Opinión Nacional

Cháveznochávez

La conducta política actual es clara. Nadie tolera nada. Prevalecen las pasiones destapadas y la irracionalidad desbocada. La conseja popular dice que sólo hay 2 bandos y el mayor problema no es que cada quien jala lo bueno para su lado sino que para ninguna de las 2 patotas hay término medio. En Venezuela, la dualidad hamletiana parece, entonces, recobrar vida en su máxima expresión: Chávez o no Chávez…

Sería valioso si usted, amigo lector, se sentara a reflexionar, a sacar cuentas. «¿Por qué razón tengo que parcializarme a favor de uno de ellos?». Pero antes debe respirar suavemente, apoltronarse, inspirar-expirar y, si en el tránsito algo le duele, tranquilo, son las toxinas acumuladas durante los últimos 3 años que están empezando a salir. Esos 2 sectores le han hecho demasiado daño a nuestras emociones y a nuestra capacidad de discernimiento.

Hagamos entonces el balance. Pero eso sí, no pretenda ser objetivo. ESO NO EXISTE. No existió ni jamás, JAMÁS, podrá existir esa desapasionada frialdad científica del positivismo. Por el contrario, emplee a fondo la subjetividad de la que es portador pero, por encima de todo, sea honesto. Eso, en Ciencias Sociales, se llama honestidad subjetiva o equilibrada. Para continuar, podemos comenzar por reconocer que el otro —el que se diferencia y a veces se opone a mí— también es importante.

Si usted es chavista, pues bien, sígalo siendo. Pero reconozca que desde 1999 el presidente parece, casi por encima de cualquier otra cosa, un coleccionista de errores y disparates; los niveles de corrupción subieron en vez de bajar (hay que reconocer que quizá se deba a que antes los militares no metían las manos tan de lleno en la cosa y ahora acaparan la prensa); algunos Círculos Chavistas están armados con recursos del Estado y su participación en los asesinatos del 11-A parece más que evidente; otro hecho es el secuestro conceptual. Este gobierno ha secuestrado y deformado conceptos elementales como pueblo y soberano y, de tanto repetirlo, pueblo se ha convertido en sinónimo de chavista. Por su parte, Simón Bolívar ya no solo es el gran objeto de culto del gobierno de turno; ahora más que nunca es el «talismán», el «libro sagrado», el horóscopo privado del gobierno y esto ha transmutado en mayor perversión de su figura histórica. Cuando me correspondía comenzar a hablarle a los estudiantes sobre Bolívar, más de uno y una rezongaban con algo así: «es que a mí Bolívar no me cae muy bien». A lo que les respondía: «¿Tendrá algo que ver con el hecho de que los estás mezclando con Chávez y le estás pasando a aquel el odio que sientes por éste debido a la intoxicación antichavista?». «Sí, profesor, es posible», respondió alguna altiva y sobresaliente estudiante que, afortunadamente, aprendió a divorciar a los 2 personajes. Pero, por si fuera poco, la Bandera y hasta el Himno Nacional también simbolizan el chavismo. Un último aspecto en esta parte. Para el chavismo, si no usas palabras categoriales como «revolución, proceso o compatriota», pues no eres chavista «puro», no eres revolucionario. Y la verdad es que el chavismo no está ni remotamente cercano a la transformación económica del país. Por el contrario, la economía actual es cada vez más caótica.

No obstante, amigo lector, si usted es antichavista, siga en su afán y hágalo bien; pero comience por reconocer que a este gobierno no se le dio oportunidad de equivocarse. Mediáticamente nació muerto. Y, desde el principio, esta oposición se ha exacerbado tanto o más que Chávez y cuidado si no se equipara con la mismísima Lina Ron.

