Opinión Nacional

Cárcel para todos

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El insomnio crónico presidencial no cuenta ovejas. Tampoco consume abundantes infusiones de manzanilla, entre el duro sopor de no lograr conciliar el sueño, nacen los resquemores que brotan del epicentro ancestral de las frustraciones infantiles.

El odio por todo aquel que piensa distinto aflora como en las noches del acontecer llanero. Vueltas y vueltas en la cómoda cama presidencial, pensando en el próximo personaje que volará de sus garras hacia espacios de dignidad personal. Su carácter voluble hace que la neurosis construya espacios para imaginar a los sospechosos. Todo aquel que alza la mirada ante el primer regaño es un potencial contrarrevolucionario.

Para Hugo Chávez, todos son candidatos a la cárcel. Prefiere el duro escarmiento que tratar de sobrellevar el debate con interlocutores con verdadera capacidad para encauzar al país. Imagina un mundo lleno de ergástulas en donde se retuerzan las ideas con la virulencia de la privativa de libertad. Una dura reprimenda para todo aquel que ose enfrentarse con el protagonista de la historia oficial. Que se pudran entre barrotes para reinar con los cobardes, aquellos que prefirieron arrastrase ante el poder que mantener la vergüenza en buen resguardo. Seguramente, sentirán asco de sí mismos al ser semejantes payasos de una obra bufa. En donde se muele la razón de ser de una nación nacida para ser protagonista estelar en la vida del hemisferio.

El drama del socialismo purulento es que la vida es heroicidad. Los cerrojos pueden atrapar al hombre en la mazmorra. Por sus escuetas rendijas se cuela el brillo de la libertad por la que se sueña entre lágrimas y lejanía. Esa pequeña ventana en donde se percibe un pequeño hálito de vida, más allá del reclusorio, es la fuerza que hace que los hombres tengan la fibra para romper las cadenas del miedo. La dignidad tiene mayor potencia que miles de presidios juntos. Ellas no podrán apagar la llama que crece en cada corazón que defienda una idea.

La historia está llena de esos episodios. Cada gesta estuvo signada por una contrariedad que terminó triunfando por sobre aquello que parecía imposible de derribar. Se abrieron las compuertas y los hombres salieron de nuevo a las calles a materializar sus proclamas democráticas, forjadas en la incertidumbre de la soledad de la prisión.

Peor es estar preso en el alma. Sospechamos que la cárcel de Yare sigue dictando el camino del actual presidente. Su pensamiento es cautivo de la caducidad. Su versión trasnochada del socialismo tiene las telarañas del tiempo jugando póquer con los dinosaurios en los años de piedras y palos. ¿Puede existir mayor confinamiento que creer en pensamientos que el mundo olvidó? ¿Acaso puede vivir en libertad un hombre que somete a empresarios, medios de comunicación y hasta la nación en pos de sus calenturientas reflexiones que nacen del insomnio crónico?

Así que ser esclavo de la mentira también construye penitenciarías. Las reglas del totalitarismo hacen que sus predicadores sean momias embalsamadas con toda una cantaleta de palabrerillo bobo. Esos espectros rociados de aceites por los sacerdotes del antiguo Egipto nunca pasarán de ser historias que aparecen en los libros y en los catálogos de los museos.

Venezuela jamás será arrinconada por estos personajes del horror. Su mayor desgracia es estar amarrados al tronco común de un gran embuste. Por mucho que financien a los movimientos comunistas en el continente, estos siempre acabarán derrotados por la democracia y la libertad.

En el duro insomnio, Hugo Chávez piensa en encerrarnos a todos. Tendrá que llenar de barrotes los cuatro costados de la república para mantener su fantasía.

En el fondo, el verdadero preso es él. Nunca podrá librarse del juicio de la historia. Muchas veces sus ministros apagan el teléfono en la madrugada. Tantas fantasías del insomne, que hace que perturbe hasta las relaciones íntimas. Los múltiples desaciertos y el mayoritario rechazo de la nación hacen que la conciencia sea el verdadero confinamiento.

Ni siquiera las ovejas quieren ser contadas con el sabor de la manzanilla en cada sorbo. Eso de no poder conciliar el sueño, tener frustraciones y temer traiciones es peor que estar recluido en Uribana.

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