Opinión Nacional

Carta a Juan Bimba

Estimado Juan Bimba:

Los monos, aunque se vistan de seda, monos se quedan. No es por denigrar de la raza de los primates que traigo a colación esta conocida frase, ya que esta raza de vivientes siempre me ha caído enormemente simpática, sino porque la cita, más que de racismo, trata de educación y buenas costumbres.

No hablo de las reglas de etiqueta que se exigen a la hora de sentarse por primera vez a la vera de consagrados sibaritas. No, no tiene nada que ver tampoco con lo de gourmet o gourmant (el que gusta del buen comer o el que gusta del mucho comer).

Tiene más bien que ver con el traje con se visten algunos (los que pueden), que no pasa a veces ni con la ocasión, ni con las circunstancias del momento (así como no pasa ahora, cuando padecemos de esta hambruna que tenemos hoy, el vestirnos de seda bordada en oro).

Pasar de mono “reprobado” (raspado) a mono “aprendido” (aprobado) amerita un largo proceso de empeñada reeducación. Ya sé que nadie nació aprendido, no se trata de eso, sino de la capacidad del mono a dessarrollarse (así como la de esos simios que vemos en las películas científicas, que aprenden a pulsar botones de computadoras para mejorar la calidad de vida de su entorno y por ende la de los demás).

Los monos normales aprenden a manejar los nuevos códigos luego de uno o dos años de entrenamiento; y aquellos que pasan de los cuatro años de entrenamiento sin aprender, quedan descalificados. Y no hablemos de los que llegaron a los seis años sin haber aprendido algo de urbanidad social (economía social o política social), estos quedan automáticamente distanciados, ad infinitum, de cualquier rol de liderazgo natural.

Pero aquí, en nuestro reino tropical, quizás por “la calor”, se nos trastornó el termómetro y no damos en el mingo: por algo será que tenemos tantos “reprobados” encaramados en las alturas del poder. Y qué vestimentas las que ostentan: tanta seda china, tanto pistacho de Irán, tanto caviar de Putín, tanto Chadornay francés, tanto Armani, tanto Rolex, tantas Blazer y tanto escocés. Parece más bien que todo ha sido cuidadosamente copiado de una serie de televisión americana (de esas que son tan rimbombantes y exitosas por las tantas mentiras que ostentan).

Gracias a esa nueva vestimenta, no aparentan ser estos señores lo que son; que son simplemente los que se lo llevan todo sin dejar nada: hasta las tostadas de mechá, los platanitos asados, el quesillo redentor, alfondoques, bien me sabe y todo aquello que tú y yo disfrutamos una vez.

Para ti y para mí, llegan barcos de Mercal (Cuba) con mortadela de tercera, arroz de segunda roto y otros pocos de corotos que no podemos comprar. Y hasta la bendita cesta ticket (regalo del mono rey) deja mucho que desear. Sin embargo al mismo tiempo, este gobierno, también sin consultar, compra armas sin que se pueda comprobar si sus costos se atienen a las licitaciones de ley. ¡Qué lluvia de dólares para los intermediarios gobiernistas!

Pero de nada les valdrá todo esto Juan Bimba, porque como ya nos va entrando así como un escalofrío de verdad en los huesos y en la piel, creo que lograremos despertar y acomodar el bendito termómetro que tanto nos ha trastornado el entendimiento; y con buena suerte, meteremos de nuevo a estos recién vestidos donde mejor puedan hacer “su bien”: en sus jaulas.

Ya aprendida la lección (quiero decir, que hemos empezado a entender lo que es democracia en estos últimos seis años), siempre estaremos pendientes de a quien le dimos y le damos el poder; y sobre todo muy pendientes de todos aquellos señores que no acepten la posibilidad de crítica abierta ni de control civil de los manejos administrativos; cosa tan esencialmente de anteojito en una legitima democracia representativa.

Si crees que eres demócrata, acepta los controles civiles y cálate la perorata de los críticos, que al final de cuentas es lo único que puede garantizar la poca transparencia que nuestra hasta ahora chucuta democracia puede disfrutar. Si no eres demócrata sino partícipe de la idea autócrata, cálate entonces las colas de las cesta ticket, las antesalas del pedir y el denigrante agradecimiento a los que te dan lo que te quitaron (que en principio es tu propio derecho a un trabajo remunerado que te permita decidir tu propio discurrir).

No hay otra salida, Juan, sino mandar a los monos al corral; de lo contrario seguiremos con lo mismo: o te tomas tu derecho a gritar y no te dan de comer o dejas de gritar para comer mal. He ahí el dilema.

Tu eres quien decide, Juan, espero no haberte incomodado en esta ocasión.

Tu amigo

Liko Perez
Estocolmo 2005-04-09

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