Austeridad Presidencial
El Presidente es un modelo de austeridad para todos los venezolanos. Según sus propias palabras, ordenó congelar su sueldo en 2.000 Bs.F, y apenas tiene tiempo, de vez en cuando, “para irse a comprar un pantalón”. Luego de estas sinceras y cándidas confesiones uno de verdad piensa que al Presidente le están jugando una mala partida sus propios funcionarios. Y decimos esto porqué desde mayo del 2008, el Zar de nuestro petróleo, Rafael Ramírez, el mismo que tiene embravecidos a quienes quedaron desempleados luego de las expropiaciones en la Costa Oriental de Lago, goza de un salario 83.200 Bs.F mensuales, es decir, 83 millones de bolívares de los viejos. En Aporrea, la página de los chavista, aparece la lista completa y bien documentada de todas las remuneraciones, bien obscenas por cierto, de los funcionarios gubernamentales. Sólo que alguien se percató de lo inconveniente de hacer pública ésta información, y es por ello que en un apartado aparece: “FORO SERA ELIMINADO ESTE FIN DE SEMANA POR SER TEMA GOLPISTA”.
Ni siquiera la más elemental y sana autocrítica se permiten quienes comulgan de manera entusiasta con el régimen, aquellos que sinceramente creen en las bondades de un proyecto, en apariencia bien intencionada, pero en la práctica incongruente, improvisado, y lo más grave, ineficiente en atender las necesidades reales de la gente.
El Presidente no pierde oportunidad ni ocasión en condenar los mecanismos opresivos del capitalismo, y para ello ha lanzado la campaña, muy cristiana por cierto, de que “ser rico es malo”. Sólo que éste precepto, ni la Iglesia histórica, ni el chavismo actual, han sido capaces de cumplirlo a rajatabla. La usura era mala en tiempos medievales, pero no impedía a los gordos obispos de ese entonces engalanarse con joyas y coronas sobre sus mantos y castigar al pueblo inerme con onerosas contribuciones fiscales, bajo la amenaza, en caso de no hacerlo, de un seguro infierno. Hoy en Venezuela, tenemos un gobierno rico y manirroto, que ha despilfarrado en diez años más de 900.000 millones de dólares, sin rendirle cuentas a nadie y sin conquistar la emancipación popular de la que tanto alardea. Bueno, eso sí, en el campo de la imaginación, la metáfora y el mito.
