Opinión Nacional

Autoritarismo

Después de más de catorce años la herencia de Norberto Ceresole (1943-2003) sigue recorriendo como fantasma los cuarteles y pueblos venezolanos en lo único donde se le ha podido identificar: las boinas rojas que portan los seguidores del chavismo, y en la mentalidad autoritaria, tanto de la población civil como militar. Viejos recuerdos de aquellos descamisados del peronismo argentino, obedientes y sumisos frente a su líder.

Y esto último es uno de los grandes males de nuestra sociedad. La mentalidad autoritaria en la sociedad venezolana es de vieja data, rancia, ancestral. Identificada siempre con la fuerza, la violencia y la agresión.

Si la vemos con una visión simbólica, encontramos nexos entre dios-rey-dictador-presidente. Todos líderes de “masas” que han sido vistos como padres salvadores por la sociedad venezolana, desde la época colonial.

Ceresole asesoró al difunto presidente Chávez en sus inicios. Pretendió introducir en el oficial las teorías sobre un nuevo orden militar, donde el pueblo se fusionara con la milicia y juntos construyeran una sociedad orientada por la tecnología militar para establecer un neofascismo, imbuido con nuevas visiones religiosas que acentuaran el fanatismo de un cristianismo primitivo, ortodoxo y obediente a un líder político-religioso encarnado en la figura del líder máximo y comandante supremo.

Pero Ceresole era demasiado teórico y de difícil comprensión para una logia militar formada en los principios de obediencia y defensa de eso llamado nacionalismo. Además, los civiles que rodeaban a Chávez tenían poca capacidad intelectual para comprender a un postdemócrata como lo fue Ceresole. Incluso, ya en 1995 había sido satanizado por una intelectualidad “güisquera” que nunca leyó sus libros. Posteriormente fue detenido por la vieja policía política –Disip- interrogado y expulsado por ser, supuestamente, agente antijudío.

Sin embargo, lo que sí caló en las mentes de quienes siguieron afectos al comandante supremo ha sido esa actitud del autoritarismo, identificada en la figura del difunto, quien desplazó esa visión civilista de presidente constitucional-comandante general a la de comandante-presidente y líder supremo.

El riesgo por estos tiempos no es tanto la problemática socio-económica y de inseguridad en la población venezolana, como habernos mal acostumbrado a tratarnos desde esa aberración del llamado autoritarismo. Y no afirmo esto como una deficiencia mental solo de militares. Es la presencia de civiles con rasgos de esa anormalidad.

Jamás ha sido superada esta actitud en el liderazgo nacional desde que nuestra nación entró en su etapa republicana. Es mentira eso de afirmar que los gobiernos de la era democrática no fueron autoritarios. Analícese el período de Raúl Leoni, por ejemplo. O el de Rafael Caldera, por solo nombrar dos.

Lo peligroso de estos tiempos es que esa mentalidad se ha materializado con la presencia de militares quienes, salidos de los cuarteles, administran la vida de los civiles. O de civiles quienes actúan con visibles rasgos de autoritarismo y desde hace tiempo diseñan una administración de políticas públicas, donde se impone la obediencia a ciegas de principios y normas que de hecho, desnaturalizan la consciencia civilista en la población venezolana.

Devolver al redil a los militares, encerrarlos en sus cuarteles será una tarea difícil para un gobierno que intente establecer un sistema de relaciones signadas por principios cívicos de gobernabilidad. Más difícil aún, eliminar esa neurona volátil que en los dirigentes políticos y la inmensa mayoría de los venezolanos, significa la vida autoritaria donde se obedece a un padre (líder) castigador que desata pasiones de amor/odio.

Vivir y convivir en una sociedad democrática no significa solo ir periódicamente a depositar un voto. Es, fundamentalmente, desarrollar lenguajes que denoten una mente sana y donde nuestra actitud (física y verbal) esté orientada por registros de voces que alimenten el diálogo y la solidaridad, sobre manera en quienes piensen diferente a nosotros.

@camilodeasis

 

 

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