Usted nunca se aproximaría a la subjetividad equilibrada, a la honestidad subjetiva si todavía no se ha dado cuenta de que los medios de información social (MIS) se han convertido en el principal partido político del antichavismo y, como complemento, es el partido más deshonesto en la historia política de Venezuela, lo que ya es bastante decir, porque incluso AD y COPEI siempre dijeron que eran blancos, verdes o «guanábana» y podíamos diferenciarlos por lo menos por su color. Pero resulta que los dueños de los MIS dicen que defienden «LA» VERDAD, ella pura, ella por sí misma, la de todos. Hasta ahora ninguno ha reconocido que el MIS defiende «SU» VERDAD, la de los empresarios, la que únicamente a ellos les conviene, sus intereses económicos. Y nos venden la información como otro producto más del mercado. ¿Cuántas veces ha visto usted en televisión esos carros pequeñitos en los que cabe de todo? Hasta elefantes, ¿recuerda? Igualito. Eso es lo que hace en este momento el partido MIS. Agigantan todo lo que perjudica al gobierno y escamotean los pocos aciertos que ha tenido. Y lo logran, pues muchos antichavistas irracionales estarían dispuestos a morir por defender la verdad que ellos vieron por televisión.

El MIS es el principal responsable de la barbarización, de la irracionalidad, del hiper-apasionamiento político. Los MIS son la base del poder real porque tienen la facultad —monolítica, unidireccional— de legitimar, relegitimar y/o deslegitimar el gobierno gracias al monopolio de la información. Fueron ellos quienes financiaron la multimilmillonaria campaña electoral de Chávez —la primera claro, la del 98. Ellos, los empresarios-dueños del MIS, también fueron engañados por Chávez porque pensaron que el eterno candidato iba a cambiar su discurso agresivo y populista apenas saciara la sed de poder. No fue así y allí empezó el enfrentamiento; se agravó con la convocatoria a Constituyente, se hizo insoportable a partir del momento en que entró en vigencia la Constitución del 99 y, hasta el momento, por lo menos en 2 oportunidades —10D y 11A— pareciera haber llegado a su punto de evaporación. Y, por supuesto, también fueron ellos los principales accionistas del golpe de Estado de Carmona.

Amigo antichavista, si usted quiere razonar la realidad tiene que preguntarse cuál es la causa real de todo esto. Elemental. Dinero, poder. ¿Usted quiere realmente aprender a analizar la realidad? Nada más simple: pregúntese a quién perjudica-beneficia el hecho. Insisto. El presidente, al traicionar a los grandes empresarios, dejó de representar sus intereses. La Constitución es la raíz jurídica del problema, agravado con la entrada en vigencia de las «leyes sociales». ¿Por qué? ¿En qué les perjudica? ¿En qué beneficia a las mayorías? ¿Y por qué no puede beneficiar a las mayorías?

Los gobiernos, llamados como están a ser intermediarios, árbitros de las clases sociales, en realidad siempre habían representado los intereses de los grandes empresarios, aquellos que controlan la economía real, los que ponen y quitan presidentes (¿1,5% de la población venezolana?). Desde Cristóbal Mendoza en 1811 hasta Rafael Caldera en el 99 ha sido así, pero Chávez dice —más de lo que en realidad hace— representar los intereses de los pobres (¿80, 85%?). Y sobre ese discurso está orientado su gobierno. Definitivamente es un problema grave representar, procurar beneficios para las mayorías empobrecidas. Esta es la causa real de la pelea, amigos lectores. La causa no es política. Si ustedes me lo permiten, aprendan algo. Quienes controlan la información —es decir, TV, radio, cine, libros, textos escolares y hasta los rumores de calle— manipulan de tal modo que los problemas actuales siempre parecen ser de orden estrictamente políticos. ¿Ustedes se habían dado cuenta de eso? ¿Han notado que siempre hablan de lucha por la democracia y la libertad y, sobre todo, por supuesto, de la santificada libertad de expresión? ¿Qué hay en realidad detrás de la libertad de expresión? Ése es buen tema para discutir largamente. ¿Por qué pronuncian «libertad de expresión» cuando en realidad piensan en «defensa de nuestros negocios»? Si la propiedad y el negocio lucrativo están legitimados, y la mayoría de los venezolanos estamos de acuerdo en disfrutar de ello, ¿por qué entonces los grandes empresarios no dicen abiertamente que están defendiendo su negocio? Esto también es elemental. Se deslegitima su discurso, pierde valor social, porque más de uno de nosotros va a decir «ah, bueno, que ellos resuelvan su problema». Pero nos necesitan como público, como aplaudidores de oficio, como espectadores, como participantes que «deciden» el trofeo; pero virtuales, desde lejos. Mientras tanto los dueños de esta empresa privada que es Venezuela toman las decisiones reales y usted, amigo lector, tiene que aprender a diferenciarlo.

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