoyan a Francisco Arias Cárdenas hasta los que aún le adversan asistidos por la razón de los desastres causados por su decisiva acción en los luctuosos y vergonzantes sucesos del 4 de Febrero.

La salomónica decisión del Tribunal Supremo da una tregua a la descarnada y sucia guerra en que estábamos empeñados. Pero nos obliga a asumir tareas aún pendientes y de muy difícil resolución. La más importante de ellas sigue siendo la unidad. Pueda que aún no haya llegado el momento de celebrar su constitución, pero es preciso recordarlo en todo momento. La gravedad de la situación lo exige.

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