Opinión Nacional

CARTA ABIERTA AL MINISTRO DE DEFENSA

CARTA ABIERTA AL MINISTRO DE DEFENSA

Antonio Sánchez García

10 años esperando por un pronunciamiento tan necesario, tan justo y de tanta altura como el que Ud. ha hecho ante los periodistas este último viernes 25, Señor General. La ocasión revestía la suficiente solemnidad como para conferirle a sus palabras la significación que merecen: dar oficial noticia del lamentable suicidio del Presidente de la Corte Marcial, por motivos absolutamente ajenos a la contingencia política que vive el país, según Ud. lo señalara

En dicha ocasión le ha pedido Usted al mundo político -sin altisonancias pero con el peso y la convicción de su alta investidura-, respeto por la institución que Ud. dirige. No quisiera ver Ud. ese fue el sentido de sus palabras- a las Fuerzas Armadas del país envueltas en el polvoriento terreno de la arena política, arrastradas a un protagonismo que las propias Fuerzas Armadas no han solicitado.

Y para que nadie malinterpretara sus palabras terminó Ud. precisando lo que un importante sector del país parece haber olvidado: las Fuerzas Armadas no le pertenecen al Presidente de la República, a los gobernadores, a los alcaldes ni a nadie en particular. Le pertenecen dijo Usted textualmente al pueblo, al país todo.

Si tales palabras hubieran sido motivadas por el alarmante comentario del alcalde Antonio Ledezma, titular de primera página en todos los periódicos de aquel día, hubiera sido Usted extremadamente injusto. Y por eso mismo tuvo Usted a buen recaudo precisar que tal solicitud no iba dirigida a nadie en particular y distaba de tener nada que ver con los rumores de golpe de Estado de los que el alcalde Ledezma se había hecho eco.

Porque deberá estar Usted de acuerdo en que si alguien ha involucrado a las Fuerzas Armadas nacionales en el turbio terreno de la política venezolana, han sido precisamente los oficiales de los cruentos e inútiles golpes de fuerza del 4 de febrero y del 27 de Noviembre de 1992. En tales lamentables sucesos, venezolanos que habían jurado solemne respeto y obediencia a la Constitución y las instituciones en ellas basadas arrastraron de manera más que irresponsable a las Fuerzas Armadas al terreno no pocas veces vil y degradado de la contingencia política nacional.

Es más: si Usted repara en aquellos países del mundo cuyos gobernantes lucen uniformes militares es decir, en aquellos en que política y milicia se funden en un solo cuerpo- tendrá que caer en cuenta de que en ninguno de ellos impera la ley emergida de la democrática voluntad popular: Saddam Hussein en Irak o Muhamad Gadaffi en Libia, por ejemplo. O más recientemente y muy cercanos a nosotros: Augusto Pinochet Ugarte, en Chile, Fidel Castro Ruz, en Cuba y Jorge Rafael Videla, en la Argentina.

¿Respeta a las Fuerzas Armadas quien vestido en traje de campaña no sólo arenga a las masas, sino que abusa de manera inmisericorde de los privilegios que le confiere la primera magistratura para enlodar a millones de compatriotas acusándolos de corruptos a través de todos los medios audiovisuales del país, poniendo en práctica una feroz cruzada contra las instituciones democráticas que fueran hasta hace algunos días custodiadas por esas mismas Fuerzas Armadas, cuyo uniforme viste y cuyo aparente e irrestricto apoyo a tales desatinos inocula subliminalmente en las masas que le escuchan?

¿Le pedirá Usted en la misma forma que lo hizo este viernes 25 y en nombre del respeto y la trascendencia que merecen las Fuerzas Armadas se mantenga al margen del activismo político inmediato, usando el uniforme de Teniente Coronel y aprovechando el grado de Comandante en Jefe que constitucionalmente detenta?

Es obvio, Sr. Ministro, que su justa y loable exigencia de respeto por la institución que Usted comanda no puede ir únicamente dirigida a los políticos civiles. Sabe Usted que en un régimen democrático como el que por ahora impera en el país puede cualquier ciudadano expresar pública y libremente sus temores ante un posible resquebrajamiento de nuestro frágil y endeble equilibrio democrático. Mucho más si tal ciudadano tiene responsabilidades estatales.

Pero ha dicho Usted que es bueno elevar tal recomendación en vísperas de una campaña electoral que, como todas las celebradas desde hace dos años, se vienen practicando con una ferocidad y un canibalismo prácticamente desconocidos entre nosotros. Quien hasta hoy ha llevado la batuta, la orientación y el estilo de dichas campañas ha sido su Comandante en Jefe, un venezolano que no tiene otra profesión conocida que la de oficial de las Fuerzas Armadas. ¿Seguirá la máxima autoridad de nuestras Fuerzas Armadas practicando estilo tan difamante, destructivo y alienante de hacer política y garantizar victorias? ¿Hará uso indiscriminado de un uniforme militar para llevar adelante tal campaña? ¿Contribuirá con ello a seguir confundiendo al pueblo sobre los límites que demarcan los territorios de la vida política civil y las funciones estrictamente institucionales y apolíticas de nuestras Fuerzas Armadas?

Sabe Usted, pues, muy respetado Sr. Ministro, que el verdadero destinatario de su ruego no es el Alcalde Ledezma, ni Claudio Fermín, ni ninguno de los candidatos a las próximas megaelecciones. Ni siquiera los ex comandantes Arias Cárdenas, Acosta Chirino o Urdaneta Hernández, quienes, por cierto y desde su salida de Yare, han guardado un sagrado respeto por el uniforme que llevaron. Jamás lo han vuelto a vestir en sus apariciones públicas ni lo han mancillado en actos cuestionables.

Nada quisiéramos más nosotros, los civiles, que ser gobernados por un civil. Nada quisiéramos más que seguir respetando a nuestras Fuerzas Armadas. Nada quisiéramos más que saber al Presidente de la república definitivamente de este lado de la acera política. Para también respetarlo, como exige su alta investidura. Tenga Usted plena seguridad de ello.

Respetuosamente

Antonio Sánchez García

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