Opinión Nacional

Asesino en serie

No sé porqué tanta alharaca oficial con la publicación de la fotografía de la Morgue de Bello Monte, en la que se muestra una serie de cuerpos dispuestos en forma desordenada en camillas y en el piso. A ningún venezolano le sorprende esa fotografía post mortem, pues la cifra más conservadora de homicidios perpetrados a nivel nacional entre 1998 y 2009 es de 123.091 muertos, y la de muertes violentas en Caracas durante el primer semestre de este año suman 2.597 homicidios. En realidad, esa foto demuestra que todos somos víctimas del más brutal asesino en serie: Esteban.

Tras doce años de gobierno revolucionario, nos damos cuenta de su modus operandi: la impericia, negligencia e imprudencia oficial en el manejo de la inseguridad pública y la violencia criminal; sumado a la prohibición judicial de mostrar imágenes y de acceder a la información pública que evidencien la verdad delincuencial. Risita ministerial mediante, se revela la personalidad sicopática gubernamental que anida en todo asesino serial; una mente criminal que busca el placer a través del sadismo, ya que su motivación no es matar sino tener poder y control sobre los seres humanos. Risas y más risas dejan ver una mentalidad psicopática, es decir, una especie de predisposición en la personalidad que no encuentra remordimiento sino placer.

Esa risa no es de loco… es un desorden de la personalidad que se manifiesta en personas que utilizan una mezcla de encanto, manipulación, intimidación y ocasionalmente violencia para controlar a otros, con el fin de satisfacer sus propias necesidades egoístas. Los rasgos interpersonales incluyen labia, encanto superficial, un sentido exagerado de autovaloración, mentiras patológicas, y la manipulación de otros. Los rasgos afectivos incluyen carencia de remordimiento y/o culpabilidad, afecto superficial, carencia de empatía, y fallo en la aceptación de responsabilidades. ¡De tal palo, tal astilla!

Por otra parte, cuentan que la invención del daguerrotipo coincidió en el tiempo con una época de mortalidad infantil muy alta y de grandes epidemias. Fotografiar a los muertos, por tanto, se convirtió en algo normal e incluso los primeros daguerrotipistas hacían publicidad de los retratos post mortem; de hecho, se realizaron numerosas exposiciones que mostraban tales retratos. Anteriormente a estas exposiciones, era corriente que las morgues de las grandes ciudades estuvieran frecuentadas por «mirones» que acudían a ver a los cadáveres que en ellas se exponían. Ahora bien, los retratos de cadáveres son imágenes paradójicas. Melancolía, dignidad y misterio acompañan siempre a la figura del muerto, mientras que la presencia del cadáver parece amenazar cualquier atmósfera por lo explícito de la carne en descomposición.

El presidente devenido asesino en serie, seguramente argumentará que esa foto no proyecta la imagen de la muerte que acecha a todos los venezolanos. Ahora sí, confesará que se trata solo de unos cuerpos podridos (¡¡dentro del contenedor oficial!!). Luego, el secuaz ministrillo nos disparará a mansalva: no te tomes la vida en serio, al fin y al cabo no saldrás vivo de ella.

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