Arias, ¿cuña del mismo palo?
Francisco Arias Cárdenas, coronel golpista de ayer, se presenta ahora como un político que habla desde la vida civil para salvar a Venezuela del abismo chavista.
El próximo 28 de mayo, y luego de aprobarse la nueva Constitución, se medirán para la Presidencia de Venezuela tres candidatos: el actual mandatario, Hugo Chávez, quien busca asegurar su permanencia en el poder; el gobernador del Estado Zulia, Francisco Arias Cárdenas, quien se enfrenta a su antiguo compañero de conspiración; y sin mayor opción el ex alcalde de Caracas Claudio Fermín.
En un libro póstumo titulado Bolívar en vivo, el iconoclasta escritor venezolano Francisco Herrera Luque se imaginó un diálogo entre el Libertador Simón Bolívar, el escritor y periodista Miguel Otero Silva y el mismo autor. Mientras los singulares personajes conversaban, el Libertador se enteraba de los últimos acontecimientos políticos de Venezuela. Trasladando esa ficción a la situación de hoy, ¿qué vería el Libertador en su propio país? Sin duda, a dos personas que, con mayor o menor intensidad, han reivindicado su propio ideario y se enfrentan por la primera magistratura.
El primero, un coronel de origen llanero que tras la intentona golpista de 1992 logró llegar finalmente a la Presidencia con un gran apoyo que todavía mantiene en las encuestas. Chávez ha logrado en un año sacar adelante todas sus promesas de campaña, comenzando por expedir una nueva Constitución y colocar su propio cargo, así como todos los demás de elección popular, al escrutinio de la opinión pública. Confía plenamente en que será reelecto
sin mayores problemas.
Del otro lado, sin embargo, aparece un fuerte contendiente que formalizó su aspiración presidencial la semana anterior al inscribir su candidatura. Francisco Arias Cárdenas representa en la actualidad una curiosa paradoja: de ser el único oficial que logró controlar el territorio bajo su mando durante el golpe del 92, surge ahora como la última alternativa viable para frenar a Chávez. Luego de una fuerte división interna dentro del Polo Patriótico, partido que los llevó al poder, los antiguos comandantes ven cruzados de nuevo sus destinos desde orillas opuestas.
Arias, a diferencia de Chávez, es un hombre mesurado, racional y analítico. Frente a la pasión desbordada del actual presidente, el gobernador de Zulia prefiere el bajo perfil. Acusa a Chávez de traicionar el ideal que lo llevó a la Presidencia, al ceder ante el autoritarismo, la incapacidad, la demagogia, y hacerse el de la vista gorda frente al mal que se comprometió a combatir: la corrupción. ¿Cómo apreciaría este confuso panorama el Libertador?
De ahí que el coronel golpista de ayer se presente ahora como un político que habla desde la vida civil para salvar a Venezuela del abismo chavista, y que muestra como credencial válida su excelente desempeño en Zulia. Desecha el discurso populista y no quiere agudizar la lucha de clases.
Desde ya Arias Cárdenas cuenta con el apoyo de las elites opositoras al actual presidente y cree que incluso las Fuerzas Armadas, habilitadas para votar con la nueva Constitución, le darán su apoyo. De otro lado, aspira a conquistar el voto de los abstencionistas, labor que no le será fácil. Además, es consciente de que el grueso del electorado –las clases populares– se mantiene firme con Chávez a la espera del paraíso prometido.
Traidor para los fieles chavistas, esperanza cierta para los críticos del presidente, el hoy Gobernador sabe que se está jugando la carta de su vida al intentar derrotar en las urnas a su antiguo compañero de armas. Y a todas éstas, ¿qué pensaría el Libertador, luego de observar este enredado panorama? Difícil saberlo. De pronto podría repetir una frase similar a la que retoma Herrera Luque en su libro, y que hace referencia al imponente cerro tutelar de la capital venezolana, según la cual “en Caracas todo cambia, menos el Ávila”.
