Opinión Nacional

Chávez no cumplirá con lo pautado

Hugo Chávez, si le conviene, firma cualquier papel que le pongan delante.

Es una vieja e inveterada costumbre. En 1992, cuando era teniente coronel
del ejército, pese a su juramento de defender las leyes vigentes y
someterse a la autoridad de la institución a la que pertenecía, asaltó la
casa presidencial y dejó decenas de cadáveres en las calles de la capital.

Ese acto terrible, al margen de la sangrienta insubordinación, revelaba una
faceta siniestra de su carácter: la mínima importancia que Chávez le concede a los compromisos adquiridos. Las únicas lealtades que reconoce son
las establecidas con su proyecto político personal y con su peligrosísima
urgencia mesiánica. A todo eso, claro, le llama ¿la historia?, como suele
suceder con los caudillos enfermos de narcisismo que no han recibido
tratamiento psiquiátrico adecuado.

Hace pocas fechas Chávez aceptó someterse al referéndum
revocatorio contemplado por la constitución venezolana, la ¿bicha? que él
mismo concibió e impuso, pero sin intenciones reales de cumplir lo
pactado. Firmó presionado por César Gaviria, Jimmy Carter y el resto de
los ¿amigos? que median en el conflicto que estremece al país desde hace
más de dos años. Si se hubiera negado habría disminuido su ya mínima
cuota de legitimidad democrática. También firmó para ganar tiempo, formar
cuadros y esperar el momento de pasar a la acción.

Poco después de signar el acuerdo con la oposición le tocó el
turno al «Grupo de Río». Junto a otros presidentes, reunidos en Cusco,
Perú, puso su nombre al pie de un documento en el que conminaban a las
narcoguerrillas colombianas a desarmarse y se comprometían a defender
colectivamente la democracia. Pero pocas horas más tarde se desdijo
utilizando para ello su tribuna favorita, «Aló, presidente», un circo
radial y televisado cuya carpa monta semanalmente desde Caracas.

La expresión que Chávez utilizó para cancelar su compromiso con
los países del Grupo de Río es muy gráfica. Aceptó haber firmado con
reserva estratégica total. ¿Qué quiere decir eso? La frase significaba
que había suscrito el texto por puro compromiso, sin la menor intención de
cumplir su contenido. Actitud, por cierto, que descubre otro rasgo de su
psicología: Chávez carece de firmeza. Prefiere engañar a
discrepar.

Rehuye el enfrentamiento personal. Podía haberse negado a calzar el documento con su nombre, pero esa posición lo hubiera llevado a un encontronazo con Lago,
Uribe o Fox, así que optó por mentir: rubricó la declaración y luego, una
vez en Venezuela, retiró su firma.

Chávez sólo va a someterse al referéndum revocatorio si la
presión internacional y nacional es de tal naturaleza que se le hace
evidente que será inexorablemente derrocado si no cumple la ley. Para
evitar que los venezolanos sean contados hará cualquier cosa.

Intentará subterfugios legales. Recurrirá a la violencia selectiva.

Generará todo tipo de desórdenes que justifiquen la declaración de
estado de excepción y la suspensión de parcial o total de la
Constitución. ?Por qué? Porque sabe que sería fácilmente barrido en las
urnas.

El 70% de los venezolanos desea que termine la pesadilla del peor gobierno que ha conocido el país. La devaluación de la moneda, el desempleo y el desabastecimiento han crecido de forma asombrosa. La corrupción y la incompetencia han llegado a cotas nunca vistas. La violencia se ha multiplicado hasta convertir a Caracas en una de las ciudades más peligrosas del mundo. A Chávez hoy lo rechazan los pocos ricos que quedan en la nación, la golpeada clase media y una buena parte de los sectores más pobres. Como consecuencia de ello, dos
sentimientos dominan obsesivamente a los venezolanos: la desesperanza y el
deseo de huir.

El escritor cubano Fernando Velázquez, autor de la formidable novela
La última rumba en La Habana, recordaba recientemente la tremenda frase de
Bolívar: ?La única cosa que se puede hacer en América es emigrar?. ? Es eso
cierto en el caso venezolano? No …todavía. Chávez, no hay duda, pretende
continuar desmantelando paulatinamente el estado de derecho, mientras
deliberadamente arruina al sector empresarial es así como desarrolla su
proyecto revolucionario, pero es posible que ese peculiar camino no
conduzca hacia una variante de la dictadura comunista, como sueña el
antiguo golpista, sino a un caos generalizado en el que la república
prácticamente se paralice como consecuencia de la desobediencia casi total
de las instituciones públicas, incluidas las Fuerzas Armadas.

Cuando se llegue a ese punto, y ante el riesgo de perder el poder,
Chávez y la línea dura de su movimiento armarán y encuadrarán a
sus partidarios en brigadas especiales, y, unidos a la facción militar
más radical la que está más cerca de Castro, cuidadosamente cultivada por
los servicios cubanos, intentarán la revolución total mediante actos de
represión masivos encaminados a intimidar y someter a la sociedad a
cualquier precio. Chávez lo advirtió en su entusiasmada carta de marzo
de 1999 al terrorista Ilich Ramírez Sánchez, el Chacal, preso en París
acusado de decenas de crímenes: «todo tiene su tiempo: de amontonar
piedras o de lanzarlas». Chávez las está amontonando. Cuando llegue
el momento las lanzará todas sin ninguna compasión.

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